En la breve introducción, fechada
en 1999, de la edición que tengo, Eduardo
Mendoza explica el proceso de creación de Sin noticias de Gurb (1991): fue una colaboración inesperada, por
entregas, en El País, en el momento
de la Barcelona preolímpica. Dada su lenta y concienzuda forma de escribir Mendoza
normalmente hubiera rechazado el ofrecimiento, pero accedió en un momento de
debilidad y/o por no tener otra cosa entre manos. Así nació el relato, que se
publicó sin apenas revisar ni corregir, un trabajillo hecho por su autor para
no durar más que los periódicos en los que veía la luz. Reconoce en él aspectos
comunes con El misterio de la cripta
embrujada y El laberinto de las
aceitunas, aunque sin sombra de amargura y sí pleno de la frescura y alegría que
suele adornar lo que se hace para no perdurar.
Más tarde, publicar Sin noticias
de Gurbs como libro, dice Mendoza,
parecía algo abocado al fracaso: era una historia simple, poco original (las
aventuras de alguien fuera de su mundo), muy local, muy ceñida a su tiempo, y
para colmo ya publicada en el periódico de máxima difusión. Sin embargo, Sin noticias de Gurb ha llegado a ser
su libro más vendido y traducido. Alguna vez he visto a Eduardo Mendoza citar la paradoja que para él ha supuesto siempre
que sus libros más vendidos hayan sido los menos trabajados. Aunque en esas
ocasiones la cara de no entender nada con que lo dice es más expresiva que sus
palabras.
Algo
me voy a permitir añadir, que puede explicar parte de ese éxito: amparado en la
ingenuidad del protagonista, Sin
noticias de Gurb es la obra más gamberra de Mendoza. Eso sí: es un gamberrismo que no pretende molestar ni
ofender, sino solo divertir, festejar la vida. ¿Cómo va a ser malo el resultado
cuando un escritor de su talento y tan dotado para el humor se deja llevar por
la osadía?
Es
la segunda vez que leo esta novela. La primera fue por curiosidad, por lo mucho
que había oído hablar de ella. Ahora lo he hecho por placer y para hacer esta
reseña sin necesidad de recurrir a mi escasa memoria.
Un aspecto parecido al de Marta Sánchez a finales de los 80 adoptó el marciano Gurb antes lanzarse a "investigar" por Barcelona |
La
forma en que está contado, como un preciso diario-informe
entre el “día 9” y el “día 24”, donde se indica la hora y minuto de cada
suceso, permite una lectura muy ágil. Casi cada párrafo es un chiste, y es
imposible saber lo que nos vamos a encontrar en el siguiente. Si mil veces he
dicho que el humor surge de
encontrar una cosa donde esperamos otra, en Sin noticias de Gurb no hay manera de encontrar nada en su sitio,
por lo que la sonrisa se lleva de principio a fin. Por eso es una obra
magistral, por más que su organización y coherencia sea
deudora del precipitado modo en que fue escrita; pero estos fallos bien se le
pueden perdonar habida cuenta de que su finalidad, más que contar una historia,
es divertirse con ella. Solo en una cosa hay que ir con cuidado: como el
ritmo de la acción está marcado, literalmente, por el reloj, el lector hará
bien en no perder de vista cada una de las horas que indica el protagonista,
porque son numerosas las situaciones que hacen mucha más gracia cuando se sigue
el detalle del minuto en que suceden.
Dentro
de los flecos sueltos, dos son los más llamativos: por una parte la rápida
integración del protagonista, que pasa quizá demasiado bruscamente de ser tan
ajeno a las costumbres humanas como para ingerir propinas, a ser plenamente
consciente de la mayoría de los usos sociales; es decir, que pasa de la “aventura
en la selva” a vivir en la “civilización” sin necesidad casi ni de recurrir a
sus especiales poderes (que tanto juego dan, por cierto). El segundo es la
apariencia del personaje: como asume identidades de lo más variopintas, a
veces da la sensación de que Mendoza
lo suelta por el mundo sin recordar qué fisonomía calzó el día anterior, lo
cual produce alguna situación un poco confusa.
De
Gurb no sabemos nada, excepto que desaparece. La información sobre él nos llega
con cuentagotas, a medida que el protagonista va rememorando y citando cosas.
Así sabemos que el narrador es el jefe de una expedición marciana, y Gurb su
ayudante y chico para todo; es decir, el pringadillo. Supongo intencionado que cause más problemas la
desaparición del ayudante que del jefe. Tampoco creo inocente que la
integración del marciano comience por algo tan español como el bar de barrio.
