En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

domingo, 11 de agosto de 2019

La noche fenomenal – Javier Pérez Andújar





              «Si lo paso bien cuando escribo, alguien también lo hará al leerme» fue el titular que eligió el periodista que me entrevistó con ocasión de la presentación de mi primera novela creo que en Teruel. Han pasado años, pero lo recordé hace unos días cuando, siguiendo las andanzas de Javier Pérez Andújar en Twitter, encontré las siguientes palabras en boca de Eva Cosculluela, de la extinta Portadores de Sueños, en el ABC Cultural: «Da la impresión de que Javier Pérez Andújar se lo ha pasado muy bien escribiendo esta historia y consigue que el lector disfrute tanto como él».

              Es cierto: es complicado leer La noche fenomenal sin sentir la agradable certeza de que el autor disfrutó escribiendo muchos pasajes. Incluso parece bromear consigo mismo con frecuencia y, de paso, con toda su generación. Lo hace a través de los recuerdos compartidos por una generación crecida en torno a la televisión única que, precisamente por serlo, universalizaba la fama, con solo mostrarlos, lo mismo de Starsky y Hutch que de María Luisa Seco o del «hombre del tiempo», que no necesitaba nombre porque no tenía competencia. Es imposible tener la sensación de lo bien que se lo ha pasado el autor sin disfrutar de la lectura. O quizá sea al revés: a veces se disfruta tanto leyendo que crees que, necesariamente, para el autor la escritura ha sido una fiesta. Esforzada, pero fiesta.

              La noche fenomenal no busca la carcajada gruesa, y sí la sonrisa cómplice que surge del humor inteligente. No hay nada como echar la vista atrás y cambiar de contexto el pasado para desacralizarlo al tiempo que la solemnidad que dan los años se disuelve devolviéndonos al tiempo en que fuimos impresionables por aquello que ahora, en las nuevas circunstancias, resulta grotesco.

En una Barcelona tan lluviosa que de un momento a otro podría aparecer Noé con rinocerontes y todo navegando vía Laietana abajo, varias personas aficionadas a los fenómenos paranormales han creado un equipo para realizar un programa que lleva por título La noche fenomenal. Y los fenómenos –acontecimientos y personas- son fenomenales, no lo duden. Las variadas «especialidades» del elenco son una buena parodia de asuntos que en su día estuvieron de moda y que aún hoy tienen un público abundante, como las teorías conspiratorias. Así, nos encontramos situaciones como aquella en que un personaje que no deja de ser un Perico el de los Palotes perdido en este mundo es recibido por el resto con todo respeto y naturalidad cuando aparece con un importantísimo descubrimiento en una bolsita: una supuesta deposición del Yeti. Con la misma apabullante naturalidad tratan entre ellos cualquier otro fenómeno u ocurrencia similar.

Una parte de la novela, muy meritoria, consiste en trasladar las relaciones de amistad de todos estos personajes, a su modo todos algo chiflados, y el submundo que forman sin más que contándonos quién es quién, qué hace cada uno y por qué pasaba por allí. Un submundo que también es trasunto de cierta vacuidad que uno diría que no ha hecho sino crecer con los años: cuando la sociedad tiene a su alcance cada vez más conocimientos, escapa a lo etéreo, prefiriendo la duda romántica a la certeza prosaica. No pasando nada en esta parte de la novela, pasa todo, porque el ser no es poca cosa.

La historia se completa con el fenómeno fenomenal que pone en marcha lo que todos los programas como el que realizan los protagonistas persiguen: husmear in situ alguna de las extravagancias que investigan para obtener, más o menos, pruebas. Lo verdaderamente extraño y motivador en este punto es que la chifladura de los personajes queda en suspenso porque los acontecimientos parecen, por una vez, no ser fruto exclusivo de la imaginación o alucinaciones propias o ajenas. ¿Y cuál es ese fenómeno fenomenal? La aparición de un profesor de dibujo con el físico de Walt Disney que poco a poco destapa la existencia de dos Barcelonas paralelas –en realidad de dos mundos- entre las que es posible ir y venir a brincos a través de misteriosas y fugaces grietas; dos Barcelonas con diferencias evidentes, a juzgar por los testimonios de los viajeros, aunque para el lector la única visible es que en esa otra Barcelona casi todo el mundo tiene la cara de alguien famoso.

Entre esos desconocidos de cara conocida proliferan, en concreto, los rostros del famoserío de los años 70 y 80, por lo que los lectores más jóvenes se perderán algunos de los efectos chocantes si no están al tanto de la significación e imagen de algunos de aquellos personajes.

La noche fenomenal es un libro escrito con envidiable dominio del lenguaje, de su musicalidad y de los tiempos. Un libro ingenioso, inteligente y personal. Un libro que, además, produce una inquietante sensación de fugacidad, de que la vida es algo que se deforma conforme pasan los años, así como en la novela se deforma ese pasado televisivo que tantos compartimos y que, de alguna manera, conformó nuestra vida; una fugacidad acentuada, también, porque el ir y venir entre dos mundos que solo son uno desemboca en el desvanecimiento, por uniformización, de las personas. Un libro, volviendo al principio, que da la sensación haber sido escrito para la propia satisfacción del autor.

Precisamente por eso gustará a los lectores.


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