Soy un lector muy poco indicado para hablar de esta obra. Mi falta de imparcialidad se debe a que me ha puesto los dientes más largos que a una morsa. ¿Por qué? Porque refleja mi ideal de vida: vivir entregado a la literatura y al deporte sin otra aspiración, en ambos casos, que hacerlo cada vez mejor dentro de mis posibilidades.
Dicho lo cual queda claro qué cuenta este libro escrito en 2005, cuando Murakami tenía 56 años. Una obra de poco más de doscientas páginas con una serie de reflexiones hechas en esa época y cronológicamente ordenadas acerca del hecho de correr: causas, objetivos, implicaciones, simbología, utilidad… Todo lo cual se mezcla, lógicamente, con la profesión del autor: escritor.
Hacer deporte, y hacerlo con objetivos claros (en su caso, correr un matarón al año y hacer también un triatlón) exige ser organizado, sacrificado, constante y disciplinado, todo lo cual exige a su vez algo más complicado: conocerse a uno mismo. Quienes alguna vez hemos acometido alguna empresa (física o mental) que requiere años de esfuerzo diario intenso y absorbente sabemos, aunque no seamos Murakami, de la importancia de todo ello y de la diferencia, que atinadamente apunta el autor, entre el (inevitable) dolor y el (evitable) sufrimiento. Del mismo modo que el maratón, por duro y agotador que resulte, se disfruta gracias al entrenamiento, todo en la vida se disfruta en proporción a lo que cuesta, y a veces aún se disfruta más consiguiéndolo que después de haberlo conseguido. Al mismo tiempo, enfrentarse a los propios límites no solo permite alcanzar las más altas cotas de las que uno es capaz, sino que reporta la paz que proviene del trabajo bien hecho y de la tranquilidad de conciencia.
Murakami habla de todo eso con su lenguaje llano y de ideas claras, directas y aparentemente sencillas, aunque se trate de una sencillez engañosa, ya que la mayor dificultad que afrontan las personas es tener claras sus prioridades y actuar en consecuencia. Poca gente hay capaz de vivir así. Prima el autoengaño. De hecho, cuando una persona se pone una meta y no la alcanza es frecuente que justifique su fracaso con mil excusas distintas de la propia culpa. Sin embargo, esa es la principal causa del fracaso, si no la única, cuando lo que se persigue es, simplemente, dar lo mejor de uno mismo en un aspecto concreto. Este libro habla de que lo que a casi todo el mundo le falta: autoexigencia, que implica sacrificar cosas y, entre ellas, casi siempre, gran parte de la vida social. Lo cual hace concluir que las metas se consiguen no solo con la constancia y el esfuerzo, sino, antes, teniendo claras las prioridades. Murakami las tiene clarísimas.
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