El
progreso trae consigo cambios y problemas, pero es deseable porque sus costes totales
son inferiores al beneficio total derivado de los avances. Sin embargo, costes y
beneficios no se distribuyen por igual, y por eso los cambios y problemas provocan
damnificados concretos. Un buen político refuerza el progreso paliando los
problemas que su avance crea.
Otra cosa
es que el buen político gane las elecciones, porque el populista rentabiliza el
descontento de los damnificados blandiéndolo como amenaza para resto de la
sociedad (todos acabaréis así si esto no cambia) y ofreciendo soluciones
mágicas, indoloras y supuestamente eficaces, entre las que suele destacar una:
los problemas derivan de los cambios, luego los problemas desaparecen cuando se
vuelve a las esencias de lo que se fue. El populista propone el retorno, de un
modo u otro, a un pasado glorioso e idealizado que nunca existió, pero en el
que muchos creen.
O, dicho
de otra manera, la gran oferta del populismo suele ser deshacer lo hecho,
desandar lo andado. Que el sentido común diga que hacia atrás solo se va hacia
atrás da igual cuando la gente está dispuesta a creer lo contrario.
En ese
andar hacia atrás, el Brexit es un brinco de dimensiones y consecuencias
colosales. Para criticarlo y, de paso, dar una mayúscula colleja a todo
populismo, McEwan ha escrito una sátira eficaz y brillante, una crítica sin
pretensiones estilísticas que se lee en una tarde y en la que el ir hacia
delante o hacia atrás se identifica con dos teorías: el avantismo (que quiere
mantener el flujo del dinero tal y como lo conocemos) y el reversionismo, que
consiste en «solucionar» todas las desdichas haciendo lo contrario de lo que
hacemos, porque si estamos como estamos ha sido por hacer lo que hacemos. El
reversionismo defiende una «política económica» consistente en revertir los flujos
de dinero: se recibe dinero por comprar, se paga por trabajar y, obviamente, es
una locura acumular fondos. Tan sencillo como que todo sea al revés. De
resultas, según esta teoría cuando uno compra recibe dinero que, para no
acumularlo, debe gastar trabajando como loco; con lo cual paga a la empresa
que, para no acumular, debe producir y vender cuanto pueda para pagar al vender
y deshacerse del dinero… En resumen, todo el mundo tiene bienes y trabajo a
discreción. Bienestar completo.
Este
mundo al revés lo simboliza un comienzo ya al revés (nada inocente y que enlaza
con el final) que parodia e invierte el de La metamorfosis: una cucaracha se despierta
un día convertida en humano. Y, en concreto, en el primer ministro inglés. No
es la única cucaracha convertida en humano-político. La razón, tienen una
misión que cumplir: hacer triunfar el reversionismo.
Que el
reversionismo (el populismo) lo defiendan cucarachas tampoco es precisamente inocente.
El
intento de aplicar el reversionismo tiene la aparente virtud de poner fin al
carajal político inglés ofreciendo al país, por fin, un destino supuestamente claro que
el «nuevo» gobierno vende, como todo populismo, como una especie de Eldorado,
para lo que no duda en traicionar y hacer cuanta jugarreta sea menester a quien
quiera que se oponga incluso desde la lucidez, y aunque el lúcido sea un
correligionario. Por supuesto, la teoría admite tan pimpante cuantos remiendos sean precisos ante las críticas de los pérfidos; remiendos que cualquier malabarista intelectual puede hacer a condición de que el crítico sea silenciado de inmediato por el sonido de las arengas y los aplausos.
La
crítica se extiende al populismo de Donald Trump, fácilmente reconocible en el
Presidente de los Estados Unidos que sale en el libro, quien está dispuesto a prestar
su oído para poner patas arriba el mundo si aquello le reporta beneficios
particulares, pero, en cambio, no soporta un segundo al teléfono cuando recibe
una alusión personal que le desagrada.
Como el
libro es corto, McEwan no se recrea en el sinfín de contradicciones que el
reversionismo produciría. Ni siquiera desciende a mostrar a un solo miembro del «populacho» (cuyo silencio y ausencia en el relato es también significativo: para el populista el pueblo no pinta nada aunque dice
defenderlo) y se contenta con dar un final alegórico, que no voy a desvelar pero
que pone de manifiesto a quién beneficia (y, por tanto promueve) el reversionismo/populismo:
a quienes están dispuestos a revolver las aguas porque saben que no hay mejor
manera de pescar en ellas: los corruptos, los delincuentes más ambiciosos y sin escrúpulos, aquellos
que están dispuestos a provocar la miseria si así prosperan ellos, los más
indeseables. Las cucarachas.
Desde el punto de vista estético, un libro sin más. Desde el de la comunicación, una sátira eficaz.
Desde el punto de vista estético, un libro sin más. Desde el de la comunicación, una sátira eficaz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario