Las indumentarias de Ajonio Trepileto en La terrible historia de los vibradores asesinos han sido festejadas por unos lectores por divertidas y estrafalarias, y criticadas por otros, por entenderlas excesivas.
A todos doy en parte la razón, pero al hilo de tales opiniones, durante una larga caminata me dio en pensar en “célebres mamarrachos”, y el resultado fue tan curioso que me permito poner esta entrada en este blog, Literatura y humor para contarlo.
Entre los ilustres descamisados que rememoré figuran Groucho Marx con su chaqué y su bigote y cejas pintados hasta para ir a comprar el pan (pero con el inconveniente de no ser un personaje literario), Ignatius J. Reilly (el loco protagonista de La conjura de los necios), el innominado personaje de El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas y La aventura del tocador de señoras, de Eduardo Mendoza, o alguno de los chiflados diseminado en las novelas de Sharpe. Pero, sobre todo, recordé a don Quijote.
Y es que una de las cosas que más sorprendieron y divirtieron a los coetáneos de Cervantes al leer la novela, según dice Martín de Riquer, fue el aspecto de don Quijote, verdaderamente ridículo para la época. Lo malo, en la actualidad, es que don Quijote es tan célebre que nos hemos acostumbrado a su aspecto y, por lo tanto, ni nos sorprende ni nos divierte tanto como a los lectores de hace cuatrocientos años. Así que me pregunté, para tratar de sentir lo mismo que el lector de 1605: ¿cómo sería hoy don Quijote?
La respuesta no deja de ser un juego mental sin ninguna pretensión, pero aquí está el resultado:
1. Don Quijote vivía en una pequeña aldea. Dejémoslo así, y atribuyamos al don Quijote actual un origen rural.
2. Cervantes no dice la edad que tenía don Quijote, pero Martín de Riquer indica que, a juzgar por todos los indicios, Cervantes estaba pensando en un personaje de unos cincuenta o cincuenta y pocos años. Esa edad, en aquella época, era bastante elevada (aun hoy en día hay muchos países con esperanzas de vida por debajo de los 60 años). Por eso pensé que un don Quijote actual tendría en torno a los 75 años, quizá alguno más.
3. A don Quijote, ya lo sabemos, “se le secó el cerebro” de tanto leer libros de caballerías, que estaban de moda hacia 1600, y acabó convencido de ser un caballero andante. Los caballeros tenían ante sí una misión elevada: hacer justicia allí donde se toparan con la injusticia.
Un don Quijote actual no podría creerse caballero andante, porque los libros de caballerías hace demasiado que ya no están de moda. En cambio, desde hace décadas sí han estado de moda los superhéroes. De alguna manera han suplantado a los caballeros andantes dando respuesta a la necesidad de justicia de los lectores: los superhéroes, como antaño los caballeros, están dotados de fuerza y facultades prodigiosas, se enfrentan a peligros superlativos, persiguen fines nobles y son un dechado de valentía. La lista de superhéroes que ha dado el siglo XX es innumerable. Así que me dio en considerar que un don Quijote actual se creería superhéroe antes que caballero andante, y con esa idea me quedé.
4. Don Quijote vestía una armadura que había sido de su bisabuelo, en un momento en que ya nadie vestía armadura. A los lectores actuales no nos sorprende su imagen, tras cuatro siglos de fama, pero en 1605 que un tipo fuera recorriendo los alrededores de su aldea así ataviado era, sencillamente, ridículo, según cuenta Martín de Riquer en mi edición "de cabecera". Supuse que un don Quijote actual también debería vestir las ropas de su bisabuelo. Y no unas ropas cualquiera, porque la armadura, cuando se llevaba, no era cualquier cosa: era una vestimenta especial. Lo más aproximado a algo especial, no vistiendo armadura los bisabuelos de los actuales setentones, serían unas ropas de gala: es decir, mi don Quijote actual debería vestir la ropa de gala propia de un entorno rural de la segunda mitad del siglo XIX, que en casi todas partes está muy cerca de ser lo que ahora conocemos como “trajes regionales”, como cualquiera puede comprobar viendo fotografías de la España rural de principios del XX (me vinieron a la memoria muchas de Ricardo Compairé, por la época, no por el lugar)
5. A comienzos del siglo XVII, el medio de transporte más utilizado eran las cabalgaduras. Y los caballeros andantes montaban todos briosos corceles. Birrioso corcel fue el único que pudo elegir don Quijote, porque Rocinante, ya lo sabemos, estaba hecho una lástima y apenas podía galopar una pequeña distancia sin caer rendido.
