Cada vez me salto con más frecuencia mi costumbre de no leer
muy seguidos dos libros del mismo autor, pero en esta ocasión tengo excusa: el
Diario de un emigrante es continuación del muy buen Diario de un cazador,
hasta el punto de que no solo aparecen los mismos personajes, sino que la
primera historia conforma los recuerdos que se rememoran en la otra, y las dos
forman parte de una misma secuencia temporal. Pendiente me queda el Diario de
un jubilado.
Si digo
que Diario de un emigrante me ha gustado menos que el Diario de un cazador
quizá dé la impresión de que no merece la pena leerlo. Nada más lejos de la
realidad. Es una magnífica obra, muy buena y con la que me lo he pasado muy
bien, aunque, me temo, tiene un poco menos de interés, o al menos cuesta un
poco más interesarse por la historia. O a mí me a costado.
Lorenzo
se ha casado y va a ser padre. No vive mal en su tierra, donde es feliz
cazando, pero la tentación de mejorar le impulsa a emigrar a Chile, con la
ayuda de unos tíos de su esposa, asentados allí, que les envían dos pasajes. La
historia de la novela es la de ese viaje y los meses siguientes.
Así
vemos como, primero, Lorenzo, que mucho mundo no tiene, queda impresionado por
cuanto ve en el barco, por la forma en que se vive a bordo, y acaba gastándose más
de lo que debería víctima de todo tipo de tentaciones. Pero que no tenga mundo
no impide que se crea en posesión de un buen número de verdades, y aquí radica
la principal fuente de humor en esta novela.
Una vez
en Chile, su peripecia principia y termina en la capital. Allí se alojan
primero en casa de los tíos. El tío es un hombre agarrado, partidario del
trabajo de sol a sol y de una austeridad franciscana, lo que no tarda en chocar
con el protagonista, amigo de salir a cazar, de conversar en el bar con los
amigos o de marcarse un buen baile. Junto al tío está la tía, más joven, que no
duda en echar los tejos a Lorenzo, el cual se debate entre su orgullosa moral a
prueba de bomba y el “uno no es de piedra”, con lo cual aprovecho para remarcar
otra de las fuentes de humor de la novela: las contradicciones del personaje,
causadas, siempre, por el deseo de ofrecer la mejor imagen posible de sí mismo,
y que se manifiesta en la forma en que acaba adaptándose, muy a su pesar, a
cada realidad.
Cuando
la situación se hace insostenible, Lorenzo, con una ingenuidad que ya para
entonces es más que conocida, decide establecer su propio negocio con más
voluntad que talento. Y a partir de aquí lo que ocurre lo sabrá quien lea la
novela, porque si lo cuento perderá la gracia.
Aunque
se me ha hecho un pelín largo el primer tercio, es un libro que se lee muy
bien, y en el que llama la atención la abundancia de lenguaje, así como los
giros y expresiones hechas que a cada momento repite el protagonista. Pero hay
algo más que llama la atención: las expresiones chilenas se van filtrando poco
a poco en el lenguaje de Lorenzo, hasta acabar usando como propias palabras de
las que al principio se reía o echaba pestes.
Lo
“malo”, por así decirlo, es que si en el Diario de un cazador Delibes conseguía
hacer un retrato completo del personaje a base de unas cuantas pinceladas, en
el Diario de un emigrante ya conocemos al personaje, Delibes nos pone de
manifiesto cómo el orgullo se adapta, sin perderse, a lo que en teoría nunca se
iba a adaptar, nos cuenta algunas cosas más, completa al personaje, pero… el
personaje ya es conocido, por lo que el qué ocurre adquiere otra dimensión más
independiente del personaje, y ahí creo que la “trama” (innecesaria en el
“cazador”) cojea un poco durante la primera mitad.
Pero
sea como sea estamos hablando de una obra divertida, enriquecedora y muy por
encima de la media de lo que suele leerse.
Hola, tengo que hacer un trabajo sobre Diario de un emigrante, ¿podria describirme brevemente a Lorenzo? me seria de gran ayuda, gracias.
ResponderEliminarno
Eliminar