En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

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jueves, 13 de febrero de 2025

Hermanito – Ibrahima Balde y Amets Arzallus Antia

 


El populismo, del que nace el extremismo, que a su vez origina todas las desgracias, siempre ofrece culpables a cambio de votos o apoyo. El populismo te dice que eres inocente; que no has hecho nada; que eres un buen ciudadano; un patriota; de modo que si no encuentras trabajo, si no puedes acceder a una vivienda, si tienes miedo al futuro, si no te adaptas a los cambios o si tienes cualquier problema, el culpable no puedes ser tú. Luego debe ser otro. Yo te voy a decir quién. Este de aquí, fácilmente identificable porque no es como nosotros. Tiene otro color de piel, u otra religión, o habla otro idioma, o tiene otras costumbres, otra cultura, otras ideas o, simplemente, no vive tan bien como nosotros; ¡míralo, siempre con los mismos pantalones! ¡A ver si nos va a robar! Vótame, que te libraré de él. Y si mientras yo gobierno las cosas empeoran, no te engañes: es que aún no hemos podido deshacernos de todos estos culpables, así que quienes les defienden también son tus enemigos. Nuestros enemigos. ¡A por ellos! ¡A por todos los que no son como nosotros!

Así, más de una vez lo que comenzó siendo una pesca de votos o influencia terminó en masacre en menos de una década.

Lo que acabo de decir a todos nos trae a la cabeza el exterminio judío (¡2025 y la población judía aún no ha superado en número a la existente antes de la Segunda Guerra Mundial!) o la limpieza étnica en la antigua Yugoslavia y en Gaza. Allí se llegó al límite. Aquí y ahora, no, ¿pero a que cualquiera puede reconocer el incipiente tufo de esa culpabilización general en el tratamiento que el populismo de ayer, devenido extremismo de hoy, dispensa a la inmigración? Pero la inmigración está. Es necesaria y además inevitable. Sobre esta última idea no me voy a extender más, leed Migración e intolerancia, de Umberto Eco, una conferencia con unos treinta años a cuestas y siempre de actualidad.

Cuento todo lo anterior porque Hermanito narra la involuntaria y penosa llegada a España de Ibrahima Balde (Cronaki, 1994), un joven que aspiraba a ser mecánico o conductor de camión en su tierra natal, y que dejó todo para buscar a su hermano, a su hermanito, que siendo poco más que un niño abandonó su paupérrimo hogar en busca de un medio de vida. Un periplo horroroso donde lo menos malo es no poder comer durante días o que el precio de un billete de autobús te deje semanas a la intemperie en cualquier lugar, o que debas viajar caminando a lo largo de varias jornadas sin comer y en constante riesgo de morir de sed. En el trayecto también hay trata de seres humanos, esclavitud, violencia, asesinatos, tortura, muerte…

Ibrahima Balde ha escrito este libro hablando, contando su propia experiencia, y Amets Arzallus Antia le ha dado forma escrita.

Es una historia perturbadora, durísima, pero también emocionante porque está relatada con rigor. Una peripecia sobrecogedora por la inocencia desarmante de su tono, que linda con la poesía. Solo cuentan hechos, sin juzgarlos ni interpretarlos, sin pretender causar pena, indignación o solidaridad. Hechos. Ni siquiera las emociones del protagonista tienen cabida. ¿Cómo, si cuando mantenerte vivo es un problema acuciante no queda tiempo ni para odiar?

El relato de las penurias y salvajadas que llegan a vivir muchos migrantes hace al lector violentamente consciente de la condición humana de todos ellos.

Quizá leyendo libros como este comprendamos que huir de las penalidades justifica la migración. Que no se puede tolerar la reducción del ser humano a pura mercancía. Y que el migrante no es un invasor que viene a suplantarnos, sino alguien que viene a acompañarnos… si le dejamos. Quizá comprendamos también que lo deseable es ir al origen del problema para que la gente pueda vivir con dignidad allí donde nace. Si quien aquí tiene medios no es capaz, por egoísmo o comodidad, de echar una mano allí, que al menos luego no la eche al cuello de nadie aquí. No podemos ser tan miserables. Por desgracia es una tarea que ningún gobierno se ha tomado nunca en serio y nunca lo harán mientras no nos la tomemos en serio los votantes. Nosotros. Tú y yo. Pero el mundo es una inmensa mierda donde todos podemos ver a gente despotricando contra la inmigración mientras se beben sus cañitas en el bar o mastican en el restaurante la última ocurrencia de un cocinero.