Hoy, en cambio, todo el mundo se desplaza en coche, y los superhéroes, en concreto, en “super coches” dotados de avances espectaculares. Un don Quijote actual seguramente debería ir en coche. Pero en un coche que fuera a los coches actuales lo que Rocinante a los briosos corceles. En un mundo donde todos suspiran por Ferraris y Lamborghinis, al don Quijote actual que me dio en construir le adjudiqué un viejo y destartalado Seat Panda.
6. Por último, para completar su atuendo, Cervantes colocó en la cabeza de don Quijote lo que el pobre personaje creyó yelmo de Mambrino, y que era en realidad bacía de barbero. En aquella época era frecuente verlas, entre otras cosas porque los barberos iban y venían. Y con semejante cacharro en la cabeza iba el pobre don Quijote solemnemente montado en un caballo medio muerto.
Es difícil creer que un don Quijote actual pudiera llevar en la cabeza una bacía de barbero, pues no es algo que se vea ya en ningún sitio. ¿Qué podía entonces llevar en la cabeza mi don Quijote actual que pudiera confundirse con uno de esos cascos que lucen algunos superhéroes? Debía de ser algo que pueda verse por la calle en estos tiempos sin resultar del todo extraño. Y se me ocurrió que bien podría llevar un “tupper” redondo en el que algún trabajador llevara su almuerzo de la misma manera que el barbero expoliado por el genuino don Quijote llevaba su bacía.
En resumen, si el auténtico don Quijote era un vejete (para la época) de algo más de cincuenta años, que se creía caballero andante, que vestía la armadura de su bisabuelo cuando ya nadie vestía armadura, que llevaba en la cabeza una bacía de barbero y que montaba un caballo que apenas se tenía en pie, un don Quijote actual, que produjera entre nosotros una sorpresa equivalente a la del original en 1605, bien podría ser un hombre rural, de más de 75 años, que se creyera superhéroe, y fuera por el mundo tratando de impartir justicia vestido con la ropa de gala de su bisabuelo (ropa de la segunda mitad del XIX, presumiblemente con trazas de traje regional), con un “tupper” en la cabeza, y montado en un destartalado Seat Panda.
¿A que visto así, salvando las inmensas distancias entre las dos novelas, Ajonio es de lo más modosito?
© Miguel B.
Estupendo, Miguel. Ya tienes personaje para una buena novela de humor. Un Don Quijote moderno-rural que recorre las tierras de España haciendo de justiciero a bordo de un Seat Panda. Un Don Quijote tierno y estrafalario. Búscale un acompañante cerril y cascarrabias y "asuntos" en consonancia con estos tiempos que corren y... Ya estoy deseando leerla.
ResponderEliminarBesos,
Teresa
No me atrevería a hacer algo así. Y si lo hiciera saldría un churro. Pero ando con otras cosillas en danza, jejejeje. A ver si en la primera mitad del año termino una de ellas.
ResponderEliminarSoy estudiante de 3 de la ESO, y en literatura nos han puesto como dever, narrar un capítulo de Don Quijote. La cosa es que, devemos contarlo como si fuera en el siglo XXI, es decir, como lo que has escrito tú. Que sepas que me ha ayudado mucho lo que has escrito y que ya tengo en mente algunas ideas más para completar mi historia. Muchísimas gracias y buen trabajo!
ResponderEliminar