Tras unas muy pocas páginas al comienzo que me sonaron un pelín empalagosas (¿será que estoy cansado de que de pronto en los últimos años todo el mundo vaya viendo “luz dorada” por todas partes?), me he encontrado con una novela breve, original, y bonita, de alguna manera basada en una vuelta de tuerca al mito de Orfeo y Eurídice.
Orfeo bajó a los infiernos a buscar a Eurídice cuando esta murió. Y en esta novela, el protagonista masculino (cuya presencia real es más bien escasa) dice que él haría el camino inverso: si muriese, volvería del mismísimo infierno en busca de su amada. Se lo dice a la hija de una amiga, que siempre lo había visto como a un “señor mayor”, aunque se lo dice en el momento en que ella ya no es una niña sino una mujer, cuando ya a sus ojos él ha evolucionado de “señor mayor” a “hombre muy interesante”.
Lo cierto es que el caballero muere en una tempestad en el mar, y que el tiempo corre. Varios años después la mujer se topa por en un aeropuerto con un hombre exactamente igual al supuestamente finado. Y no es esa la única casualidad.
¿Ha vuelto en verdad desde los infiernos para encontrarse con su amada? ¿O es ella, en realidad, quien está descendiendo a ellos para tratar el imposible de recuperar al hombre del que se había enamorado sin apenas ser consciente?
La solución, leyendo libro.
Fuera de eso, llama la atención que los escenarios (en el extranjero, donde los personajes están “replantados” por motivos laborales) además de poner una nota llamativa porque hay ciertos lugares que siempre resultan atrayentes o evocadores, ayuda a reforzar la sensación de soledad, de introspección, a dar un cierto aire de “suspense”, como si la chica (en particular ella) debiera enfrentarse en solitario a sus dudas, a sus temores, a los designios del más allá o a los del más acá.
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