En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 21 de abril de 2014

La tesis de Nancy - Ramón J. Sender



          La tesis de Nancy (1962) no se cuenta entre lo mejor de Ramón J. Sender, pero sí es una novela humorística que, al parecer, se vendió lo bastante bien como para que el autor escribiera varias más con la misma protagonista, aunque tardara en hacerlo: Nancy, doctora en gitanería (1974), Nancy y el Bato loco (1974), Gloria y vejamen de Nancy (1977) y Epílogo a Nancy: bajo el signo de Taurus, (1979).

          Nancy es una joven y atractiva estadounidense de Pennsylvania que llega a España –en concreto a Alcalá de Guadaira-, con la intención de recabar datos para una tesis en materia filológica. A su alrededor pupulan una escocesa mucho más recatada e intransigente, Mrs. Dawson y una antigua profesora, Mrs. Adams. Qué le ocurre a Nancy lo sabemos por su propia boca, pues La tesis de Nancy es una novela epistolar, en la que leemos las cartas de Nancy a su amiga Betsy.

          ¿Y qué le ocurre a Nancy? En realidad, no mucho, pues todo gira en torno a tres cuestiones: el contraste entre los valores tradicionales de los “indígenas” y la libertad de costumbres de la protagonista (que sin ser escandalosa sí choca con la España de la época), los malos entendidos surgidos al hilo de estos contrastes, y los numerosísimos equívocos en que incurre la protagonista con los giros del español, hasta hacer que el verdadero protagonista de la novela sea el lenguaje. En este sentido, es un humor mucho más elaborado que el de la mayoría de las novelas de este género.

          Para acentuar los contrastes, Sender hace que Nancy se eche un novio andaluz y gitano, porque según Nancy son los gitanos quienes guardan las esencias del lenguaje y las tradiciones que desea investigar in situ. Curro se llama el caballero, un hombre noble a su manera, apegado a las tradiciones, bromista sin perder la seriedad , irónico y terriblemente celoso, aunque bien es verdad que acaba cediendo más de lo que él mismo estaría dispuesto a admitir. Para acabar de complicar la cosa otro hombre, Quin, un personaje que no se acaba de saber si es medio poeta, medio gitano o medio torero o todo a la vez, bebe los vientos por Nancy y ella se deja querer.

          La novela se hace larga en algunos momentos, porque la acción es lenta y la reiteración de equívocos (unos por tomarse al pie de la letra expresiones hechas, otros por el misterioso significado para ella de algunas palabras y otros por el modo en que se juega con la fonética, como cuando Nancy cree que los bártulos son un antiguo pueblo) puede acabar cansando. Pero también es cierto que hay momentos brillantes desde el punto de vista humorístico. Uno de los mejores, la única carta de Betsy, por la forma en que destroza el español al escribirlo mezclando la gramática española y la inglesa.

          Por lo demás, la novela destila desde la primera página un aire de provisionalidad. Primero, porque Nancy está de paso, solo ha venido a hacer una investigación; segundo, porque su relación con Curro es para ella más un pasatiempo que una pasión; tercero, porque Curro también se toma la relación a la ligera (no pretende casarse porque Nancy “ha perdido la flor”, lo cual, por cierto, hace que ella se vaya colocando claveles por todas partes) y su máxima preocupación es el qué dirán si Nancy se atreve, como tantas veces llega Curro a temer, a serle infiel. Ni que decir tiene que esa provisionalidad contribuye a aligerar el tono, a hacer todo más liviano, porque una misma situación se vive de forma muy diferente en función de cómo de en serio se toma uno las cosas.

Ramón J. Sender
1901-1982
          Ocurre, además, que el personaje mejor definido es Curro. Nancy, en cambio, ofrece perfiles muy difusos. Su creencia de que acudiendo a las fuentes va a hacer un trabajo mucho mejor que si consultara un solo libro la hace parecer una chapucera a la vista de su trabajo de campo; pero por otra parte es organizada y trabajadora; su permanente ingenuidad también hace que a menudo parezca demasiado tonta, pero esta opinión es desmentida porque a veces llega a advertir sus equivocaciones; es buena, bien intencionada y educada, pero no desprendida ni generosa. Curro, en cambio, es más nítido, posiblemente por ser también más tópico: satisfecho de sí mismo por haber camelado a una belleza foránea, cultiva su imagen de “macho” (como cuando se enfada, por el qué dirán, al pedir Nancy habitaciones separadas en un hotel), se come el mundo de boquilla, y trata a Nancy casi como a una bella mascota, aunque en realidad le reconcome todo lo que ella hace no vaya a ser que con sus incomprensibles costumbres lo deje en mal lugar. El resto de personajes son secundarios de apoyo, la mayoría de los cuales pasan inadvertidos. Solo  en las escenas finales, con la vieja duquesa bailando sevillanas como un monigote y con su hijo conduciéndose de una forma estrafalaria, los secundarios cambian en algo la novela, llevándola, durante unas páginas, a una dimensión más grotesca.

          Humor inteligente, tanto por las situaciones como sobre todo por el modo en que el lenguaje se transforma en fuente de humor, con mucho ingenio pero también con el frecuente recurso a la escenificación de chistes; acción muy lenta que más es una excusa que un objetivo, y un final un tanto abrupto que ratifica la impresión de que La tesis de Nancy más es una exhibición de situaciones chocantes y bromas a costa del lenguaje que una historia en sentido estricto. Pero, sea como sea, una novela con un nivel en el uso del lenguaje como divertimento que solo se puede permitir un escritor de los grandes.





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