Hay que ser solidario. Pero con eso no basta. Hay que exigir al resto de la sociedad que lo sea. Solo entonces los gobiernos podrán organizar y canalizar con eficacia la solidaridad para intentar conseguir que no sea necesaria. Si aún no sabes por qué esa utopía es deseable, lee Hermanito. Lo harás de una sentada.


jueves, 1 de diciembre de 2022

Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro) – Jerome K. Jerome

 


Coged Google maps, remontad el Támesis desde Londres y veréis que en muchos trechos hay tantas pequeñas barcas navegando o amarradas a la orilla que más que un río parece un canal urbano, aunque en realidad esté rodeado de verde campiña salpimentada con casitas. También podréis ver las numerosas exclusas que permiten la navegación. No es cosa reciente: Jerome K. Jerome (1859-1927) escribió Tres hombres en una barca en 1889, obra en la que narra los días de asueto que tres amigos (y un perro) dedican a remontar el río desde Kingston a Oxford solo para pasar el rato.

¿En qué consiste la novela? Pues en eso, ni más ni menos. Los amigos cogen el bote y comienzan a pasar las horas. Deben remar, remolcar, pasar exclusas, desayunar, comer, cenar, dormir… Paran aquí, paran allá. Duermen al raso, a cubierto… Y allá donde se detienen conocen a alguien más o menos pintoresco o más o menos gruñón que unas veces los torea y otras es toreado. Las diversiones son las que ofrecen las personas con las que se topan y las dificultades que ofrece el trayecto, y como son jóvenes y con buen humor tienen también una sesera bastante osada, lo que hace de esta novela un relato humorístico y agradable en el que lo mejor que pasa es que no pasa nada, aparte de las  correrías de los protagonistas, enfrentados a unos problemas que son problemillas porque solucionarlos es tan sencillo como mandar a paseo el paseo. En resumen, el lector acaba disfrutando del viaje y de la juventud casi como un pasajero más. Y, de hecho, la novela termina como terminan tantos viajes, con un «hasta aquí hemos llegado; vámonos  a casa que ya estoy cansado»

Narrada en primera persona por uno de los «marinos», este personaje se dirige al lector en tono desenfadado y poniendo en boca propia y del resto una grandilocuencia impostada que no engaña al lector, contribuyendo al efecto burlesco. Algo parecido puede decirse del lenguaje utilizado para describir los paisajes: a medio camino entre lo bucólico y lo romántico. Este tono es clave en la concepción del humor de la novela, y contrasta con las penurias, torpezas, fallos y comportamientos chuscos a los que constantemente deben hacer frente. Dice la contraportada que Tres hombres en una barca fue señalada por The Guardian como una de las mejores cien novelas de todos los tiempos (mucho me parece a mí, y ya sabemos que estas listas son bastante tontas), que la revista Esquire la seleccionó como una de las tres novelas más divertidas de todos los tiempos (cosa que no comparto ni loco) y que  desde su publicación ha vendido más de cincuenta millones de ejemplares, lo cual no está nada mal y habrá puesto muy contentos a los herederos del autor. No sé si esta novela es para tanto, pero sí lo es para haber sobrevivido más de 130 años. 

          Merece la pena leerla y, como he dicho antes, disfrutar del viaje y, sobre todo, de la juventud.



jueves, 3 de noviembre de 2022

¡Espérame en Siberia, vida mía! – Enrique Jardiel Poncela

 



La mejor manera de suicidarte (sobre todo si te has suicidado mal un montón de veces) es contratar un sicario para que te apiole. Pero sin pagar por adelantado, claro, que luego la gente es muy informal y ni te mata ni nada. Incluso puede haber desaprensivos capaces de primero sacarte los cuartos y luego dejarte vivo. ¿Solución? Contratas el sicario, arreglas lo del pago en las disposiciones testamentarias, y todos tan contentos.

Salvo, claro, que luego no te apetezca morirte. Por ejemplo, porque no te duele nada o porque una vedette se ha enamorado de ti. En estas condiciones, para despistar al sicario lo mejor es escapar como un conejo y citarte en Siberia con la interfecta, ¿a que sí? Porque, seamos realistas: Siberia no es un sitio muy frecuentado ni por sicarios ni por no sicarios. Es un lugar, por tanto, seguro e íntimo. Que sea algo fresquito, ¿qué más le da a una pareja protegida por el calor del amor y sus calentones?

Sobre tamaño disparate construye Enrique Jardiel Poncela una divertidísima novela, desde la primera a la última página, reeditada hace poco por Blackie Books

La obra evoluciona de novela de situación a novela de acción, pero es también en todo momento una parodia, porque, amén de mil cosas más, que el amenazado sea víctima de su propia amenaza no deja de ser algo grotesco, una provocación hacia las novelas de aventuras.

