Dicen
que las portadas influyen. Es cierto. Tardé en leer esta novela, que tenía
hace tiempo en casa, porque los micos la hacían más apestosa que «mona». En
cambio, solo el despiste explica por qué he tardado algún dos o tres meses en
reseñarla.
El
Cuarto Mono es una novela fabulosa para quienes disfrutan de las tramas
interesantes y que captan la atención del lector. Esta lo consigue desde la primera página por lo original
del planteamiento: El Cuarto Mono es un asesino en serie, con costumbres truculentas
(antes de que aparezcan los cadáveres de sus víctimas siempre aparecen, en
inmaculadas cajitas blancas, las orejas, la lengua y los ojos), y la policía,
que andaba perdida, se topa con un regalo: un autobús atropella al criminal
cuando iba a dejar una de las cajitas. Estupendo comienzo, ¿verdad? Y es que,
claro, cuando uno anda con una oreja ajena en el bolsillo es fácil que se
despiste y cruce la calle cuando no debe.
El
problema, para la policía, radica que en si alguien anda con semejante equipaje otra persona está secuestrada y desorejada, y si no la encuentran pronto
tiene muchos puntos para diñarla. A localizar a esta víctima se dedica en
cuerpo y no tanto en alma el policía de Chicago Sam Porter; digo lo del alma
porque la tiene bastante chuchurrida tras la muerte violenta de su esposa.
A
medida que la novela avanza, con una estructura muy bien diseñada y con ese
lenguaje de los buenos best sellers, sin florituras y al alcance de todos, pero
usado con suma eficacia y profesionalidad, sin que nada en él chirríe, el
lector se va enterando de muchas cosas. De lo que pasó con la esposa de Porter,
de quiénes eran las víctimas del Cuarto Mono y por qué motivos la apiolaba, e
incluso de cosas bastante más sorprendentes que no cito para no desvelar nada.
Una
historia con un principio magnífico y que no deja de crecer a medida que pasan
las páginas, con un final movidito al estilo de las novelas de acción, al que
solo se le pueden poner dos peros: que los agónicos finales con un bueno
exhausto no se sabe si a punto de salvar a un inocente y capturar a un culpable
o de caer y fenecer a manos de este, está demasiado manido en novelas y cine; y, en
segundo lugar, que cuando me enteré de que es la primera de una trilogía me
llevé un disgusto: al acabar la lectura iba a haber aclarado buena parte de mis
dudas, pero no todas.
Habrá
que leer las dos siguientes.
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