He leído pocos libros de Auster y este (que vuelve a
desenvolverse en Nueva York) es el que más me ha gustado.
El protagonista, un agente de seguros jubilado y separado
que acaba de superar un cáncer, regresa a Brooklyn, donde vivió de pequeño, y
allí entabla contacto con un sobrino que, de prometedor cerebrillo, ha quedado
en empleado de una librería de lance regentada por un pintoresco homosexual. Y
en esas estamos cuando, además, aparece la sobrina de pocos años del sobrino, la
cual, para colmo, se niega a articular palabra durante los primeros días. A partir de aquí transcurre la historia de
toda esta tropa y de cierto número de familiares y seres que se van añadiendo y
desapareciendo según pasan las páginas; transcurre en contar la extraña vida que han llevado todos, ninguno de los cuales
llegó a ser lo que el resto esperaba, en aventurar lo que espera a unos y a
otros (que puede acercarlos, o no, a eso que una vez pensaron que llegarían a
ser), en cómo se pueden aprovechar (o no) las oportunidades que da la vida, en
por qué las desaprovechamos (incluyendo el miedo al éxito), y en llegar a
conocer la solución a los numerosos enigmas y enigmitas que pueblan la novela y
que poco o nada tienen que ver entre sí, aunque el conjunto es, dentro de lo
insólito de muchas de las vidas y situaciones, armonioso.
Algo en común tienen todos los personajes: quien más y quien
menos, todos han fracasado. O, al menos, no han llegado donde cada uno, o el resto,
preveía. Todos, de una u otra forma, se enfrentan a una sensación de fracaso
vital, aunque también todos han sabido adaptarse a su pequeñez y evitan los
sueños, aunque a veces se hayan zambullido en la soledad necesaria para no dar
explicaciones.
Lo más curioso es que pese a la actividad que puebla la
novela, pese a ocurrir una serie de hechos “movidos”, en Brooklyn follies, como en las otras novelas que he leído de Auster, el tono es íntimo, casi
confidencial, como si el narrador estuviera haciendo una confesión en un bar
oscuro, mirando a los ojos al lector. Es decir, el autor más hace del lector
alguien que escucha que alguien que se informa, lo cual crea una sensación de
complicidad que sin duda justifica en gran medida el éxito de Auster.
Fue el primero que leí de Auster y me gustó mucho. De los que he leído, puede que el que más me haya gustado, salvo la Trilogía de Nueva York, que me pareció simplemente acojonante. Saludos.
ResponderEliminarA mí hasta ahora es el que más me ha gustado.
ResponderEliminar