En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

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jueves, 8 de mayo de 2014

Los hombres te han hecho mal - Ernesto Mallo



         Tercera novela de Lascano, alias el Perro, algo más breve que la anterior, pero también más directa. Como en las dos primeras, en cada página se nota el buen saber hacer de Ernesto Mallo.

El tiempo ha pasado sin que Lascano se dé cuenta, hasta el punto de que un buen día se encuentra jubilado. Pero antes de poder poner orden en su nueva vida –o de aburrirse con ella, pues no parece qué saber hacer con sus días- recibe una petición que se transforma en un trabajo: encontrar a una niña desaparecida años atrás. La madre murió no se sabe a manos de quién (aunque puede intuirse), y es la millonaria abuela quien está detrás de la encomienda a Lascano, a quien conoce... por lo que verá quien lea la novela. 

  Como en sus predecesoras, la historia se teje entrecruzando historias. La de Lascano por un lado, la de la abuela, la hija y la nieta por otro, y la de los delincuentes que directa o indirectamente intervienen; unos, por lo que hicieron y siguen haciendo; otros, porque interfieren; y luego, los de siempre, porque delinquen desde la impunidad que da el poder. El turbio ambiente que mezcla la delincuencia organizada y más o menos organizada, las tramas y los grupúsculos, la droga y el trágico mundo de la prostitución (más bien habría que hablar de esclavitud) son el marco donde todo se desenvuelve.

  La novela se lee con rapidez porque es corta, aunque haya que leer despacio porque todo es significativo (lo que hace que se disfrute más), y donde el componente de género no impide apreciar una vez más la denuncia de la corrupción. El misterio en torno a cómo se desenredará lo que parece un complejo ovillo sirve de guía al lector en un paisaje donde la vileza siempre la soporta el más débil, que suele ser también el más pobre, y donde la violencia –mucha- acaba alcanzando a todos.

Quizá como consecuencia de esa ligera mayor brevedad combinada con el elevado número de personajes, los diálogos no son tan potentes como en  El policía descalzo de la Plaza San Martín, pero lo siguen siendo bastante y merece la pena detenerse en ellos.

Solo hay un aspecto ajeno a la historia en sí, que viene de las novelas anteriores y que si hay otras nuevas seguramente se prolongue en ellas: la relación de Eva con Lascano, que en El policía descalzo de la Plaza San Martín parecía haber quedado reducida al recuerdo, todavía da juego; lo cual, unido al ambiente marginal en lo profesional de Lascano y a la atmósfera corrupta en que se desenvuelven los personajes, da soporte a la continuidad de las novelas. No obstante, dado el sorprendente final en lo que a la situación de Lascano respecta (no digo más para no estropear nada a nadie) habrá que ver, si hay una cuarta novela, por dónde irán los tiros (y no es un juego de palabras).