Pero lo que más me ha llamado la atención de esta obra ha sido lo mismo que en las otras tres grandes novelas de Jardiel: la completa libertad que transmite su modo de escribir. No es solo que la novela sea divertida, es que se lo tuvo que pasar en grande escribiéndola. Los recursos al absurdo, a la hipérbole, los juegos de palabras, los sobreentendidos o el juego con los tópicos son casi elementos tangenciales comparados con la sensación de libertad que producen sus idas y venidas, comentarios intercalados, dibujos, observaciones  fundadas en su apetencia o su capricho y tantas otras cosas. Digamos que se concedió licencia para hacer el gamberro impunemente y la aprovechó.

Seguramente es así como salen las mejores historias.

¡Espérame en Siberia, vida mía! es un ejemplo de libertad creativa, humor e inteligencia. Una gozada para cualquier lector.


lunes, 26 de julio de 2021

La tournée de Dios - Enrique Jardiel Poncela



         Que Dios venga hoy de visita a la tierra no es precisamente un tema original, pero sí audaz, porque el argumento abre posibilidades tan amplias y crea tan altas expectativas que acabar firmando una birria de novela es el resultado más probable. Sin embargo, Enrique Jardiel Poncela salió airoso en esta novela escrita en 1932, donde refleja muchos de los males que pocos años después se convirtieron en heridas que no acaban de cicatrizar. La habilidad de Jardiel reside en una mezcla de «realismo imaginado» y absurdo humorístico, y en la atribución al Dios cristiano (que al fin y al cabo «nos hizo a su imagen y semejanza») de la muy humana costumbre de ver a los seres distintos a él mismo como nosotros vemos al resto de especies.

        La novela comienza con la típica historia de amor jardeliana, con personajes también jardelianos: un escritor vanidoso y una guapa actriz de teatro; en un momento en que los roles tradicionales estaban cambiando, la tensión hombre-mujer facilita al autor el uso, entre otros recursos, de todos los tópicos humorísticos que las situaciones cambiantes provocan. Muchos de esos tópicos, referidos a la mujer, que entonces hacían gracia hoy son políticamente incorrectos, lo cual, por desgracia, hará que algún que otro guardián de las esencias considere obligado en pleno siglo XXI boicotear al Jardiel de hace casi cien años porque los lectores somos demasiado tontos, impresionables e influenciables como para distinguir entre los valores actuales y los pasados. Vamos, que hay que quien opina que si leemos una novela sobre cavernícolas lo siguiente que hacemos es irnos a vivir a una cueva y comer carne cruda. Jardiel incluye también otro tipo de ambiente que él conocía bien, el periodístico, a través de la figura del homosexual que dirige el periódico La Razón, lo cual no dejaba de ser otro gran atrevimiento.

        Continúa la novela con el anuncio de la llegada de Dios a España y los planes para su recibimiento. De algún modo son un precedente de Bienvenido Mr. Marshall, porque nadie sabe a qué viene Dios, pero todos creen tener algo que ganar (o que salvar) y cualquiera que se cree algo se ve en la tesitura de tener que demostrarlo. Las vanidades y sus encontronazos dan mucho juego, aunque aquí la vanidad de todos está condicionada por el miedo. A fin de cuentas, Dios es Dios y antes de presentarse ha demostrado serlo, de modo que si eres alguien debes saber hacerle la pelota para que nada cambie. También está muy bien llevado el temor de todos a «la verdad», un temor nada inocente en 1932, una apuesta arriesgada del autor en una sociedad donde la Iglesia tenía un poder inmenso que veía amenazado por el incipiente desarrollo de las teorías sociales surgidas en la segunda mitad del siglo XIX y donde las oligarquías dominantes se resistían a ceder poder y protagonismo a la burguesía surgida al calor de una industrialización incipiente. Estas dos posturas, a favor y en contra del cambio, son representadas en la novela por los «negros» y los «blancos»: los primeros, que niegan la existencia de Dios, deben tragarse sus tesis ante la evidencia de la visita de Dios, pero a cambio especulan con la esperanza de que el fondo de su ideología, la igualdad, no difiere en lo sustancial de «amaos los unos a los otros»; y los «blancos», por su parte, influenciados y apadrinados por las oligarquías y la Iglesia y con problemas de conciencia por cómo se aprovechan de la religión en la lucha por el poder, tienen los pelos de punta ante el temor de que Dios, en su visita, les enmiende la plana.

