Un
amigo me dejó este libro diciéndome que la profesión de la protagonista
me interesaría, pues algo sabía yo del tema. En realidad no me interesó
tanto, porque la investigadora financiera que Gracia San Sebastián dice
ser, es, en realidad, una simple detective privada.
Por
culpa de esa advertencia no leí como debía el comienzo del libro:
evalué demasiado el realismo (unas veces jurídico, otras práctico) de
determinadas actuaciones de la protagonista (qué información podía
tener, cuál no; qué podía hacer según con quién, qué no; qué debía hacer para comprobar una de las cosillas que
investiga, qué no...) y por este motivo esas primera páginas más que una lectura
fue una suerte de examen ajeno a la literatura. Mal hecho por mi parte.
Pero lo cierto es que el interés de la novela se impuso y conforme
avanzaron las páginas me olvidé de todo lo anterior y me centré en la
historia, o en las historias, pues son tres: la del caso o casito que
investiga para la Seguridad Social, la del caso o casazo en la que se
envuelta sin pensar (la muerte, en las vías del tren, de la esposa de un
artificiero de la Guardia Civil), y la historia que es también la vida
de la protagonista.
Las tres historias avanzan a
la vez, y sobre si las dos primeras -aparentemente independientes-
acaban convergiendo o no, como suele ser habitual en muchas novelas, no
voy a decir nada para no chafar las sorpresas a nadie, pero sí diré que
mientras en la primera lo fundamental se ve venir con demasiada
antelación y la explicación final es mejorable, la segunda, el
meollo del libro, está bien llevada y logra el objetivo de atraer
sin altibajos al lector. De marco, la historia personal de la
protagonista permite una suerte de mezcla de géneros entre la novela
negra y policíaca y algo que no sé definir, pero que se sitúa en un
punto intermedio entre el costumbrismo y el romance: me refiero a las
peripecias matrimoniales, laborales, amorosas y de amistad que se
suceden de un modo natural y realista (con alguna escasa excepción), con
personajes y situaciones bastante humanos pero no estereotipados, y
todo en un entorno, la ciudad de Oviedo, que por ser bastante conocido
para muchos lectores y, además, pequeño y acogedor, produce en el lector
una agradable sensación de cercanía.
Ni
siquiera en los episodios de la novela que transcurren en el extranjero
se pierde ese efecto, toda vez que la protagonista nos los describe con
ojos de turista, o cuando menos de extraña en esos lugares, por lo que
el lector no deja de sentirse en su pellejo.
Los
capítulos son breves, lo que agiliza la lectura, y utiliza un recursos
que ayuda a cuadrar fácilmente la historia: la mayoría está narrada en
primera persona por la protagonista, pero se intercalan brevísimos
capítulos en los que un narrador omnisciente va resituando la acción, lo
que permite a la autora dosificar el nivel de intriga permitiendo saber
al lector, con mucha más antelación que a la protagonista, a qué se
enfrenta ésta. El lector es así a la vez confidente de Gracia San
Sebastián y espectador de su suerte.
El
balance es positivo. La prueba, que quiero leer el primer libro de la
saga, Lo que callan los muertos, que fue premio Torrente Ballester de
novela.
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