En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

sábado, 16 de mayo de 2015

Reflexiones sobre literatura y humor,



"El humor no nos salva; no sirve prácticamente para nada. Uno puede enfrentarse a los acontecimientos de la vida con humor durante años, a veces muchos años, y en algunos casos puede mantener una actitud humorística casi hasta el final; pero la vida siempre nos rompe en corazón. Por mucho valor, sangre fría y humor que uno acumule a lo largo de su vida, siempre acaba con el corazón destrozado. Y entonces uno deja de reírse. A fin de cuentas ya sólo quedan la soledad, el frío y el silencio. A fin de cuentas, sólo queda la muerte."

"Las partículas elementales", Michel Houellebecq


jueves, 23 de abril de 2015

Vídeos - La sota de bastos jugando al béisbol


     Por razones que no vienen al caso tengo el blog un poco olvidado incluso para el autobombo de La sota de bastos jugando al béisbol. Pero aunque solo sea por recopilar las cosas que van saliendo, mientras le toca el turno a lo que ha salido en prensa aquí dejo los tres vídeos de los que tengo noticia: la entrevista que me hizo Elga Reátegui en Valencia, el resumen de la presentación, también en Valencia, que hizo Celia Corrons (aunque ya está en la entrada anterior),  y un enlace a El eco de Teruel donde han puesto imágenes de la presentación allí.





Presentación en Teruel: El eco de Teruel



Que os aproveche.

jueves, 5 de marzo de 2015

Gracias




     Cuando asomé la nariz al mundillo literario y husmeé por Internet, la mayoría de los autores se quejaban de que sus editoriales apenas hacían nada por promocionar sus novelas. Los pocos editores no hastiados del tema les replicaban que no salía rentable. Ni siquiera las grandes editoriales -todas parte de grupos de comunicación-, publicitan más que una ínfima parte de su catálogo. En resumen, unos querían y otros no hacían por lo mismo: su propio interés.

     Son asuntos que olvidé pronto, pero que estos días han vuelto a mi cabeza a cuenta de su contraste con la presentación en Valencia de La sota de bastos jugando al béisbol. Presentación posible, de principio a fin, merced a la generosidad y el desinterés de un buen número de personas que han confiado en la novela y han tenido a bien aportar su trabajo y su ilusión en la difícil y sacrificada tarea de que una novela llegue a un puñado adicional de lectores.

     Y de ahí esta entrada: para dar continuidad al sentido de su amabilidad, de su generoso trabajo y, sobre todo, para darles las gracias.


     Gracias a María Vicenta Porcar, buena organizadora donde las haya, porque en un mundo donde casi todos dan tanta importancia a lo principal que olvidan los detalles, sabe que lo principal son los detalles porque el resto va de suyo. Y los detalles son valiosos porque exigen un tiempo que a pocas personas les sobra, y desde luego no a ella.


     A la escritora Elena Casero, con quien por desgracia apenas pude hablar para agradecerle todo lo que dijo de mis novelas. Leer un libro lleva horas. Valorarlo, resumirlo, contar sin desentrañar y dar la cara en público exige mucho más. Y si encima se hace con su talento, gracia y buen humor, ¿qué puedo añadir?


     A Voro Guzmán y Carmen Rochina, los magníficos actores que dieron vida a Ajonio Trepileto, a Danuta, a una viejecita pecadora y a un aturdido camarero. Ambos fueron los principales responsables de que los asistentes rieran, y algunos no poco. ¿Qué voy a decir de su importancia? Para una novela de humor la diferencia entre la abulia y la sonrisa es lo que determina el éxito o el fracaso.


     A Celia Corrons, que sacrificó algo más que su tiempo para estar allí. Aceptó ingenuamente el desafío de sacarme bien en una sola de las muchas fotografías que hizo (pobrecilla) y me “investigó musicalmente” sin yo saberlo, amén de ser la responsable del vídeo que encabeza este artículo, de las fotografías que aquí se pueden ver y, unos días antes, de haber hecho otro vídeo para poner en Facebook la entrevista que meses atrás me había hecho en Huesca Marta Querol para el programa de radio Pegando la Hebra.


