En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

miércoles, 29 de enero de 2020

La larga y agónica crisis de las librerías tradicionales


22 de enero de 2020. En el corazón de Zaragoza.


Últimamente es frecuente topar con quien demoniza a Amazon como causante principal del fin de las librerías tradicionales. La simplificación es peligrosa, porque los errores de diagnóstico desembocan en tratamientos inútiles que agravan las enfermedades.  En la vida casi nada es mas peligroso que equivocarse de enemigo.

Aprovecho alguna reciente conversación que he mantenido sobre el tema para, sin más ánimo que el de aportar o recordar alguna idea sobre el futuro de las librerías tradicionales que aún existen, explicar su larga y agónica crisis.

¿Por qué han cerrado tantas en las últimas dos o tres décadas?

-Por la competencia entre librerías. El modelo de negocio ha cambiado en ese tiempo. Han cerrado sobre todo librerías pequeñas, negocios familiares de pocos metros cuadrados, y la mayoría de las que han abierto son más grandes, con una oferta más amplia, y, normalmente, vinculadas a grupos empresariales con capacidad de financiación, de aguante hasta que el negocio arranca y de reconversión total o parcial si no lo hace. Así, por poner un ejemplo en estas décadas de cierre de librerías La Casa del Libro ha pasado de tener una tienda a mediados de los 90 a tener hoy 64. Fnac, en ese mismo periodo, ha pasado de una a 34. Santos Ochoa supera la veintena.

-Por los libros de texto del sistema educativo. Representaban un porcentaje enorme de las ventas de las librerías tradicionales. Pero, entre las recientes limitaciones a la actualizaciones que esquilmaban a los padres y que ya casi todos los colegios se dan de alta como librerías para, en una semana, vender los libros de todo el año a todos sus alumnos, esta pata del negocio cojea cada vez más.

-A partir de los 90 había comenzado a cojear la otra gran pata de las ventas: los best sellers y las novedades. La proliferación de grandes superficies que comenzó entonces trasladó a éstas buena parte de las ventas de estos libros (el resto de las ventas de literatura son residuales). Que en esa época (creo) se consiguiera establecer por ley un precio mínimo para los libros impidió que las librerías fueran arrasadas, pero el golpe fue grande. Ahora las grandes superficies han reducido el espacio dedicado a la venta de libros, pero mantienen el reducto de los best sellers y novedades. Con menos de un 1% de los títulos a la venta se comen un porcentaje del pastel muchísimo mayor.

-Desde hace unos años algunos grandes grupos editoriales, propietarios de prensa escrita, venden también sus best sellers en los kioskos de prensa, que también andan de capa caída pero a los que deben mantener con vida mientras deseen seguir vendiendo prensa en papel.  Obviamente, los muchos o pocos libros que se venden en ellos no los venden ya las librerías. También llegó a haber libros de esos grandes grupos editoriales en gasolineras y lugares similares, otro modo de puentear a las librerías aprovechando la nula infraestructura necesaria para poner a la venta dos docenas de best sellers (ese 1% o en este caso menos de títulos que regala un porcentaje mucho mayor del pastel), aunque me da que el experimento ha tenido días mejores.

-La aparición del ebook. Aunque sus cifras hayan crecido menos de lo augurado, las alcanzadas en menos de una década son notables y es un producto sustitutivo del libro en papel. Su verdadera evolución sigue siendo un misterio debido al silencio al respecto de los grandes vendedores de ebooks. Solo cabe hacer una aproximación a través de las encuestas de hábitos de lectura.

-El pirateo. Su impacto es desconocido, aunque obviamente negativo. Solo podría evaluarse indirectamente comparando las encuestas de hábitos de lectura con esas cifras de ventas que se ocultan celosamente.

