En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Lo peor de cada casa – Tom Sharpe



Lo peor de cada casa (1996) es una de las últimas novelas de Tom Sharpe, de lo cual se deriva la ventaja de la experiencia (está escrita con una maestría admirable, una complejidad notable y un nivel de detalle que merece ser tenido en cuenta) y el inconveniente de que parece deudora de algunas otras obras; el final, por ejemplo, recuerda a alguna escena de El bastardo recalcitrante. Incluso hay un guiño a Porterhouse, el colegio de Zafarrancho en Cambridge y Becas flacas.
Pero siendo una novela buena y divertida que merece la pena leer, tiene cierto desequilibrio: un comienzo un tanto extraño por lo confuso de algunas expresiones durante las primeras páginas, el grueso de la novela, que es un ejemplo de cómo enredar las cosas y de forjar una historia a base de historias cuyos personajes adquieren su personalidad en dos pinceladas, y un final que parece una consecuencia no deseada, porque con lo bien que iba el enredo, con la forma en que iba engordando la bola de nieve, es una pena que los libros deban terminar, y da la impresión que es lo que le ocurrió a Sharpe: que disfrutó formando el lío, pero que si dio un final es porque alguno tenía que dar, y el elegido no fue ni mejor ni peor que otros, aunque, creo, no está a la altura del resto de la novela.
Timothy Bright no es muy brillante, pese a su apellido, pero proviene de una familia donde todos, de una manera u otra, siempre consiguen hacer dinero. Él se siente predestinado a lo mismo, y cree haberlo conseguido trabajando como financiero en la City. Sin embargo no es un tipo demasiado competente, y pronto las cosas se le complican en el trabajo y también en la vida, cuando unos facinerosos lo implican, bajo amenazas, en una trama para acabar con un tío de Timothy que, a la sazón, es un juez duro de roer.
En cumplimiento del indeseado papel, Timothy aterriza en casa de un pariente que no quiere ni verlo. Y tal es así que Timothy acaba desapareciendo (no digo cómo) y apareciendo -ni siquiera él sabe cómo- en la apartada residencia de un comisario corrupto; y, más en concreto, en la cama, junto a la esposa del comisario, y como su madre lo trajo al mundo.
Al comisario, un tipo corrupto, politizado y en cierta forma meapilas, hay que echarle de comer aparte, pero no menos que a su esposa y a la tía de esta. La aparición de un caballero desnudo en la cama de la esposa tiene varias lecturas, según el personaje, y a eso juega Sharpe, porque la mayor parte de los malos entendidos derivan de las distintas interpretaciones de una misma realidad. Pero la “solución” que da el comisario acaba implicando a la señora Midden, que, como una maldición, “regenta” una casa de locos, una mansión grotesca en la que conviven decenas de parientes gracias a un viejo y delirante testamento. 
           Timothy, el comisario, su esposa y la parentela de esta, el personal de la comisaría, los Midden y su entorno... Todos son para pegarse un tiro. Lo peor de cada casa.  Y así se va liando la cosa hasta, de catástrofe en catástrofe, desembocar en el final que, en esta novela sí, tiene algo de punto culminante.
           El repertorio de personajes es muy amplio, lo que obliga a Sharpe a utilizar el detalle para definirlos con rapidez. Son muchas las historias que sin afectar a la trama se narran. Pero no es un demérito, sino al contrario, porque parte de la gracia está en averiguar la alineación planetaria precisa para que se dé cada uno de los muchos desaguisados que llegamos a conocer. Es más, donde la mayoría de los autores pierden pie forzando casualidades, Sharpe aprovecha para contarnos historias tan divertidas que a su fin todo está justificado y nada parece traído por los pelos. Dentro de los personajes, tienen un papel principal los típicos en Sharpe: los tipos pagados de sí mismos pero incompetentes, que ven en peligro su posición, los gruñones irascibles e intransigentes (además de racistas y chapados a la antigua) y, cómo no, los torpes e incapaces de prever las consecuencias de sus actos.
         Una novela, en resumen, tan de Sharpe como el mismo Sharpe, y que incluye una contundente critica a los efectos y métodos del thatcherismo.



Thomas Ridley Sharpe
1928-2013

3 comentarios:

  1. Que lástima lo que nos cuentas. Yo he leído todas las de Wilt y Becas Flacas y quería leerme otra de Sharpe, pero creo que no será esta.
    Saludos

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  2. Tampoco hay que renunciar a ninguno, y si lo lees te lo pasarás bien. Lo único, como decía, que las primeras páginas son un poco confusas (pero tampoco gran cosa) y que el final es mejorable, pero el meollo compensa.

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  3. Eduardo Mendoza y Tom Sharpe fueron mi inspiración. Lástima que el inglés nos haya dejado, aunque fuese inglés. Para mi, de momento, los 2 mejores autores de humor. Tanto es así que intenté fusionar ambos estilos en mi última novela: "Complicaciones de la vida real: más alla de lo absurdo".

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