Novela
de inmensa calidad, escrita con lenguaje sobriamente elegante y eficaz, que nos
traslada una doble historia: la de las disputas familiares entre tres hermanos
(dos mujeres y un hombre) y su madre, y la de Aurora, la esposa del hombre y
confidente de toda su familia política merced a su capacidad de escucha.
Dos
historias que son una, porque los egoísmos de quienes solo quieren explicarse y
hacerse comprender como modo de justificar su vida y su actitud se desarrollan
a costa de quien soporta sus peroratas sin que nadie le pregunte por su vida.
Dos
historias que son una porque ambas tienen algo en común: la desagradable
sorpresa de que, antes o después, hasta los más cercanos nos acaben pareciendo
completos desconocidos en cuya cabeza nunca hemos sido capaces de entrar (o
nunca nos han dejado hacerlo), y la no menos inquietante sensación de que, en
realidad, ni siquiera nadie llega a conocerse a sí mismo en ningún momento de
su vida.
A esa
desazón ayuda no poco la confusión entre memoria, fantasía, deseos, temores,
etc., confusión que nos hace reescribir el pasado otorgando importancia, cada
uno, a hechos, grandes o pequeños a los que la memoria y la reelaboración van
dotando de significados solo visibles y comprensibles para quienes los
elaboran; cada cual rehace la historia y conforme pasan los años aumenta la
distancia entre las historias de aquellos que compartieron una misma realidad.
Un fenómeno que se produce poco a poco, pero sin descanso, hasta acabar calando.
Como la lluvia fina.
Con
motivo del octogésimo cumpleaños de la madre, una viuda de temperamento seco y
austero, su hijo Gabriel –al que sus hermanas consideran el preferido de la
madre- tiene la idea de reunir a toda la familia para celebrar la ocasión y solventar rencillas. Sonia, la hermana mayor, no está muy entusiasmada con la idea:
no quiere ver en la misma mesa a Horacio, su exmarido, que ha seguido teniendo
contacto con la familia, y a Roberto, su nueva pareja; Andrea, la siguiente
hermana, tiene tantos reproches como palabras para cada uno de sus hermanos y
para su propia madre, debido al modo en que ha sublimado numerosos episodios de
su niñez y pubertad; Gabriel trata de nadar entre las dos aguas de si fiesta sí
o fiesta o no, y Aurora, su esposa y confidente de todos, soporta estoicamente
el aluvión de dimes y diretes mientras reflexiona sobre su propia existencia y,
del mismo modo en que comprueba que cada uno de los demás ve las mismas cosas a su propia manera, se pregunta hasta qué punto está ella distorsionando la visión
de su propia existencia y la de su marido, que parece haber evolucionado a ser
un completo desconocido posiblemente porque a los veinte o treinta años las
personas intentamos parecernos a lo que queremos ser, y conforme pasan los años
acabamos siendo bastante diferentes y debemos asumir la diferencia, cosa
complicada porque a veces ni siquiera llegamos a darnos cuenta de que nunca
hemos llegado a ser quienes creíamos ser.
Y así, a medida que los recuerdos interpretados de una manera por cada uno van saliendo a la luz, afloran también los elementos más secretos y sórdidos que son, muchas veces, los que explican los puntos de inflexión entre las distintas versiones.
Una gran novela, tras la cual no es preciso leer, pero ahí esta...
Antes de la lluvia – Luis Landero
«Antes
de la lluvia»es un opúsculo que se regalaba con Lluvia fina, una amabilidad
para el lector a iniciativa de la editorial, según nos cuesta Luis Landero
junto a la declaración, lógica, de que no se le ocurre qué decir sobre Lluvia
fina porque si el autor debe complementar la obra dando explicaciones, mala
obra es. De modo que Antes de la lluvia se limita a ser conjunto más o menos
desordenado de anécdotas y lúcidas reflexiones que poco tienen que ver con la
novela a la que acompañan, pero que no está de más leer.
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