Antigua edición de Aladena |
Cada libro tiene un momento para ser leído, y aunque hay muchas ocasiones para leer historias como En un rincón del alma, hay que tener la paciencia de aguardarlas. Solo así se podrá disfrutar completamente de su lectura.
Y es que este libro hay que leerlo con calma, sosiego y silencio, con el espíritu de quien se apresta a escuchar la confesión de un amigo y, a la vez, a quedarse a solas consigo mismo, porque no hay vida ajena que no haga reflexionar sobre la propia.
El libro es la confesión de una vida. Pero de una vida con sabor más amargo que dulce: un cúmulo de alegrías y sinsabores, de ambiciones insatisfechas, de sueños incumplidos, de incomprensiones y previsiones equivocadas.
Nueva edición, en Vergara, de Ediciones B |
Pero más allá de una historia de encuentros o desencuentros, se filtran en la historia presagios que de alguna manera hacen pensar en la predeterminación, lo que excluye la existencia de buenos y malos, de comprensión e incomprensión, y acaba adueñándose de la novela la idea de la fatalidad, del destino, lo que permite que el final sea un cierre completo, sin resquicios, que transmite cierta paz espiritual: si ha pasado lo que tenía que pasar, ¿para qué buscar culpables, responsables o, simplemente, causantes?
Lo que más sorprende es la contagiosa la serenidad con que se expresa la protagonista. No reclama, ni culpabiliza, simplemente expone (lo cual nada tiene que ver con la objetividad, porque nadie pueda analizar su propia vida objetivamente), dando al libro un tono de reflexión e introspección brillante.
Un libro para pensar sobre la vida, sobre las metas no alcanzadas, sobre si sabemos lo que queremos, sobre si sirve de algo saberlo, escrito con precisión, que se lee muy rápidamente, que incorpora una bonita historia y que está tan bien escrito que, como he dicho, contagia el ánimo de la narradora. En resumen: muy recomendable.
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