Estar bajo el culo del
sapo equivale, en Hungría, a
nuestro “estar jodido”, dice la sinopsis del libro. Y añade que Bajo el culo del sapo fue enviada “solo”
a 58 editoriales antes de ver la luz. Algo inexplicable, ciertamente, porque
estamos ante una novela de indudable mérito, donde la historia, la tragedia y
el humor funcionan a la par de la
mano de unos protagonistas que para sobrevivir deben recurrir a la picaresca,
como todo el mundo en una sociedad donde la libertad ha desaparecido y donde la
ideología se establece por decreto, como si eso fuera posible.
Bajo el culo del sapo
narra las peripecias de Gyuri y alguno de sus amigos en Hungría. Un muchacho al
que la Segunda Guerra Mundial sorprende en la pubertad, y que antes de los
treinta debe enfrentarse a la guerra, a la ocupación rusa, al periodo liberal
de 1947, al gobierno comunista de Rákosi, a la muerte de Stalin y al posterior
distanciamiento del régimen hacia el estalinismo, al gobierno de Nagy, al amago
de revolución de 1956 y a su aplastamiento por las tropas soviéticas.
El protagonista crece en ese entorno, donde es un ciudadano “desclasado”
y, por tanto, eventual sospechoso de todo, aunque en realidad no hace nada más que
añorar una libertad que no ha llegado a conocer, pero que intuye al otro lado
de las privaciones; una libertad que permita cosas tan sencillas como poner los
pies más allá de los poco más de 90.000 kilómetros cuadrados de tierra húngara. Por suerte para él, juega al baloncesto de
forma semiprofesional, lo cual le permite ciertos lujos, como disponer de
empleos no muy bien remunerados pero en los que no hay que trabajar. De esta
forma, recorriendo las empresas estatalizadas gobernadas con criterios
irracionales y el mundo de la policía política, que está omnipresente, vamos
conociendo una época de enorme carestía, donde hasta comer es un lujo, y todo
visto desde el prisma de un “humor utilitarista”, que unas veces tiene por
objeto la mera supervivencia, otras parece una cariñosa mirada atrás y, en
ocasiones, deriva simplemente de las locuras y barbaridades que se hacen a ciertas
edades.
Gyuri, que vive con un padre apático que lo ha
perdido todo y que se conforma con que lo dejen estar sentado en su sillón, es
un tipo normal dentro de lo que cabe; alguien con buena y mala suerte, que como
todo hijo de vecino unas veces es capaz de conseguir lo que quiere y otras no,
que alguna vez es hábil y la mayoría es torpe porque tiene más ambiciones de
las que es capaz de alcanzar. Un personaje que contrasta con su amigo Pataki,
el cual siempre se las apaña para salir indemne de todo, aun a costa, a veces,
de hacer muchos más esfuerzos de los que hubiera deseado; porque Pataki es
osado y habilidoso, pero también muy comodón.
Bajo el culo del sapo
es, sobre todo, una reivindicación de la libertad. Todos los personajes la
anhelan, aunque ninguno defiende ninguna ideología. Y eso es precisamente lo
que saca a la luz la opresión: cuando el ciudadano al que la política le
importa un pito llega a sentirse acogotado por el Estado, cuando uno no quiere
defender nada sino solamente que le dejen en paz, es evidente que las cosas han
llegado todo lo lejos que pueden llegar, y es en esas circunstancias cuando
surgen movimientos populares espontáneos, como el de 1956.
Una obra trágica por su entorno, pero también divertida,
donde en alguna ocasión cuesta no soltar una carcajada. Un gran libro, y una
forma de echar un vistazo a una pequeña parte de la historia de un país, Hungría,
del que ahora poca gente sabe decir algo.
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