A la comisaria de Franckurt Cornelia Weber-Tejedor me
la “presentó” un amigo tan aficionado a este género que hace muchos años que ha
dejado de ser un aficionado para ser un experto. Entre dos aguas es la primera novela de esta policía hija de padre
alemán y madre española emigrada en los años sesenta. Aunque, para mí, es la
segunda, porque me fue presentada a través de Con anuncio.
Y eso
ha condicionado la lectura de Entre dos aguas (creo que para bien),
porque al interés de la historia he unido el de buscar la confirmación de
aquellas cuestiones que había deducido, con mayor o menor acierto, al leer Con
anuncio.
Cornelia
es una comisaria ya madurita, cuyo marido anda por Australia en moto, tratando
de encontrarse a sí mismo (extravagancia lo bastante notable como para sentir cierta compasión por la esposa, sola y trabajando sin parar). Cornelia lleva una vida volcada en el trabajo, sin
apenas tiempo para sí misma ni para la vida social, tiene una madre que sigue
teniendo mucho de la pueblerina que emigró, un padre con un perfil bastante
plano, un compañero de trabajo que ha pasado de inseparable a misterioso, malas
relaciones laborales con un colega, relaciones pragmáticas con un superior al
que respeta más que teme, y es también una comisaria que acaba de enrolar en el
equipo a un policía de buen ver; aunque el muchacho, a consecuencia de no saber
dónde se mete, acaba compadreando más de lo previsto con el “colega enemigo”.
También mantiene una relación de complicidad, aunque estrictamente profesional,
con el forense. Y, lo que parece más importante, Cornelia tiene ciertas dudas
acerca de si es alemana, española o qué, aunque a todos los efectos se
considere alemana.
Y esas
dudas se ponen de manifiesto en esta historia, porque el muerto que aparece en
el río es miembro de la colonia española, e incluso conocido por su madre. Por
una parte Cornelia debe hacer su trabajo como comisaria alemana, y por otra la
colonia española no deja de considerar oportuno que la investigación la realice
“uno de los suyos”. De ahí la necesidad de afirmarse; aunque esa misma
afirmación, por otra parte, es complicada cuando su madre sigue siendo más
española que la tortilla de patata, y a través de ella Cornelia ha comprendido (o al
menos tolerado) buena parte de las costumbres hispanas inexplicables bajo una
óptica germana.
Así, a
la tensión propia del esclarecimiento de un crimen, se une cierta tensión “social”
derivada del deseo del colectivo español de no verse salpicado ni señalado por
el delito.
El
devenir de la investigación conduce a algunas alusiones a episodios ambientados
en la guerra civil y en la postguerra, trauma que para los emigrantes españoles
no evolucionó igual que para quienes permanecieron en España por la sencilla
razón de que el emigrante no podía ver con sus propios ojos cómo cambiaban las
cosas y cómo evolucionaba la "memoria social". Y la trama de la novela se complica con la presencia, más o
menos inquietante, de un sobrino del finado que es un permanente sospechoso (y
no desvelo si justificadamente o no).
Paralelamente,
aparece en otro “caso hispano”. El de una muchacha ecuatoriana empleada del
servicio doméstico de un tipo influyente, que de buenas a primeras desaparece.
No sé muy bien qué papel juega esta trama en la novela: si darle mayor
extensión, mayor realismo porque la policía suele conducir a la vez varias investigaciones,
si tratar de complicar la previsión del desenlace o el desenlace mismo, o si
pretende, simplemente, oxigenar la investigación del caso principal para hacer
más ligera la lectura. No es un recurso novedoso, y en Entre dos aguas
está bien resuelto, porque queda integrado y los saltos de un tema a otro le
dan agilidad.
Una duda me queda: cuáles son las dos aguas entre las que navega la protagonista. Si al principio parece una referencia al río donde aparece el muerto, enseguida se ve que hay muchas dobles corrientes que atrapan a la comisaria, situada entre las aguas de la colonia española y la sociedad alemana, situada también entre el agua de un caso y otro, en medio de dos colaboradores cuya relación tiene su aquel, e incluso enfrentada a una disyuntiva personal mientras su vida siga como está sin que su marido se moleste en hacer otra cosa que corretear por Australia.
Una lectura agradable y entretenida, que conviene seguir en
las restantes entregas de la serie.
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