El miedo de Montalbano (Serie Montalbano, 9)
Quizá la razón sea que mientras esos
escritores se empecinan una y otra vez en contarlos los traumas profesionales y
afectivos de sus criaturas, con lo que acaban narrando mil veces la misma
historia y, en consecuencia, reviviendo mil veces las mismas penas y dando
lugar a planteamientos parecidos, Camilleri
apenas lo hace, confiando en que las presentaciones no son necesarias porque el
lector ya conoce a Salvo Montalbano.
De ahí que pueda ir tan campante a la
esencia de las historias y que la extensión de los relatos se reduzca, haciendo
muy ágil la lectura. Esto no impide que el lector encuentre aquellas cosas que
han hecho atractivo al personaje: su gruñona personalidad, su inconsciencia del
riesgo, y su entorno, cada vez mejor perfilado, así como un tomo desenfadado
que a menudo entra de lleno en lo humorístico.
Pero eso es lo que ocurre cuando uno se reencuentra con un amigo: que conoce su
humor sin necesidad de que cada vez vuelva a contarle su vida. Así que una vez
dicho esto, queda claro que lo que diferencia El miedo de Montalbano de sus predecesoras es, en realidad, el
contenido del caso. O de los casos, porque estamos ante un libro con seis
relatos, tres de los cuales son breves. De los otros alguno hay que llega a ser
casi una pequeña novela.
Helos aquí:
Helos aquí:
Día de fiebre (relato corto)
Un atraco. Un tiroteo. Una niña herida. Un vagabundo que la atiende con pericia. Y el instinto de Montalbano para ver qué hay detrás de ese hombre.
Herido de muerte
Un hombre muere tiroteado en su cama. La sobrina que lo cuida ha tenido tiempo de ver escapar al asesino, y incluso a su vez le ha disparado. Es una muchacha joven, que ha sido explotada toda la vida por su tío. Una muchacha callada e inquietante, pero también valerosa, que turba a cualquiera que se pone ante sus ojos. La lista de posibles criminales es larga, porque el hombre se dedicaba a la usura. Pero ya sabemos que las primeras impresiones engañan, y a menudo también las segundas, y quién sabe si las terceras.
Un sombrero lleno de lluvia (relato corto)
Un atraco. Un tiroteo. Una niña herida. Un vagabundo que la atiende con pericia. Y el instinto de Montalbano para ver qué hay detrás de ese hombre.
Herido de muerte
Un hombre muere tiroteado en su cama. La sobrina que lo cuida ha tenido tiempo de ver escapar al asesino, y incluso a su vez le ha disparado. Es una muchacha joven, que ha sido explotada toda la vida por su tío. Una muchacha callada e inquietante, pero también valerosa, que turba a cualquiera que se pone ante sus ojos. La lista de posibles criminales es larga, porque el hombre se dedicaba a la usura. Pero ya sabemos que las primeras impresiones engañan, y a menudo también las segundas, y quién sabe si las terceras.
Un sombrero lleno de lluvia (relato corto)
Montalbano
está en Roma, obviamente en contra de su voluntad. Por azar se topa con un
antiguo conocido, que lo invita a cenar. Al acudir a la cena cae el diluvio, El
comisario acaba empapado y, mientras camina por la calle, se agacha a recoger
un sombrero que se le ha caído a un hombre. Y ya no acudirá a la cena.
El cuarto secreto
Un albañil albanés muere al caer de un andamio. Nadie hubiera sospechado nada de no haber sido porque, con retraso, llega a la comisaría un anónimo advirtiendo de que el accidente va a ocurrir. Montalbano toma cartas en un asunto competencia de los carabinieri, y acaba confirmando lo que es obvio: que el accidente no lo fue. También hay otra cosa obvia: consigue averiguar los por qué y los quiénes.
El miedo de Montalbano (relato corto)
El pobre Montalbano ha sido arrastrado a la montaña. Durante un paseo tiene ocasión de salvar a una mujer que se ha despeñado, y que está colgando sujetada por su marido. Entre los dos consiguen salvarla, pero ella está en estado de shock. Cuando el marido vaya a darle las gracias, una mirada le bastará al comisario para comprender toda una historia que le hará asustarse de sí mismo.
Mejor la oscuridad
Un cura aparece en casa de Montalbano diciendo que una anciana a punto de morir quiere decirle algo, el cura no se lo puede anticipar debido al secreto de confesión. Montabano acude a regañadientes, pero la mujer solo dice una cosa antes de morir: que el veneno que dio, no era veneno. Y con semejante dato, eche usted un repaso a los más de noventa años que estuvo esa mujer en el mundo. Uno de esos viejos misterios que nada han de suponer jurídicamente pero que Montalbano no es capaz de rechazar. Y lo resuelve, por supuesto, llegando a algunos dato de forma sagaz, aunque engañosa, porque en realidad el misterio se resuelve gracias a un recurso facilón que ya Camilleri ha usado otras veces: la prodigiosa memoria de algunas personas y la capacidad del comisario de relacionar los hechos.
El cuarto secreto
Un albañil albanés muere al caer de un andamio. Nadie hubiera sospechado nada de no haber sido porque, con retraso, llega a la comisaría un anónimo advirtiendo de que el accidente va a ocurrir. Montalbano toma cartas en un asunto competencia de los carabinieri, y acaba confirmando lo que es obvio: que el accidente no lo fue. También hay otra cosa obvia: consigue averiguar los por qué y los quiénes.
El miedo de Montalbano (relato corto)
El pobre Montalbano ha sido arrastrado a la montaña. Durante un paseo tiene ocasión de salvar a una mujer que se ha despeñado, y que está colgando sujetada por su marido. Entre los dos consiguen salvarla, pero ella está en estado de shock. Cuando el marido vaya a darle las gracias, una mirada le bastará al comisario para comprender toda una historia que le hará asustarse de sí mismo.
Mejor la oscuridad
Un cura aparece en casa de Montalbano diciendo que una anciana a punto de morir quiere decirle algo, el cura no se lo puede anticipar debido al secreto de confesión. Montabano acude a regañadientes, pero la mujer solo dice una cosa antes de morir: que el veneno que dio, no era veneno. Y con semejante dato, eche usted un repaso a los más de noventa años que estuvo esa mujer en el mundo. Uno de esos viejos misterios que nada han de suponer jurídicamente pero que Montalbano no es capaz de rechazar. Y lo resuelve, por supuesto, llegando a algunos dato de forma sagaz, aunque engañosa, porque en realidad el misterio se resuelve gracias a un recurso facilón que ya Camilleri ha usado otras veces: la prodigiosa memoria de algunas personas y la capacidad del comisario de relacionar los hechos.
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