Cerdeña. Bonaria Urrai, una vieja modista, adopta a María Listru como fill´e anima, o «adopción del alma», una suerte de adopción conocida y consentida por la familia de origen, con la cual la persona adoptada no rompe lazos; simplemente, la niña se va a vivir con su adoptante comportándose como si esta fuera su madre. El origen humilde de María, ser hija no deseada y ser la última tres varias hermanas mucho más mayores, abona el camino.
El hombre al que amaba Bonaria en su juventud, desapareció en la guerra. No se sabe si murió o desapareció voluntariamente. La tesis “oficial” es la primera, obviamente, pues la alternativa para Bonaria hubiera sido presentarse como una mujer abandonada, algo poco digno en una comunidad tan pequeña, frente a la dignidad de la “viudedad”. Convertida desde entonces en “solterona”, es una persona seca, solitaria e independiente, bienintencionada, pero no amorosa ni alegre, y de costumbres muy estrictas. Y aunque ejerce como modista, todos en el pueblo la conocen por otra causa: por actuar de “acabadora”. Es decir, por ayudar morir. O, mejor dicho, por prestarse sin dudar a acabar con el sufrimiento de los agonizantes. Bonaria, sin embargo, no accede a cualquier petición; la autora se cuida de dejarlo claro con el episodio donde se niega a actuar sobre un anciano moribundo, trasladando la idea de que Bonaria y "el acabamiento", están sujetos a un código ético propio muy severo.
María crece junto a Bonaria ignorando la extraña actividad de su madre adoptiva, pese a lo extraño que le parecen ciertas salidas nocturnas.
Hasta aquí, la historia discurre en términos de “planteamiento”. Lo que sucede a continuación es previsible: en primer lugar, la autora debe enfrentar a Bonaria a una situación límite que ayude a aclarar ese código ético. Lo concreta merced al “accidente” de hermano de aquel que echa los tejos a María. El muchacho pierde una pierna y, considerándose un inútil, pese a su juventud y a no tener otro problema de salud, quiere morir.
Este hecho es enlazado con el segundo asunto que hay que resolver: la reacción de María al conocer las actividades de su madre adoptiva. Y he aquí la única nota discordante en la historia, porque este asunto da lugar a un par de capítulos quizá necesarios para poner tierra y tiempo de por medio entre el comienzo y el final de la historia, pero en un ambiente tan distinto y alejado del original que no acaba de encajar en la novela.
Finalmente, llega el momento de Bonaria. La acabadora afronta el fin de su vida. ¿Cómo reaccionará María?
La novela es, en conjunto, bastante buena. Bien narrada y entretenida. Engancha. No se compromete con ninguna postura acerca de la eutanasia. Lo mismo pueden extraerse lecturas a favor como en contra. Lo único indudable es que hace meditar.
Pese al tema no es una novela ni triste ni lúgubre. Ofrece un mundo pequeño pero completo, muy cerrado en sí mismo, con las pasiones y miedos inevitables en las novelas clásicas: el amor, el egoísmo, la altivez, el odio, el despecho, la generosidad, la vida, y la muerte.
Una muy buena lectura.
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