En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 17 de abril de 2023

Expediente Barcelona – Francisco González Ledesma

 



Barcelona, que en 1929 había llegado a ser, parafraseando a Eduardo Mendoza, «la ciudad de los prodigios», transitó poco después por la guerra para desembocar en la hambruna y la ruina de los años 40, y luego volver a rehacerse, muy poco a poco, gracias al sacrificio de quienes habían sobrevivido al caos y a la brutalidad de la nueva ley y de cuantos acudieron allí en busca de un futuro. A la paulatina disolución, a manos del egoísmo uniformador de la modernidad, del deseo de evitarse problemas y de la ambición de los poderosos, de esa Barcelona nacida de la desdicha y fundada en la esperanza del plato caliente en la mesa y otros éxitos, canta Francisco González Ledesma (1927-2015) en sus obras, especialmente en las protagonizadas por ese eterno viejo policía apellidado Méndez, que, felizmente para los lectores, se pasó 30 años al borde de la jubilación, como si el tiempo hubiera corrido más rápido para el mundo que para él, lo cual, por cierto, es la esencia de las novelas del autor, cuya mirada siempre se posa en los restos del pasado.

Expediente Barcelona es la única novela que me quedaba por leer de la saga, aunque fue la primera que se publicó (en 1983; la última, Peores manera de morir, lo fue en 2013), si bien hay que advertir que, aunque en el modo de narrar y de mirar a esa Barcelona en disolución Expediente Barcelona es en todo digna de pertenecer a la serie, realmente Méndez no pinta nada en la novela. Hace solo una aparición fugaz y prescindible, y después se le menciona un par de veces. Nada más. Es un figurante que ni siquiera aspira a personaje secundario.

La novela tampoco sigue el esquema de las que luego formaron la saga (que incluyó un Premio Planeta: Crónica sentimental en rojo). No hay una investigación propiamente dicha, sino una secuencia de escenas en la que unas veces se dirige al lector un pobre abogado acuciado por la penuria que recibe una insólita encomienda por persona interpuesta, para a continuación toparnos con las cartas del hijo de un empresario catalán que poco a poco le va contando su vida a una señorita, sin escatimar confesiones y detalles sórdidos; e incluso también se ofrecen al lector las cartas que no llegan a informes informes que desde la prisión envía un preso a un comisario.

El título no podía estar mejor elegido, porque la novela trata de esa Barcelona que transita de la posguerra a la incipiente democracia, desde la que se «envía» la obra al lector; si uno tuviera de preguntarse cuál es el crimen o qué diablos se está tratando de desentrañar, no lo sabría hasta el final y entonces se daría cuenta de que las cosas podían haber sido así o de otra manera, pero que lo importante ha sido el viaje.

Hijos sin filiación, burguesía empresarial que trata de mantener su estatus con un sentido flexible de la ética, revolucionarios con los que hay que lidiar, o compadrear o aprovechar, atentados reales, supuestos y temidos, estafas, la dificultad para distinguir entre «buenos y malos» porque casi todo el mundo es, según el momento y las circunstancias, una u otra cosa, son el marco en el que se desarrolla una acción que consiste en recrear ante el lector una ciudad, una época, y la vida de algunos de sus habitantes. Unos, con posibles; el resto, la mayoría, con imposibles.

El modo de escribir es fantástico, capaz de mezclar constantemente amargura, melancolía y humor, poéticamente duro, con un permanente reírnos de nosotros mismos, de nuestras miserias, de nuestras torpes ambiciones, del modo en que la prosaica realidad y lo acomodaticio del ser humano vence siempre a los ideales, que suelen acabar siendo la tumba de quienes los defienden por encima de su propia conveniencia. En las novelas de la serie, los grandes ideales son siempre  la excusa que encuentran los más avispados para medrar a costa de quienes de verdad creen en ellos.  

Una muy buena novela que, además, he tenido la suerte de leer en una vieja edición (la de Júcar, la editorial creada por Caballero Bonald) con lo que me podido leerla, ¡cómo le hubiera gustado a Méndez!, disfrutando en todo momento del aroma del papel y la tinta viejos.


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