     A Elga Reátegui, que si bien no estuvo en la presentación al día siguiente tuvo la amabilidad de desplazarse y hacerme una entrevista para el programa Momentos de su canal de Youtube, y a quien fue un placer conocer.


     Y dejo para el final, por aquello de la confianza, a Marta Querol, escritora y amiga extraordinaria, fuera de lo común. Por eso habló de mí: por cómo me conoce. Siempre se ha alegrado de mis éxitos más que yo mismo, y me ha animado y confiado en mí sin descanso. Juntos hemos vivido mucho y bueno. Incluida esta inolvidable presentación.

     En algún momento de estos días en Valencia me preguntaron si me siento identificado con Ajonio Trepileto. Respondí que sí, porque todos somos perdedores, porque a todos, al final, la vida se nos lleva por delante. No dije, porque en ese momento no se me ocurrió, que siendo eso inevitable quizá lo importante sea que la vida se nos lleve por delante en buena compañía. Como la que Ajonio ha tenido en Valencia con todas estas personas a quienes tanto echa ya de menos. Por eso Ajonio es un perdedor: porque a lo largo de su vida todo cuanto de bueno le ha salido al paso ha terminado escurriéndosele entre sus torpes dedos. Ojalá alguna vez sea capaz de retener algo. De parte de Ajonio, gracias a todos.




sábado, 28 de febrero de 2015

Reflexiones sobre literatura y humor,



"Y sin tomarse lo que voy a decir al pie de la letra, me atrevería a asegurar que, al menos en principio, creo haber inventado la medicina contra el fanatismo. El sentido del humor es un gran remedio. Jamás he visto en mi vida a un fanático con sentido del humor."




sábado, 21 de febrero de 2015

sábado, 14 de febrero de 2015

Reflexiones sobre literatura y humor,



—¿Usted cree que el humor es diferente en cada país o que todo el mundo se ríe por lo mismo?
—Creo que hay un humor inglés, un humor alemán, que es por cierto básicamente anal. Y ustedes también tienen un humor especial. Me llamó la atención que cuando, grabando un programa en televisión, me dio un infarto, lo que de verdad les horrorizaba a los españoles era que yo bromeara sobre mi situación, sobre la posibilidad de morirme. Bromear sobre la propia muerte es bueno, aunque es una idea que me horroriza. Había un humorista muy popular en Inglaterra que entre otras bromas tenía en su repertorio una que consistía en hacer magia y que siempre le saliera mal. Era muy divertido. Un día, en el escenario, se agarró el corazón, se movió dos o tres veces y cayó al suelo. La gente aplaudió hasta darse cuenta de que había muerto de verdad. Es una buena muerte. Muy poca gente consigue aplausos después de muerto.
Tom Sharpe. Entrevista en El País. 1991


sábado, 7 de febrero de 2015

Reflexiones sobre literatura y humor,



"Chaplin y Keaton siguen siendo los mejores, los incomparables. Ellos conocen el secreto. Ellos saben que no hay asunto más serio que la risa, arte de mucho pero mucho trabajo, y que dar de reír a los demás es  lo más hermoso que hacerse pueda mientras siga el mundo girando en el universo".


Eduardo Galeano. Memoria del fuego. El siglo del viento.

sábado, 31 de enero de 2015

Reflexiones sobre literatura y humor,



"En Francia, y por reflejo en España, Italia y Alemania, el humor quedó excluido de la literatura seria, cosa que no había pasado antes. La literatura francesa del siglo XVIII es de  humor, Voltaire, Diderot y toda esa gente, pero en el siglo XIX se vuelve muy seria, y eso contagia a los otros países. El humor se deja en manos de lo más chabacano. En Polonia, un país acostumbrado a muchas opresiones externas o internas, la literatura de humor sigue siendo una válvula de escape y la valoran mucho. Entonces aprecian a alguien a quien no le importa escribir cosas de risa."

