En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Y el bocadillo subió a Internet (Artículos humorísticos, 1)





Y el bocadillo subió a Internet

    Hay quienes –y son multitud- ante un bocadillo de tortilla de patata no resisten la tentación de fotografiarlo con su teléfono inteligente (antes eran unos aparatos bastante bobos) y enviar la imagen al mundo, vía Facebook, Twitter o lo que sea, acompañada de un comentario ingenioso, como por ejemplo “bocadillo de tortilla de patata”, "ñam" u otros igual de poéticos.

    Quizá sea una reminiscencia del pasado. De cuando en los tendederos de los balcones ondeaba sin pudor la mal llamada ropa interior, que de esa guisa no podía ser más exterior. Tendederos que delataban posaderas donde no se ponía el sol y coqueterías que más valía no imaginar, tendederos donde gayumbos anteriores a las pirámides compartían espacio con la penúltima moda, pues la última siempre está por salir. La cadencia del desfile textil guardaba relación inversa con las fragancias de las viviendas y sus inquilinos; y la composición, estado y colorido del ejército, desde el general mortaja al soldado calcetín, avisaba de fiestas, lutos, pagas extra, costumbres y hazañas deportivas, gastronómicas y etílicas.

    En ocasiones estos muestrarios daban democráticamente a la calle, para que todo el mundo tuviera ocasión de escuchar su proclama. Otras lo hacían a patios interiores. En ellos había un tiempo para tender y otro para cocinar, una suerte de disciplina vecinal para evitar que el aroma a sardina impregnase la colada. Pero como a la disciplina el ser humano llega por necesidad y no por placer, enfrentamientos hubo por cocinar a deshoras que terminaron en el traumatólogo; aunque no era frecuente, claro, pues la indisciplina se solventaba mediante discusiones de ventana a ventana –civilizada distancia que evitaba acabar a tortas-, y a grito pelado. De escuchar estos  altercados gustaba el resto de vecinos casi tanto como de las discusiones familiares que por el patio propagaban detalladísimos currículos que a menudo comenzaban con la fórmula “¡Eres un...!”

    De ventana a ventana también revoloteaban las palabras que anunciaban matrimonios, defunciones, nacimientos y las notas de los hijos estudiosos, amén de roturas de huesos, resfriados, neuralgias, advertencias meteorológicas, avisos de última hora y útiles valoraciones sobre el surtido de la tienda de ultramarinos; aunque las noticias más golosas eran las que se transmitían en voz queda.

    Balcones y ventanas cumplían así su misión: poner a los inquilinos en contacto con el mundo.

    Pero los tiempos han cambiado. Las calzonamentas al viento han desaparecido de las calles merced a las ordenanzas municipales que consideran poco decoroso que frente a tal o cual monumento flameen semejantes estandartes. Tampoco los patios interiores viven momentos de gloria, acosados por las secadoras y los tendederos plegables que, instalados en el interior de las viviendas, evitan que la ropa huela a las fritanga de cocineros forzosamente indisciplinados a causa de las prisas y los horarios intempestivos del mundo moderno.

    Aislados los vecinos, recluidos en madrigueras que no ofrecen ya  otro signo de vida que la cambiante posición de las persianas, así incomunicados, no es extraño que  las nuevas tecnologías hayan servido para hacer lo mismo que antes, pero de otra manera. Por ejemplo, no pudiendo escuchar en directo las broncas de los locos del quinto, del segundo o del tercero, triunfa su equivalente, la telebasura. ¿Pero cómo sustituir las ancestrales costumbres de compartir con los vecinos el olor de la comida, de la cena y las miserias que a nadie le importan? ¡Mediante Facebook, Twitter y demás familia! “Bocadillo de tortilla de patata”.




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