Ed McBain es uno de los seudónimos de Evan Hunter y, Trampas
y el resto de novelas de la Comisaría 87, el filón del que se nutrieron los
guionistas de Canción triste de Hill Street, aunque nunca lo reconocieran.
De
hecho, Trampas es una novela muy cinematográfica, o más bien televisiva, sin
otro protagonista que el conjunto de historias que se entrecruzan en el tiempo,
de forma que cada vez que se cuenta algo de alguna es para abrir una incógnita
o aventurar una solución, dejando al lector constantemente con la miel en los
labios, hasta que las cosas terminan resolviéndose y cayendo por su propio
peso.
No son, con alguna excepción,
crímenes complicados, y se acaban resolviendo de forma rápida, a menudo
auxiliados por la casualidad. Tampoco los policías son investigadores
brillantes, sino personas que se limitan a seguir el “manual de procedimiento”.
McBain pasa, dice el prólogo y la solapa del libro, por uno de los mejores
escritores sobre el mundo real de la policía.
Los hechos ocurren la víspera de
todos los santos. Un cadáver que va a pareciendo a trozos, y que parece ser el
de un mago de tres al cuarto, cuya desaparición ha denunciado su esposa tras
una actuación; unos niños, que van asaltando licorerías y matando a los tenderos;
o una policía guapa, traumatizada por una agresión, que se ve obligada a actuar
de cebo de un asesino en serie, con gran riesgo, haciéndose pasar por
prostituta. Y todo ello como parte de la vida en la ciudad (indeterinada), donde nadie es
amigo de nadie y cada uno defiende lo suyo.
Una historia que transcurre de
forma tranquila, pero sin pausa, donde los acontecimientos se suceden en un
orden lógico y sin llegar a precipitarse: cada cosa llega cuando tiene que
llegar. El resultado, mayor dosis de realidad, aunque quizá eso no acabe de
convencer a los devoradores de las “fórmulas best seller”.
Evan Hunter (Ed McBain) 1926-2005 |
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