Eduardo Mendoza. Entrevista en Jot Down.


lunes, 26 de enero de 2015

Museo de la soledad - Carlos Castán




Museo de la soledad no lo puede leer cualquiera ni en cualquier momento. Es demasiado peligroso. Para valorar su dolorosa belleza es preciso tener el ánimo al menos un poco dolido, un poco solitario, haber alcanzado a golpe de sufrimiento un punto de insensibilidad en el que las cuchilladas más hieran que duelan y uno pueda contemplar tranquilamente, antes de sucumbir, cómo entra la hoja. Quizá por eso sea un libro de lectura peligrosa, porque las heridas se suceden y si se lee demasiado acaba uno sintiéndose parte del vacío al que precipitan todos los relatos.

      Léase en pequeñas dosis, viene a avisar, con razón, la contraportada.

     La fugacidad de todo lo bueno que un día creímos que era para siempre y, en cambio, la permanencia de todo aquello que desearíamos desterrar caminan de la mano por las salas de este museo.

       Los  relatos, independientes y de una calidad extraordinaria, giran en torno a soledad, y el libro toma el título del contenido de uno de ellos. Un buen número, además de hacer sentir de forma magistral la soledad, tienen finales inesperados que los dotan de un sentido nuevo, a veces más profundo, a veces más amargo.

       La soledad nos ocurre en relación a otros. La soledad son los demás que no están o no como esperamos. Es también la esperanza vana, el miedo, el poder que a otros concedemos sobre nosotros, la conciencia de nuestra fragilidad, el no saber encontrar dentro de uno mismo el sentido de la vida seguramente porque por más que uno busque no ha de encontrar ninguna certeza y, al final, tratamos de buscarlo en los demás, a la desesperada.

       Y ese “los demás” se refiere siempre a una mujer, porque el protagonista de todos los relatos es un hombre. Un hombre que a veces cree haber encontrado la respuesta a su soledad amando a una mujer que termina abocándolo a más soledad, y en otras vemos a un hombre que se resguarda de la soledad en una mujer a la que no ama y a la que termina contagiando, de forma irreparable, su propia soledad.

     Cuando los protagonistas de los relatos comprenden, no sé si por abatimiento o por exceso de inteligencia, que cualquier sentido que encuentren por sí solos a la vida no es más que una especie de autoengaño, de consuelo con el que ir tirando, es cuando lo buscan en esas mujeres. Aunque no consigan sino alimentar el tormento, porque encuentran tantas esperanzas como mujeres se cruzan en su vida, y tantas frustraciones como esperanzas.

     Quizá la actitud ante la vida de los protagonistas de estos relatos se recoja en el maravilloso párrafo final, donde el tormento convive con la esperanza de nuevos refugios donde buscarse a uno mismo antes de volver a caer, y así ir de caída en caída hasta la nada final. 

         Es cierto que hay fotografías que no puedo mirar. Y cansancios que no se alivian con unas cuantas horas de sueño. Y también hay recuerdos que no quieren irse, dolores que regresan siempre, fantasmas carniceros. Digamos que eso es así, que no existe la manera de arrancarse el peso de ciertas derrotas. Pero, no sé, en los recodos de algunos caminos puede aguardar el Séptimo de Caballería, y tener ojos verdes, por ejemplo, y una mirada en la que poder ser otro. Quizá no sólo fieras acechan en la niebla.




sábado, 24 de enero de 2015

Reflexiones sobre literatura y humor,



-¿Y escribir sin humor?
-Sí, lo realmente difícil es escribir con humor y hacer reír a la gente. La mayoría de los escritores escriben libros serios. Yo quise ser uno de ellos hasta los 41, cuando me encontré a mí mismo escribiendo Reunión tumultuosa.

domingo, 18 de enero de 2015

El animal moribundo – Philip Roth




     Devid Kepesh, el personaje ya utilizado por Philip Roth en otras novelas, es un profesor de sesenta y dos años, de relativa fama porque colabora periódicamente en programas televisivos y radiofónicos sobre cultura. Se divorció hace años y desde entonces, durante décadas, ha vivido frecuentes aventuras amorosas con alumnas, en cuanto el curso acaba y dejan de serlo, aprovechándose de su ascendiente sobre ellas y de la admiración que despierta. También ha retomado una relación con una antigua amante ya una mujer madura, a la que ve de forma esporádica, pero periódica. Lleva fama de seductor.

