Cuando vuelvo a leer un libro, normalmente le saco mucho más
jugo que la primera vez. Pero con Niebla me ha ocurrido al revés: siendo la
segunda vez que lo leo, me ha divertido menos que la primera, así que ojo con
esta reseña, porque igual no estaba yo en el mejor momento para leer esta
“nivola”.
¿Y qué
es la niebla? El conjunto de pequeñeces, historias y mandangas que nos impiden
ver el mundo como es. Y de toda la niebla, la más densa es la que surge de
nosotros mismos, porque tendemos a achacar nuestras equivocaciones a cualquier
motivo con tal de justificar nuestros errores. Sin embargo lo cierto es que la
mayor parte de nuestros errores se producen porque no somos capaces de dar más
de sí.
Es lo
que le pasa al protagonista de esta historia, Augusto, un “señor bien” cuya
madre sobreprotectora ha fallecido; un tipo solitario y aficionado a darle
vueltas a la cabeza, y estrafalario en el fondo; un personaje que, como ocurre
en el resto de novelas de Unamuno, tiene graves problemas consigo mismo y es
muy amigo de llevar sus filosofías hasta el límite, hasta el punto de acabar
dudando de si existe e incluso de si es dueño de suicidarse. Y todo al hilo de
un empecinamiento amoroso que acaba sometido a una suerte de principios que, de
puro nobles, son estrambóticos, máxime en comparación con el pragmatismo como
mínimo “amoral” del resto de los personajes. Todo eso hay que hilarlo con el
concepto de “nivola”, como alternativa al de “novela”, mediante el cual Unamuno
trata de decirnos que el realismo no es algo esencial a la novela, y que novela puede ser cualquier cosa que el
autor decida que lo es: toda una declaración de intenciones respecto a la
literatura de las décadas precedentes.
Y desde
este pensamiento, donde los personajes sortean la locura de Augusto
aprovechándose de él mientras él bracea en la niebla, enlazamos con el final,
que es sin duda lo que más me ha atrapado: la relación entre el autor y sus personajes
(porque Unamuno interfiere en la novela, en la nivola, relacionándose con ellos),
el debate sobre quién crea a quién, si el autor a los personajes o los
personajes al autor, el debate sobre la inmortalidad y hasta qué punto la gana
uno u otro, el autor o sus personajes. Pero así como Unamuno llega a decir, no
sin razón, que entonces (y hoy, añado yo) don Quijote es más real que
Cervantes, creo que Unamuno, hoy, es más real que sus personajes. De lo cual
podemos sacar la muy “filosófica” conclusión de que al final siempre hay
situaciones para todos los gustos. Aunque, personalmente, tengo en más las
novelas en las que los personajes eclipsan al autor que aquellas en las que
ocurre al contrario.
Una
última referencia, cómo no, al humor, presente en todas y cada una de las
páginas de Niebla, por lo que me atrevo a calificarla de “novela de humor”. Lo
encontramos de mil maneras: en las insensateces de Augusto, en sus
bienintencionados disparates, en sus encendidas reflexiones movidas por una
lógica limitada por el formalismo de sus premisas, en la cara dura con que Eugenia,
Mauricio y el resto de personajes torean al pobre Augusto, en la forma en que
se angustia reflexionando sobre el sexo de los ángeles, en los juegos de
palabras, en las reflexiones llevadas al todo blanco o todo negro sobre
numerosos temas (la paternidad o el matrimonio, por ejemplo) y, cómo no, en la
pintoresca aparición del propio autor, en la relación entre autor y personaje,
que conviven de tú a tú en las últimas páginas de la novela y que, más allá de
la historia, nos otorgan una visión bastante lograda de la relación de Unamuno
consigo mismo. Un recurso que opera casi como un truco de magia en el que la
historia con sus personajes se esfuma ante nosotros para quedar, sin darnos
cuenta, aplaudiendo al mago que acaba de hacer el prodigio.
Una
novela imprescindible, que entretiene y hace pasar un muy bien rato, pero que
conviene leer cuando además apetece pensar.
La leí hace tiempo y solo me acordaba de que me había gustado, pero de nada más. Al final de la edición que yo leí aparecía también "Cómo se hace una novela", de la que también tengo buen recuerdo a pesar de que no podría decirte absolutamente nada, jajaj
ResponderEliminarEs curioso eso de los libros que nos dejan buen recuerdo a pesar de que no recordamos nada. Las sensaciones son las que cuentan ;-)
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