        En esta parte y la siguiente (donde ya Dios desarrolla su tournée) primero juega un papel importante el humor negro; después, el humor surge del modo en que las expectativas de unos y otros se deshinchan y la vanidad les hace sentir despecho hacia Dios. Partiendo de la fatalidad jardeliana de que cada uno es como es y es lo que es (en general, un bípedo obtuso), el ser humano, por más religioso que diga ser, sigue siendo antropocéntrico, por no decir infantilmente egoísta, mientras que Dios, ¿qué va a ser si no?, es teocéntrico. La gente no quiere estar con Dios, sino que Dios esté con él. Y Dios, lógicamente, quiere lo contrario. Esta parte culmina con unos muy inteligentes alegatos divinos que ponen de manifiesto las paradojas y contradicciones de las religiones, en especial de la religión cristiana y sus tradiciones, lo cual fue sin duda otra osadía.

        El final es más inteligente que sorprendente, y en él la historia de amor inicial se mezcla con la tournée de Dios y ambas se cierran.

        La novela es representativa de su autor: constantemente se pierde en pequeñas divagaciones de finalidad puramente humorística, como pequeños cohetes o chispazos, que producen la impresión de que se dispersa, aunque en realidad forman parte esencial de su estilo; con frecuencia mezcla lo solemne y lo trivial para generar efectos divertidos a través del contraste (por ejemplo, escenas de este tipo: Fulanito y Menganita, juntos al anochecer en una solitaria, húmeda y neblinosa callejuela, con los ojos arrasados en lágrimas, se juraron amor eterno delante de un letrero donde se leía: «Carnicería Pérez. Las salchichas más gordas de todo Madrid»); y también se agradece la ocurrencia, típica de Jardiel, de ilustrar la novela con dibujitos y distintos tipos de grafías que provocan fuertes efectos humorísticos y que, además, acercan al narrador al lector al tiempo que tienden, intencionadamente, a revalorizar la originalidad del texto con la excusa de «desvalorizarlo».

        Una novela divertida e interesante, que pese a su extensión se lee rápido y que fue publicada en Blackie Books en 2019. 


miércoles, 27 de febrero de 2019

Los asquerosos – Santiago Lorenzo




              Los asquerosos, o «cómo ser dueño del tiempo de tu vida», combina dureza, ternura y humor con un punto de distancia a medio camino entre lo perplejo y lo cínico. Es, también, un libro excelente por lo que cuenta y –en esto es una excepción respecto a casi todo lo que se publica- por cómo lo cuenta, porque pocos son los escritores que se atreven a utilizar en lenguaje con la osadía y eficacia de Santiago Lorenzo, que no solo ha poblado la novela de un vocabulario rico, sino que la ha rociado con no pocos términos inventados cuyo significado, a base de combinar juegos de palabras y fonética, es siempre claro y divertido. Un libro que gustará a casi todo el mundo (aunque siempre hay algún rarico) y, especialmente, a los buenos lectores.

              La novela contiene una historia dentro de otra. La más evidente, los hechos protagonizados por Manuel, el protagonista, que sirven para el nacimiento de la otra historia, la que se pretende contar: el proceso de cambio, de poner el mundo del revés para enfrentar la ordinariez de lo que somos y desembocar en un modo más lógico de ser uno mismo sin huir a lo que se supone que debemos ser nadie sabe muy bien por qué, la renuncia a buscarse fuera de uno mismo.

              Solitario y sin un céntimo, sin otro apoyo que el de un tío –el narrador- tan pobre como él, Manuel, un joven urbanita menos sociable de lo que a él le gustaría, se ve implicado, involuntariamente, en un lío que amenaza con llevarlo a la trena: no sabe si se ha cargado a un policía. Se esconde, y lo hace improvisando decisiones de una lógica implacable. Así es como acaba en un pueblo abandonado donde la forzada frugalidad le permite descubrir un tesoro que buscará ampliar con ahínco aún a costa de más y más frugalidad: el tiempo.

              Durante algunos capítulos Santiago Lorenzo se recrea en cómo Manuel va saliendo adelante, lo cual produce una sensación extraña: como la historia originaria parece no avanzar el lector puede llegar a temer que el libro se limite a una recopilación de prácticas ingeniosas. Pero no. En Los asquerosos suceden cosas suficientes para que el entretenimiento se combine con la reflexión y, al terminar, quede la satisfacción que producen las novelas que te han hecho un poquito mejor.

              Y a todo esto, ¿quiénes son los asquerosos? Lee esta novela. Quizá tú seas uno de ellos pero todavía puedas salvarte.