jueves, 7 de noviembre de 2013

El policía descalzo de la Plaza San Martín - Ernesto Mallo



            Estupenda novela de Ernesto Mallo, la segunda del comisario Lascano, el Perro.
Más o menos recuperado en la clandestinidad del balazo con que los militares casi se lo quitan de en medio, Lascano está fuera de la policía, donde la mayoría lo da por muerto, pero entra en los planes del caballero que lo ha hecho cuidar y que se apresta a defender su propio nidito de corrupción aupándose a la dirección policial de un país donde el gobierno militar ya ha quedado atrás. El comienzo de la novela enlaza así (al margen del salto temporal) con el final de Crimen en el barrio del Once, novela que es conveniente haber leído antes, aunque no imprescindible.
            Y Lascano, tan pachucho todavía, se enfrenta a cinco problemas. El primero, que su dudoso valedor dura en el puesto lo que tarda en sentarse en la silla, lo cual provoca, al saberse sus planes para Lascano, que el Perro se convierta de nuevo en objetivo del poder corrupto. El segundo, que la fugaz relación con Eva en la primera novela, la “subversiva” que le recordaba a su fallecida esposa, ha devenido en enamoramiento, y Lascano quiere encontrarla aunque ni siquiera sabe qué pasará entonces. El tercero, que buena parte de su mundo ha desaparecido (ya no forma parte de la policía, ni tiene vivienda, ni modo de vida, ni prácticamente amigos, ni nada). El cuarto, que los mandamases de un banco le encomiendan una misión con la cual podrá ganar bastante dinero y salir del atolladero: encontrar al tipo que les ha birlado, mediante un atraco, un millón de dólares que por una de esas casualidades de la vida no figuraban donde tenían que figurar. Y el quinto, que un fiscal jovencillo anda empeñado en hacer justicia en relación a los crímenes cometidos por los militares, y Lascano es un testigo útil contra el mayor Giribaldi.
            Las historias se alternan. La de Lascano, la de Giribaldi, la del fiscal que acaba sacrificando el amor al trabajo, mal que le pese, la de Miranda, un singular atracador que es también, a su manera, un caballero... Todo se entrecruza, mezclado con la visión de la situación política argentina, los logros y las carencias, los actos, las omisiones y los cierres en falso,  de forma que el conjunto avanza acompasado hasta el final, todo directo, escueto, sin palabras vanas, con una prosa de una notable calidad y con una buena carga de crítica. La novela, pese a ceñirse a los hechos, rezuma sentimientos, muchos de los cuales nacen del miedo: el odio, la impotencia... Y casi, más que nacer del miedo, algunos nacen del terror, porque cuando la amenaza proviene de quien debería defenderte, que es lo que ocurre cuando la corrupción devora las instituciones, la vida es un sálvese quien pueda. La brutalidad, siempre latente, impregna la vida de casi todos los personajes; unos como ejecutores, otros como víctimas. El régimen militar ha caído, pero para Lascano han cambiado poco las cosas.
            En ese entorno el protagonista tiene mucho de idealista, pero también de jugador, pues se mueve por el mundo apostando a cuáles serán las reacciones de cada cual. Solo así puede anticipar, a falta de otros medios, los movimientos ajenos. Aunque para ciertos detalles “logísticos” necesarios para sacar la acción adelante, conserva contactos que en ocasiones puntuales le permiten ventajas policiales.
            Los diálogos siguen el mismo esquema que en Crimen en el barrio del Once, pero si entonces me costó un poco adaptarme, ahora los hubiera echado de menos, porque la forma en que están hechos (aunque alguna vez generen alguna confusión acerca de quién habla), con párrafos en cursiva donde cada intervención rara vez contiene más de una frase, producen sensación de inmediatez y realismo, debido a que el narrador se volatiliza dejando a los personajes a solas con el lector. La sensación -ahora hay narrador, ahora no-, merece la pena; cuando no lo hay el lector queda tan metido en la historia que enseguida agradece que vuelva el narrador a protegerlo interponiéndose entre el lector y los hechos, no vaya a ser que a alguien se le escape un tiro; aunque el deseo de volver de nuevo a primera línea no tarda en surgir.

 

lunes, 29 de octubre de 2012

Crimen en el Barrio del Once – Ernesto Mallo




   El comisario Lascano es un policía viudo que vive, o sobrevive, en medio de sus recuerdos y en medio, también, de la dictadura argentina. Un buen día, o no tan bueno, aparecen tres cadáveres. Dos presentan signos inequívocos de haber sido ajusticiados por los militares, pero no así el tercero. Lascano comienza a indagar quién es y por qué lo mataron. A partir de aquí la historia inevitablemente debe cruzarse con las otras que desembocaron en el crimen: la de un responsable militar que ha “adoptado” un niño por una vía de lo más expeditiva, la de unos hermanos poco aficionados al trabajo y mucho a la buena vida, y la de una “subversiva” que escapa a una redada.

   La investigación en sí no depara sorpresas: sigue el cauce normal y conduce donde el lector espera habida cuenta de los personajes que aparecen. Lo más significativo, lo que hace distinta la novela al resto, es, por una parte, el asfixiante ambiente impuesto por la dictadura, un auténtico régimen del terror; y, por otra, el también asfixiante “ambiente personal” de Lascano, a medio camino entre la desesperanza, la soledad y la depresión. Junto al interés por averiguar quién es el asesino y si su crimen quedará o no impune, el autor juega con maestría la vieja técnica de dejar al “héroe” con un punto flaco que puede acabar con él si llega a conocimiento de sus superiores. En definitiva, que la cosa tiene más intensidad cuando el protagonista anda en el filo de la navaja.

   También llaman la atención los diálogos, que no siguen las reglas al uso y se concentran en párrafos en cursiva donde los intercambios de frases, en ocasiones, resultan ligeramente confusos de seguir.

   Novela negra en un ambiente social y político negrísimo, con la paradoja de que junto a los criminales de los bajos fondos, que son perseguidos y deben esconderse, coexisten los asentados en el poder, que casi llegan a hacer gala de sus crímenes. La novela viene a demostrar que no hay diferencia ni de métodos ni de objetivos entre los unos y los otros, pese a la impunidad del poderoso.