Este fue el
primer libro que leí de Tom Sharpe, y también uno de los favoritos de su autor. Rescato una vieja reseña de las catacumbas del ordenador, para decir que sobre todo la primera parte de la
novela fue todo un descubrimiento. La estrafalaria situación del “bastardo” o
su grotesca personalidad hacen gracia, pero mucha menos que la forma en que Sharpe
trata desapasionadamente las cosas, en un tono que aflora lo que de ridículo
tienen las preocupaciones e intereses humanos. Un ejemplo de ironía: cuando el
“bastardo” empieza a trabajar en la asesoría fiscal heredada por su santa
esposa, lo que para él, un alma cándida, es defraudar, para el asesor fiscal
es “proteger la renta y el patrimonio”. Ese tipo de eufemismos están a
la orden del día en todos los ámbitos, y ha ido creciendo en los últimos años de manera vertiginosa; sobre todo en el lenguaje político y económico, donde las mayores simplezas se expresan de forma rimbombante para que parezcan otra cosa; pero es preciso ver estos comportamientos desde esa óptica
desapasionada para comprobar lo que de ridículos tienen y, por tanto, lo que de
ridículo tiene el ser humano a la hora de justificar sus mezquindades. La forma
en que las personas justificamos intereses egoístas, por ínfimos que sean, da
para mucho en literatura, en psicología y en todos los ámbitos, pero, sobre
todo, en el campo del humor. Y en esta obra Tom Sharpe alcanza numerosos momentos dignos de ser leídos.
Al principio de la novela, la forma de mover a unos personajes insólitos por un mundo más o menos real, sin perder la ironía, sin que lo extravagante de los personajes eclipse la visión cómico-condescendiente del mundo, es muy meritoria. Es también lo mejor, porque conforme la novela avanza la extravagancia de los personajes se adueña de la situación, y la ironía es sustituida por lo grotesco, con lo que se reduce la crítica y la intencionalidad del texto. Aun así hay pasajes muy divertidos, como el de la visita al ginecólogo.
El protagonista debe su apodo a la ignorancia en que vive acerca de quién es su padre (su madre murió en el parto). Vive con su abuelo, un tipo raro y, como luego he visto en muchas novelas de Sharpe, es un personaje muy preocupado por el sexo. También pulula alrededor un peculiar mayordomo del mismo corte que otros personajes de Sharpe en otras novelas. Lockhart, que así se llama el bastardo, es un alma cándida, que apenas sabe nada del mundo, pero se enfrenta a este, y directamente al matrimonio con una muchachita encantadora y no menos ingenua (no así su madre, suegra del bastardo). Pero que Lockhart sea cándido no significa que sea inocente: su moral y sus escrúpulos son, aproximadamente los de un animal. Carece de ellos como también carece de mala o buena fe. Es puro instinto. Y a partir de aquí sus intentos por hacer valer lo que él cree sus derechos, incluso frente a los sufridos inspectores de Hacienda que acuden a comprobar a un contribuyente y no a luchar contra los elementos, le conducen a una espiral de locuras lógicas a sus ojos y desmesuradas a los del mundo, incluidos los del lector.
Una novela que entretiene, engancha y divierte, pero que deja algo que desear por esa evolución de más a menos, de un humor de alta calidad basado en la burla de la realidad, a un humor más simple e inocente, basado en lo disparatado de las situaciones. En cualquier caso, una buena manera de iniciarse en Sharpe.
Al principio de la novela, la forma de mover a unos personajes insólitos por un mundo más o menos real, sin perder la ironía, sin que lo extravagante de los personajes eclipse la visión cómico-condescendiente del mundo, es muy meritoria. Es también lo mejor, porque conforme la novela avanza la extravagancia de los personajes se adueña de la situación, y la ironía es sustituida por lo grotesco, con lo que se reduce la crítica y la intencionalidad del texto. Aun así hay pasajes muy divertidos, como el de la visita al ginecólogo.
El protagonista debe su apodo a la ignorancia en que vive acerca de quién es su padre (su madre murió en el parto). Vive con su abuelo, un tipo raro y, como luego he visto en muchas novelas de Sharpe, es un personaje muy preocupado por el sexo. También pulula alrededor un peculiar mayordomo del mismo corte que otros personajes de Sharpe en otras novelas. Lockhart, que así se llama el bastardo, es un alma cándida, que apenas sabe nada del mundo, pero se enfrenta a este, y directamente al matrimonio con una muchachita encantadora y no menos ingenua (no así su madre, suegra del bastardo). Pero que Lockhart sea cándido no significa que sea inocente: su moral y sus escrúpulos son, aproximadamente los de un animal. Carece de ellos como también carece de mala o buena fe. Es puro instinto. Y a partir de aquí sus intentos por hacer valer lo que él cree sus derechos, incluso frente a los sufridos inspectores de Hacienda que acuden a comprobar a un contribuyente y no a luchar contra los elementos, le conducen a una espiral de locuras lógicas a sus ojos y desmesuradas a los del mundo, incluidos los del lector.
Una novela que entretiene, engancha y divierte, pero que deja algo que desear por esa evolución de más a menos, de un humor de alta calidad basado en la burla de la realidad, a un humor más simple e inocente, basado en lo disparatado de las situaciones. En cualquier caso, una buena manera de iniciarse en Sharpe.
Por cierto, uno de esos libros que presté y nunca más han vuelto.
Que grande Sharpe con ese humor que te hace sonreir en voz alta. He leído todos los wilt y alguno más y casi siempre me ha gustado.
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