No deja de ser atrevimiento opinar de un clásico, pero en un blog donde el humor en la literatura tiene un espacio reservado, no debe faltar Enrique Jardiel Poncela. Y a la espera de poder reseñar alguna otra de sus obras, aquí llega Eloísa está debajo de un almendro, obra de teatro que he leído dos veces en el plazo de doce meses.
Tres son las cosas que me han llamado la atención.
La primera, casi obvia, el humor del absurdo. Un humor muy bien tratado, porque combina el “absurdo racional” basado en dar una vuelta de tuerca al sentido de palabras y expresiones hechas (sobre todo en el primer acto) con el “absurdo-locura” fundado en personajes más o menos chifados (en los actos siguientes). Un humor asequible a todos, pero a la vez inteligente.
La segunda, lo complicado de la puesta en escena, porque los decorados propuestos tienen un grado de detalle y complejidad digno de señalar. Solo el del primer acto es sencillo.
La tercera, la estructura, donde se diferencian de tal forma la presentación de personajes con el equívoco que fundamenta argumento y desenlace, que la actitud ante la obra varía bastante del primer acto a los siguientes. El primero, siendo el más intenso en el “absurdo racional”, es sin embargo el más costoso de seguir, probablemente porque ese tipo de absurdo tiene mucho de gag y, por tanto, resulta complicado mantener la atención sobre la ruta cuando se está pendiente de lo que a cada paso sale al camino.
Dentro del absurdo de personajes y situaciones, merece cita aparte el efecto de enfrentar lo terrible sospechado a lo ridículo cierto, porque si bien es verdad que todos nos equivocamos, el error es tanto más divertido cuanto más estrafalaria es la realidad.
Pero si con algo he de quedarme, lo hago con el “absurdo racional” del primer acto y con Edgardo y Fermín en el segundo: la locura del primero de instalarse en la cama y desde allí emprender viajes diarios en tren es antológica, como también lo es la forma en que Fermín pone de manifiesto lo zumbados que están todos los habitantes de la casa, siendo el mayordomo el punto de realidad que pone de manifiesto la locura.
Humor y absurdo en estado puro, en uno de los grandes del género.
Aparte de su humor absurdo, destaca la poesía y atmósfera de ensoñación que flota en la obra.
ResponderEliminarUn saludo.
Pues sí. Tienes toda la razón.
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