De
quien sí sabemos es del narrador. Es un marciano tan ingenuo y bien intencionado
que dan ganas de tenerlo como mascota; si causa estropicios, lo hace en su afán
de ayudar, de resultar útil o de no molestar; y solo se concede un egoísmo: el de
caer rendido ante la belleza femenina, pero lo hace de forma tan idealista e ingenua
que el pobre ni siquiera llega a “pillín”. Su debilidad por los churros,
además, contribuye a humanizarlo.
Los
recursos humorísticos a que echa mano Mendoza
son muchos. Desde la reiteración forzada como si de una exigencia científica se
tratara (por ejemplo, las alusiones a la situación climatológica en los
momentos más inesperados) a cierto humor
negro (en la visita al hospital) o las palabras en cursiva, palabras que siendo
normales para el lector suponen un descubrimiento para el marciano narrador, quien obliga al lector a ser más consciente del significado de las palabras, lo cual no deja de tener su gracia; aunque a
veces, pocas, el marcianete confunde el uso de los términos, como cuando dice
que “la madre de un cordero era...”. También utiliza las aclaraciones entre
paréntesis que tanto juego le han dado con su detective innominado (como en el
interrogatorio a la portera), la hipérbole (con el saldo de la cuenta, la
compra compulsiva, la ingesta de churros o muchas cosas más), y, por supuesto,
el absurdo, que tiene un papel importante incluso cuando quien actúa no es el
marciano; alguno de esos recursos tiene inspiración clara, por ejemplo la muy jardelieana
tarjeta de visita del tipo con el que comparte calabozo, que indica “JETULIO
PENCAS. Agente mendicante, se echa el tarot, se toca el violín, se da pena.
Servicio callejero y a domicilio.” Incluso, si se me apura, Sin noticias de Gurb tiene cierta
influencia “mortadelofilemoniana”,
porque las trazas con las que sale el protagonista a la calle no son ajenas al
modo de actuar de Mortadelo. A
título de ejemplo, entre otras muchas adopta la forma del Conde Duque de
Olivares, de Gary Cooper, de Gandhi o de Pío XII.
Eduardo Mendoza |
Como
ya he dicho, Mendoza apunta a que
escribió a salto de mata, sin apenas poder revisar, y eso se nota al final. Si
durante toda la obra nos encontramos con una secuencia de hechos, hacia su
término hay varias disertaciones totalmente fantasiosas (que constituyen los
textos más prolongados), cuya gracia más está vinculada al absurdo absoluto que
a ningún tipo de equívoco, como la historia de las ciudades subterráneas y la de
la dominación de las razas.
Y
sí, Sin noticias de Gurb es deudora
de El misterio de la cripta embrujada
y de El laberinto de las aceitunas:
escritas las tres en primera persona por un narrador sin nombre, que no deja de
ser un inadaptado (por causas diferentes) y que fruto de su inadaptación no
para de incurrir en comportamientos estrafalarios. Ambos personajes profesan,
además, una admiración por las mujeres guapas que linda con la idolatría. Las
acotaciones entre paréntesis son muy similares, como también lo son ciertas
obsesiones. Pero, siendo deudora, es también distinta por su gamberrismo
inocente, y porque no hay marciano que no permita el lujo de poder prescindir de la
realidad, y Mendoza supo usar esa
libertad. En cambio, en las dos primeras es el constante enfrentamiento con la realidad lo que hace grotesco al personaje.
Una
última cosa, anecdótica: Sin noticias de
Gurb se lee de un tirón, de tan corta como es, pero hay algo que me llama
mucho la atención: fragmentos que solo hace sonreír cuando se leen normalmente
(por ejemplo, cuando el protagonista, para ligar, baja a pedirle cosas a la
vecina), hacen carcajear hasta las lágrimas cuando se lee en voz alta (hora
incluida). ¿Por qué? Es un misterio tan grande como el paradero de Gurb, pero quien
haga la prueba no se arrepentirá.
Que grande esta novela, aunque la leí muy joven, y es de las pocas que he vuelto a releer, y sobre todo regalé en varias ocasiones.
ResponderEliminarUn humor genial para los que vivimos aquella época.
Muy bueno el recuerdo de Marta Sánchez, jejeje.
Saludos
Me reí un montón con este libro, besotes!
ResponderEliminarGracias a los dos. ¿Por casualidad habéis probado eso de leer unos fragmentos en voz alta, diciendo hora y minuto?
ResponderEliminarSi quieres llorar de risa este es un libro perfecto, no es que tenga un gran argumento pero está bastante divertido, yo sí he leído en voz alta ese párrafo que mencionas y me ha hecho reír a carcajadas tanto que he vuelto a releerlo.
EliminarGracias Miguel por animarte a leer Sin noticias de Gurb.