-La venta de libros en papel a distancia, por Internet, es el último agujero hecho a las librerías tradicionales. El comercio minorista tiene tres funciones: acercar el producto al consumidor (y aquí la tienda va contigo en tu teléfono 24 horas al día y lo que compras te lo traen a tu casa en menos de un día), dar información sobre los productos (y las webs te ofrecen desde la sinopsis a la dimensión del libro e incluso críticas de lectores, amén de enlaces a otras obras del mismo autor o los gustos de quienes han comprado tal o cual libro) y ofrecer productos alternativos (ofrecen un catálogo casi infinito). Si estas son las funciones del comercio minorista y la venta por Internet las satisface como he dicho, mal lo tiene todo el comercio minorista tradicional. No solo el de libros. Por qué se simplifica hablando solo de Amazon, no lo entiendo. Amazon vende libros, pero también lo hacen El Corte Inglés, Fnac, las grandes superficies y nada más y nada menos que la mayoría de las editoriales que surten a las librerías, incluidas algunas de las grandes. Cuando una editorial vende a través de su web a su margen de beneficio como editor acumula el margen minorista. Por qué hace más daño a una librería un libro vendido por Amazon que vendido directamente por los grupos Planeta o Penguin Random House, alguien me lo tiene que explicar, porque no lo entiendo. La venta vía web es simultáneamente un lastre para las librerías y una oportunidad de negocio para las editoriales.

        Es decir, editoriales grandes y librerías pequeñas no siempre tienen intereses compatibles. No todo el mundo va en el mismo barco.

Dicho todo esto, habrá que reconocer que la venta por Internet ha permitido que los habitantes de miles de localidades que jamás han tenido una librería puedan acceder a la compra de libros en igualdad de condiciones que los habitantes de la España urbana. A menudo no nos damos cuenta que la España vacía no solo tiene problemas de empleo, sino también mayúsculos problemas de suministro: a nadie le hace gracia tener que viajar para comprar un kilo de naranjas, un pedazo de queso, un libro o unos calcetines, e Internet ha hecho mucho por esa España que ahora puede, desde su casa, comprar un libro, operar en bolsa, hacer trámites con la Administración, comprar ropa o leer el periódico que en papel jamás se vendió en su pueblo. Los tiempos cambian, para los libros como para todo. No se les puede pedir a esas personas que sigan comprando donde siempre.

        -Los monopolios y oligopolios de distribución (que no de producción), además de afectar a lo que se ofrece afecta especialmente al precio de los libros, que en España está tasado y lo fijan los productores, no las librerías. Esto hace del librero una especie de comisionista dado que no puede intervenir ni en el precio de compra ni en el de venta. La rentabilidad o no depende de la estructura de ingresos y costes. Dados unos ingresos por metro cuadrado de exposición, los costes son básicamente personal e inmuebles, y el coste por metro cuadrado desciende a medida que el personal es contratado y la superficie crece dentro de unos límites. Es decir, la estructura de mercado favorece el modelo de negocio que he descrito en el punto uno: negocios no familiares. 

        Quien hasta aquí haya leído habrá visto que he hablado de los intereses de las librerías pequeñas, de las grandes, de los grandes grupos editoriales (y, a sensu contrario, de los de las editoriales pequeñas), pero no del interés del lector. Como en el mercado se cumple aquello de que aquí todos van a lo suyo menos yo, que voy a lo mío, y dado que los lectores somos millones de personas aisladas sin capacidad de organización, la defensa de nuestros intereses, sean los que sean (su definición da para otro artículo), queda en manos de las instituciones con competencias en la materia, cuyos líderes políticos siempre son más sensibles, vaya por Dios, a quienes tienen voz para quejarse, que, como acabo de decir, no somos los lectores. 
   
Y termino con un pensamiento recurrente: sé que recomendar autocrítica es más sencillo que hacerla, pero cuando las cosas no salen como uno desea es lo que toca. Y cuanto antes se haga, mejor. En las librerías, como el cualquier otro negocio, cuando el cliente se va a otro sitio es hora de pensar qué dan los otros que no doy yo, para identificarlo y reaccionar. Si se puede. Y con rigor. Volviendo al principio, en la vida nada es mas peligroso que equivocarse de enemigo. Pero como todo el mundo anda hablando solo de una cosa, a ver en qué queda el proyecto de Todos tus libros. Lo que debería hacer para ser una alternativa de verdad, es responder a los principios elementales del comercio minorista que he citado antes. Si igualan o superan lo que otros dan, ahí estarán. Y si no, no.







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