     Sin embargo, pese a tantos amoríos, vive inmerso en la más completa soledad. Los amoríos son una huida de la soledad del progresivo envejecimiento y de la soledad que surge de la necesidad de encontrar un sentido a la vida más allá de esa cultura que aunque todos admiran en realidad no basta para llenarle. Y se trata de una huída abocada al fracaso, porque  cada amorío no hace más que acumular soledad a la soledad.

La parejita de pechos de Consuelo
representan para el protagonista
la belleza que da sentido a la vida,
la vida misma. Y a ella trata de
aferrarse a través del sexo. Hay
escenas crudas, injustamente
calificadas de pornográficas en
algunos lugares, porque no buscan
provocar, sino que tienen un
sentido profundo.
     Hasta que un día conoce a Consuelo. Una alumna de origen cubano que, desde el primer momento, aunque accede a tener sexo con él, le dice que están en mundos distintos y que jamás habrá otra cosa que sexo, y eso solo durante un tiempo. Pero en ella, y sobre todo en su belleza y en especial en los pechos que lo vuelven loco (una sin par parejita descomunalmente voluptuosa) Kepesh parece encontrar, de forma desesperada, el sentido de la vida. Porque Consuelo, que con la distancia emocional que establece es inaccesible aunque se la lleve a la cama, representa la vida que pasa y lo deja atrás, y él quiere aferrarse a la vida. Pero es que además Consuelo, con su belleza, con esa parejita de pechos que a él lo enferma de belleza, representa todo lo bello que hace que uno desee seguir en este mundo. Representa aquello por lo que él quiere vivir: la belleza y la propia vida, por encima de la cultura a la que todos lo creen entregado y que en realidad poco le aporta más que un analgésico espiritual.

     Consuelo, como he dicho, representa la belleza y la vida. Y ninguna de ellas quedan a disposición que Kepesh, porque Consuelo, como la vida y la belleza que admiramos, está fuera de su alcance aunque él trate de hacerla suya simbólicamente a través del sexo (de ahí algunas escenas que escandalizarán a los más puritanos, pero que se entienden perfectamente). Consuelo, la vida, se le escapa con la distancia que ella pone, y que en él anima el sufrimiento y la duda, y con la duda, los celos.

     Finalmente, Consuelo lo deja (algo que ya se sabe desde el comienzo, por lo que no descubro nada) y él se ve abocado a una depresión de años porque todo lo que en realidad ha buscado a lo largo de toda la edad adulta lo ha encontrado representado en ella, y lo ha perdido, no ha sabido retenerlo. No se sabe si la necesita más que la ama, o si la ama porque la necesita, pero lo cierto es que en ella, y solo en ella, ha encontrado el sentido de lo que busca en la vida. Quizá, incluso, lo ha descubierto por primera vez.

     Además su divorcio, hace ya años, afectó a las relaciones con su hijo. Un hijo que, como él, trata de encontrar el sentido de la vida y, desorientado, tanto lo ha buscado en la familia como en una amante. Ni a una ni a otra es capaz de renunciar, porque en la necesidad de sentirse vivo queriendo y siendo querido se aferra a todo como un náufrago. No pierde de vista a su padre, al que ama y odia, y buscando en el fondo lo mismo que él, por despecho actúa de forma completamente diferente: si Kepesh no es capaz de comprometerse a nada con nadie, si vive amoríos poco comprometidos (incluyendo el de Consuelo), su hijo no renuncia a un solo compromiso aunque el efecto final es el mismo, porque atender a todos a la vez lo deja emocionalmente exhausto y, en el fondo, tan perdido como está su padre.

