Quien considere excesivo pagar 8,90 euros por una obra que
se lee en tres cuartos de hora posiblemente valore mucho más el continente
que el contenido. El resto estará bien contento de haber disfrutado de
una lectura que respeta su inteligencia y su tiempo.
«Migración e intolerancia» son cuatro fragmentos
de intervenciones de Umberto Eco en torno a los temas del título, algunas
ya con un cuarto de siglo a cuestas. La intolerancia, como oposición a
lo distinto, es la causa de las mayores desdichas, y como la migración
trae lo distinto es habitual que donde hay migración surja la intolerancia,
creándose situaciones explosivas. Eco distingue la inmigración –limitada,
controlable y que se integra en su lugar de destino sin cambiar esa cultura-
de la migración –no controlable y que acaba cambiando la cultura de destino-,
y aclara que como por definición la migración, cuando ocurre, ocurre sí
o sí, oponerse a la misma desde la intolerancia es una batalla perdida
que solo lleva a la desgracia. Europa, dice Eco, va a ser «más morena»,
y no es algo que se puede elegir ni impedir, pero que sí se puede comprender
y aceptar en pro de la convivencia.
Al apelar a la necesidad de comprender la diferencia
Eco señala la conveniencia de que cada cultura se baje del pedestal que
le hace juzgar las culturas ajenas con la balanza de la propia: acostumbramos
a ver con distancia las cosas «raras» del resto de culturas, a ser cautos
ante las costumbres y valores distintos y ante los modos de expresión que
tienen lecturas diferentes en cada sitio, sin caer en la cuenta de que
esos mismas valoraciones, pero en sentido inverso, también las hacen el
resto de culturas respecto a los europeos y que solo el interés y la comprensión
permiten la convivencia.
Un futuro en paz, termina diciendo Eco, no se logra
ni por la uniformización ni por la imposición de la propia cultura, ambas
cosas imposibles en las migraciones, sino a través de la comprensión y
la asimilación de las diferencias.
Un último aspecto quiero reseñar: la advertencia
expresa que hace Eco de que la tolerancia no debe tolerar cuanto conduzca
a la intolerancia, y de que la intolerancia debe ser prevenida antes de
que se transforme en doctrina, porque en ese momento ya es tarde y los
problemas, y quién sabe si las desgracias, están servidos.
Y ojito, porque ya sabemos que la intolerancia se
transforma en doctrina poco a poco, sin que la gente se cuenta. O incluso
a veces, dándose cuenta.
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