En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 10 de enero de 2022

Mi idolatrado hijo Sisí – Miguel Delibes

 



Mira que es buena esta novela que Miguel Delibes publicó con 33 años, pero cuánto he tardado a decidirme a leerla entre otras cosas porque el título me resultaba poco atrayente. Sin embargo, una vez leída, reconozco que no puede se más adecuado, aunque el «mi» hace pensar en una narración en primera persona, cuando no es así.

La obra cuenta la historia, entre 1917 y 1938, de Cecilio Rubes, un muy acomodado empresario con un comercio de materiales de baño. Cuando la novela comienza Celicio Rubes (siempre se le denomina con nombre y apellido como para poner distancia entre el personaje y el lector) está en mitad de la treintena, casado con la «sosa» hija de un gris funcionario elevada, por obra y gracia del matrimonio, de estatus social hasta el que Cecilio Rubes cree tener, aunque en realidad tiene más dinero que méritos o renombre. Cecilio, aparte de una gran opinión sobre sí mismo, tiene también una joven amante de apenas veinte años y entonces llega también, aunque no lo esperaba, un hijo, también bautizado Cecilio pero al que llaman Sisí.

Frente a a la familia Rubes vive un matrimonio más o menos de su misma edad, cuyo primer hijo nace casi a la vez que Sisí. Luego vienen más. Una tropa frente a Sisí, hijo único.

La historia, magníficamente escrita, con una claridad expositiva y una eficacia en el uso del lenguaje admirable, puede tomarse como un análisis del papel del padre: Cecilio Rubes es un hombre permisivo porque es demasiado perezoso para ser otra cosa; de resultas, Sisí es pronto un muchacho consentido, mimado hasta desembocar en una personalidad despótica, caprichosa e irresponsable que al final de la novela acaba chocando con la realidad de la vida: la guerra y el frío que hace fuera de la familia. El padre, en gran medida responsable, por pereza y egoísmo, del devenir de su hijo, ni es consciente de la realidad ni tiene ganas de serlo: siempre encuentra justificación para todos y cada uno de los actos de su hijo, mientras la madre, ninguneada por el padre y afrentada constantemente por el hijo no sabe qué hacer más allá de romancear. Frente a ellos, el matrimonio Sendín, los vecinos parecen padres mucho más responsables, que crían a los hijos con mano firme y que, por comparación a la vista de los resultados, parecen mejores padres, aunque al final de la novela se comprueba que la firmeza a veces solo oculta ceguera, y que ésta, según cuál sea su origen, puede desembocar más que en la educación de los hijos en su doma para hacer de ellos fanáticos seguidores de cualquier cosa.

La novela, sumamente interesante por lo que cuenta, lo es también por el entorno: desde el principio, al final de la Primera Guerra Mundial, con la Revolución Rusa planeando sobre la política europea, a la crisis económica posterior y al inicio de la Guerra Civil. Publicar este libro en 1953, hablando de la guerra, no dejaba de ser arriesgado, y no solo porque la personalidad de Cecilio Rubes –un hombre que a fin de cuentas solo trata de disfrutar de la vida- nunca llega a entender la violencia, sino porque el final de la novela –que, aunque es conocido mejor no señalo por si alguien lo ignora- muestra la sinrazón de la violencia y ha justificado que Mi idolatrado hijo Sisí sea considerada un alegato antibélico. Esta osadía refuerza el valor de la novela y la figura de Miguel Delibes como un escritor comprometido con la dignidad del ser humano.

Por eso el final de la novela me ha traído a la cabeza otra, breve, muy posterior: Sabor a chocolate, de José Carlos Carmona, también un delicado pero contundente alegato antibélico. Aunque Mi idolatrado hijo Sisí es muy anterior a este ejemplo, seguramente Delibes no fue pionero en el modo en que tras una lectura dulce y apacible el lector queda conmocionado, pero lo que sí es cierto es que pocos habrán alcanzado su calidad.

Una lectura que te hace reflexionar sobre los propios errores, sobre las limitaciones, sobre el alcance de la propia responsabilidad como ciudadano y como padre y, también, sobre la conciencia de nuestra fragilidad. Una lectura que te hace ser mejor aunque deje un poso de tristeza. 


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