     Kepesh es el animal moribundo que ve pasar la vida sin ser capaz de aferrarse a ella. Pero al final, en el último momento, Consuelo, tras años de ausencia, reaparece momentáneamente: tiene cáncer y le van a quitar un pecho. Uno de sus magníficos pechos. La maravillosa parejita dejará de serlo. La belleza efímera, la vida que sigue pasando. La belleza que también puede estar moribunda. Pero aún así Kepesh, aunque Consuelo ya no volverá a ser lo que era y le anuncia que vuelve a desaparecer, le entrega por completo la vida, y ya septuagenario renuncia para siempre a la paz espiritual dedicándose a esperar a Consuelo aunque sabe que ella nunca volverá a él, de no ser por una casualidad inimaginable. Pero, mientras ella se enfrenta a su propia soledad, él siempre la esperará. Porque vida solo hay una, con su belleza y su dolor, y él la ha encontrado en Consuelo. Jamás dejará de sufrir por su ausencia, porque encontró en ella la vida, y la vida, Consuelo, ya no está.

     Y es así como el animal moribundo se dispone a esperar la muerte quizá durante años: suspirando por Consuelo, por la vida que se fue, anhelando un segundo de su presencia para durante ese segundo volver sentir la vida en plenitud.




sábado, 10 de enero de 2015

Reflexiones sobre literatura y humor,



«Detesto la carcajada sonora y total: aquella que hace tanto ruido y nos hace abrir tan grande la boca que hasta se nos cierran los ojos, dejándonos ciegos y sordos, incapacitados por lo tanto para la más mínima observación y reflexión» 



Alfredo Bryce Echenique. Conferencia Spinoza.


viernes, 26 de diciembre de 2014

Los Grope - Tom Sharpe



            De vez en cuando hay lecturas que se atragantan. Unas veces debido al libro, otras al lector. A veces confluyen las dos cosas, como en esta ocasión. El resultado es que esta novela, más bien corta, la comencé en mayo y la he terminado en diciembre. Casi nada.

            Si no me equivoco Los Grope es la última o penúltima obra de Sharpe (en 2009 apareció esta y La herencia de Wilt) y, desde luego, es también la última por calidad, hasta el punto de que uno duda de los motivos de su publicación.

            El argumento es bastante pobre y deslavazado. Comienza remontándose unos cientos de años, a la fundación de una dinastía matriarcal, los Grope, cuyo origen está en la más fea del lugar y en un vikingo invasor que decidió quedarse porque se mareaba en el barco, y prosigue narrando la evolución de la saga, lo cual anticipa un argumento que luego no se cumple, porque para contar lo que se acaba contando, el comienzo es irrelevante. La trama en sí poco tiene que ver con las primeras docenas de páginas, y gira en torno a las aventuras y desventuras de un matrimonio (él, aburrido empleado de banca, ella, histérica lectora de novelas rosa) y su amado hijito, el hermano de la esposa (turbio negociante) y la esposa de este (una Grope).

            Un buen cúmulo de insensateces inconexas conducen a cada uno por un sitio y a la Grope donde “debería”. Si lo mejor de Sharpe siempre ha sido el enredo, en este caso no llega a existir, solo hay, a lo sumo, confusión, y la solución dada a cada uno de los personajes es de una pobreza notable, además de haber prescindido de esas escenas que en otras novelas representan puntos álgidos. En resumen, comparada con otras del mismo autor Los Grope parece un querer y no poder. 

               Una mala despedida, me temo.





domingo, 14 de diciembre de 2014

Presentación en Huesca





El próximo jueves 20, a las 20:00, presentación en Huesca. Esperamos que entretenida y divertida.

Por supuesto, la entrada es libre.




lunes, 1 de diciembre de 2014

Hablar de humor




A todos los que alguna vez hemos escrito algo de humor nos han dicho «hacer humor es muy difícil», o, incluso, «lo más difícil». Hay quienes lo dicen por adular, pero otros lo piensan de verdad. Yo no sé si es difícil. Suelo responder que para mí hay cosas más complicadas.

Lo que sí es complicado es hablar de humor cuando no estás de humor. «Puedo escribir los versos más tristes esta noche», comenzó Neruda su poema XX, pero puesto a dar explicaciones sobre lo que quiso expresar con él quizá le hubiera sido muy sencillo darlas desde la tristeza que lo inspiró, pero no hubiera sufrido mucho ofreciéndolas con una sonrisa de oreja a oreja causada por lo que ustedes prefieran. Del mismo modo, para el que escribe narrativa, novela negra, de terror, romántica o histórica, si anda de mejor o peor humor hablar sobre lo que escribe simplemente será más o menos agradable.

Pero hablar de humor desde la tristeza, el abatimiento o, simplemente, sin estar de humor, eso sí es complicado. A veces, insoportable. Buscar la sonrisa desde las lágrimas a menudo solo acentúa las ganas de llorar.

Si el ánimo no acompaña, explicar con humor un verso como «puedo escribir los versos más alegres esta noche» bien puede justificar que esa noche acaben saliendo los más tristes, aunque uno no sea Neruda.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

La vida de los libros


     Los libros, como las personas, tienen su vida. Nacen llenos de fuerza y del deseo de enfrentarse a la existencia. Y a medida que pasa el tiempo cada libro conoce gente: transportistas que lo tratan como a un simple bulto, libreros que lo cuidan más o menos, lectores que lo acogen con ilusión y esperanza y con los que unas veces termina llevándose bien, otras veces mal, enamorando a algunos, sufriendo el odio de otros, e incluso el desprecio de personas que quizá nunca lleguen a leerlo; y, por supuesto vive en medio de una muchedumbre indiferente que nunca llega a reparar en él. Y entre tanto envejece, y unos lo cuidan, y otros lo maltratan, y durante algunas temporadas vive solo olvidado sobre una mesilla o en un rincón, para luego volver al lado de otros libros, cada cual con su historia, en un estante atestado donde entre todos los que allí viven cuentan algo de su dueño. Hasta que un día el libro abandona a ese dueño, que le hizo mucho o poco caso y lo acomodó mejor o peor en la balda, y va a parar a otras manos porque fue prestado, o perdido, o el dueño se murió y alguien heredó, repartió o vendió su biblioteca, quizá a peso. Y vuelta a empezar: prestado, regalado, o vendido de lance en espera de un lector con más ganas de leer que dinero. Y de mano en mano, en todos los que se dignan en posar la vista en sus letras provoca alegrías, esperanzas, risas, lamentos, lloros… emociones. Los lleva a viajar por los mundos que una vez el autor imaginó. También a veces, muy a su pesar, el libro causa decepción. Y sigue envejeciendo. Algunos libros, unos pocos, los mejores, se ganan la admiración con el transcurrir de los años, y el ejemplar que nació sin que nadie reparara en él se transforma, a la vejez, en una pieza codiciada y mimada. Otros, los más, solo avanzan hacia la decrepitud, hasta llegar a un estado en el que dejan de ser libros para transformarse en trastos y esperar, angustiados, el momento en que alguien los haga desaparecer en un contenedor, en una hoguera o en cualquier basurero, y se extinga para siempre la historia que contienen, que será también, un poco, la historia de todos quienes lo han leído y poseído. Y también la de quien lo escribió y la de todos aquellos que lo rodearon y apoyaron, porque cada historia tiene a su vez su propia historia, unas bonitas, y otras tristes porque no siempre escribir es una fiesta, aunque a veces lo parezca.
     La foto es la del primer ejemplar que he tenido en la mano de La sota de bastos jugando al béisbol. No sé qué suerte correrá este ejemplar, que siempre será especial porque es de los que va a ir dedicado a las personas más queridas. Quisiera que tuviera una larga vida y que haga feliz a mucha gente. Las primeras manos por las que ha pasado han sido las mías, porque lo he recogido donde se ha hecho la encuadernación, y puedo dar fe de que lo he cuidado. Y sé que las siguientes también lo cuidarán con tanto o más mimo que yo. Pero a saber qué le deparará, con el correr del tiempo, esa cosa tan complicada que llamamos vida. Que tengas suerte, compañero.







lunes, 10 de noviembre de 2014