En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 16 de enero de 2012

Una dama en apuros - Tom Sharpe


Por suerte me queda mucho Sharpe por delante. Este es el quinto de sus libro que leo, y es algo diferente de los anteriores: si en otros (como los dos primeros de Wilt) lo rocambolesco surge de la incorrecta interpretación de situaciones “normales”, en Una dama en apuros el origen del lío radica en la escasa sensatez de sus dos protagonistas: el profesor Glodstone (un pobre majadero, fanático de las novelas de aventuras) y su alumno Peregrine (un hercúleo trozo de carne de buena familia, cuyo cerebro interpreta todo literalmente).

La afición de Glodstone por la lectura y su disposición a creer que todo lo que lee puede darse en la realidad, otorga a la novela cierta inspiración “quijotesca”. Don Quijote estaba loco y se creía caballero andante; Glodstone no lo está, pero tanto le emocionan las aventuras que está dispuesto a aceptar la que otro profesor con quien no se puede ni ver, le presenta de tapadillo con el fin de complicarle la existencia. Y algo de caballeresca tiene  también la historia, pues la cosa consiste en rescatar en Francia a una supuesta condesa que no mejora en mucho lo que Aldonza Lorenzo era respecto a Dulcinea.

Y hasta aquí, las similitudes. Cualquier otra comparación sería un elogio exagerado para Sharpe, por más que la novela sea, posiblemente, la mejor de las suyas que he leído hasta ahora: tan entretenida como todas, tan divertida como el resto, también con numerosos personajes gruñones por desquiciamiento, y con casi todos víctimas de una rareza u otra; pero, a diferencia de las anteriores, en ningún momento la novela se alarga demasiado en algún punto concreto: las cosas van sucediendo a su ritmo, sin prisa, pero sin pausa.

Lo que más me ha gustado, los golpes de ironía, y el humor basado en los tópicos y rivalidades sobre nacionalidades y, sobre todo, las conversaciones en tono gruñón o de protesta. No tanto las “locuras” de Peregrine. Y, como siempre, hay que destacar la maestría con que se atan los cabos, haciendo que todo converja para apuntalar los desastres.

Lo peor, a mi juicio, que el humor en esta novela es más inocentón, mucho menos “malintencionado” que, por ejemplo, en Una reunión tumultuosa, lo cual hace de la novela solo un divertimento, porque los dardos acerca de las relaciones internacionales encarnadas en alguno de los personajes no acaban de tener enjundia suficiente.


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