Amaro Carabel es un pobre pringadillo que trabaja en una banca de principios de siglo, propiedad de dos respetabilísimos caballeros que desde las buenas maneras sangran a sus trabajadores y expolian a los clientes. Las cuatro perras que Amaro gana no le permiten independizarse y casarse con su novia, la madre de la cual está harta de la situación. Carabel, abrumado por las demandas de su novia y más por las del proyecto de suegra, osa pedir un aumento de sueldo, lo cual viene a ser considerado por sus jefes como algo equivalente a la revolución bolchevique. Para colmo, en la estrafalaria y forzosa jornada campestre con que los jefes dicen agasajar a sus empleados, Carabel tiene una indiscreción que le cuesta el empleo. Y sin él no hay dinero, y sin dinero no hay esposa, y si no va a haber esposa ¿para qué va a haber novia? Lo dejan plantado.
Sin un céntimo y solo, sin otra compañía que la de una tía y el gato negro que ésta ha robado para atraer la suerte, Carabel cree comprender que siendo bueno no va a ningún sitio, y decide convertirse en un malvado. El malvado Carabel.
A partir de aquí la novela se desarrolla sobre la idea de que el malo nace y no se hace, porque los intentos de Carabel por abrazar el mal son más voluntariosos que maliciosos, y siempre inocentes, torpes y risibles. El argumento se convierte en un muestrario de situaciones más o menos cómicas, ligadas por el único nexo de la maldad premeditada y con la única expectativa de ver si alguna vez Carabel se saldrá con la suya.
La obra está revestida de un humor amargo, algo desagradable, un humor ajeno a Carabel, quien no se toma la vida con filosofía ni con humor, sino que la sufre de principio a fin; es decir, al lector se le ofrece la oportunidad no de reírse con Carabel, sino de él, de divertirse con su desgracia y torpeza, lo cual provoca que el humor aparezca solo a ráfagas, cuando la situación es tan esperpéntica que no queda más remedio que sonreír.
No hay concesiones al humor del absurdo (a diferencia de en El hombre que compró un automóvil), pero sí a la caricatura, en especial en lo que afecta a los señores Aznar y Bofarull, dueños del banco donde trabajaba Carabel.
El malvado Carabel, que aunque no da para muchas reflexiones se sustenta en las ideas de “si se nace o se hace” y en la atracción del mal, ha sido llevada al cine en varias ocasiones, una de ellas por Fernando Fernán Gómez, lo cual sin duda ha dado más vidilla a la novela de la que por sí sola hubiera tenido.
Leí este libro siendo muy niña, y aunque por supuesto no aprecié el humor negro ni la amargura del trasfondo, lo recuerdo con cariño porque me hacía gracia que a Carabel siempre le salieran las cosas al revés y acabara haciendo el bien cuando pretendía ser un canalla. Lo tengo pendiente para una lectura adulta.
ResponderEliminarQuien sería los que hacian de aznar y bofarull ??..no hay forma de encontrarlo
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