En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 20 de enero de 2020

La cucaracha – Ian McEwan



              El progreso trae consigo cambios y problemas, pero es deseable porque sus costes totales son inferiores al beneficio total derivado de los avances. Sin embargo, costes y beneficios no se distribuyen por igual, y por eso los cambios y problemas provocan damnificados concretos. Un buen político refuerza el progreso paliando los problemas que su avance crea.

              Otra cosa es que el buen político gane las elecciones, porque el populista rentabiliza el descontento de los damnificados blandiéndolo como amenaza para resto de la sociedad (todos acabaréis así si esto no cambia) y ofreciendo soluciones mágicas, indoloras y supuestamente eficaces, entre las que suele destacar una: los problemas derivan de los cambios, luego los problemas desaparecen cuando se vuelve a las esencias de lo que se fue. El populista propone el retorno, de un modo u otro, a un pasado glorioso e idealizado que nunca existió, pero en el que muchos creen.

              O, dicho de otra manera, la gran oferta del populismo suele ser deshacer lo hecho, desandar lo andado. Que el sentido común diga que hacia atrás solo se va hacia atrás da igual cuando la gente está dispuesta a creer lo contrario.

              En ese andar hacia atrás, el Brexit es un brinco de dimensiones y consecuencias colosales. Para criticarlo y, de paso, dar una mayúscula colleja a todo populismo, McEwan ha escrito una sátira eficaz y brillante, una crítica sin pretensiones estilísticas que se lee en una tarde y en la que el ir hacia delante o hacia atrás se identifica con dos teorías: el avantismo (que quiere mantener el flujo del dinero tal y como lo conocemos) y el reversionismo, que consiste en «solucionar» todas las desdichas haciendo lo contrario de lo que hacemos, porque si estamos como estamos ha sido por hacer lo que hacemos. El reversionismo defiende una «política económica» consistente en revertir los flujos de dinero: se recibe dinero por comprar, se paga por trabajar y, obviamente, es una locura acumular fondos. Tan sencillo como que todo sea al revés. De resultas, según esta teoría cuando uno compra recibe dinero que, para no acumularlo, debe gastar trabajando como loco; con lo cual paga a la empresa que, para no acumular, debe producir y vender cuanto pueda para pagar al vender y deshacerse del dinero… En resumen, todo el mundo tiene bienes y trabajo a discreción. Bienestar completo.

              Este mundo al revés lo simboliza un comienzo ya al revés (nada inocente y que enlaza con el final) que parodia e invierte el de La metamorfosis: una cucaracha se despierta un día convertida en humano. Y, en concreto, en el primer ministro inglés. No es la única cucaracha convertida en humano-político. La razón, tienen una misión que cumplir: hacer triunfar el reversionismo.

              Que el reversionismo (el populismo) lo defiendan cucarachas tampoco es precisamente inocente.

              El intento de aplicar el reversionismo tiene la aparente virtud de poner fin al carajal político inglés ofreciendo al país, por fin, un destino supuestamente claro que el «nuevo» gobierno vende, como todo populismo, como una especie de Eldorado, para lo que no duda en traicionar y hacer cuanta jugarreta sea menester a quien quiera que se oponga incluso desde la lucidez, y aunque el lúcido sea un correligionario. Por supuesto, la teoría admite tan pimpante cuantos remiendos sean precisos ante las críticas de los pérfidos; remiendos que cualquier malabarista intelectual puede hacer a condición de que el crítico sea silenciado de inmediato por el sonido de las arengas y los aplausos.

              La crítica se extiende al populismo de Donald Trump, fácilmente reconocible en el Presidente de los Estados Unidos que sale en el libro, quien está dispuesto a prestar su oído para poner patas arriba el mundo si aquello le reporta beneficios particulares, pero, en cambio, no soporta un segundo al teléfono cuando recibe una alusión personal que le desagrada.

              Como el libro es corto, McEwan no se recrea en el sinfín de contradicciones que el reversionismo produciría. Ni siquiera desciende a mostrar a un solo miembro del «populacho» (cuyo silencio y ausencia en el relato es también significativo: para el populista el pueblo no pinta nada aunque dice defenderlo) y se contenta con dar un final alegórico, que no voy a desvelar pero que pone de manifiesto a quién beneficia (y, por tanto promueve) el reversionismo/populismo: a quienes están dispuestos a revolver las aguas porque saben que no hay mejor manera de pescar en ellas: los corruptos, los delincuentes más ambiciosos y sin escrúpulos, aquellos que están dispuestos a provocar la miseria si así prosperan ellos, los más indeseables. Las cucarachas.

          Desde el punto de vista estético, un libro sin más. Desde el de la comunicación, una sátira eficaz.


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