En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

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martes, 4 de abril de 2023

La ladrona de huesos – Manel Loureiro

 


     Dice la sinopsis: «Tras ser víctima de un salvaje atentado, Laura pierde completamente la memoria. Solo el cariño de Carlos, el hombre del que se ha enamorado, le ayuda a percibir destellos de su misterioso pasado. Pero ¿quién es Laura? ¿Qué le sucedió? Durante una cena romántica, Carlos desaparece de forma inexplicable y sin dejar rastro. Una llamada al móvil de la joven le anuncia que, si quiere volver a ver con vida a su pareja, tendrá que aceptar un peligroso reto de insospechadas consecuencias: robar las reliquias del Apóstol en la catedral de Santiago.» 

Y así es el inicio de la novela, cuyo desarrollo alterna los sucesos derivados de este comienzo con saltos en el tiempo y el espacio para conocer la historia de Laura; una historia peculiar, basada en una muy libre versión de ciertas historias sobre la extinta Unión Soviética que también han sido aprovechadas literariamente por autores como Sandrone Dazieri en su trilogía sobre Colomba Caselli y Dante Torre.

Aunque veo que la novela tiene muchas y muy altas valoraciones de los lectores, mi impresión se ha quedado en un «así, asá». Es cierto que el tercio final es trepidante (algo así como una película de acción llevada al papel, y hago esta comparación porque la influencia de ese tipo de cine en el autor es tan evidente que bien puede decirse que esta es una novela «peliculera»), pero también lo es que la primera mitad del libro es demasiado lenta.

El argumento no es realista, lo cual no es un problema cuando es verosímil. El problema es que para hacer creíble lo increíble la historia debe tener coherencia interna, y la actuación de cada personaje debe ajustarse al marco (real o irreal) que se ha dado. No es el caso: la coherencia interna se sacrifica constantemente al espectáculo del más difícil todavía. No pongo ejemplos para no chafar sorpresas.

Los ingredientes han sido cocinados como he dicho, pero además la mayoría resultan, de tan conocidos, tópicos: delincuentes infalibles porque «son los mejores», tipos omnipresentes y listísimos capaces de anticipar con siglos de antelación los más leves movimientos de docenas de personas interactuando, capaces de planificar al segundo las más rocambolescas reacciones del personal, capaces de realizar, sobrados, jugadas que exigen las más complicadas y retorcidas carambolas espacio-temporales-personales, malos malísimos obsesionados hasta la paranoia con liquidar a los buenos, traidores y, por todas partes, sorpresas respecto a la catadura de cada cual.

No son los únicos recursos tópicos. El camino de Santiago, la catedral… Un entorno conocido facilita la ambientación al lector, porque su memoria completa sin esfuerzo lo que los textos solo apuntan o mencionan. Y unamos que el robo de las reliquias del apóstol excita el morbo del personal por lo que tiene de sacrílego, de simbólico, de escandaloso, y veremos que todos estos factores, unidos a los anteriores, demuestran la voluntad del autor: atrapar al lector con muchos más anzuelos que lirismos.

El resultado es una historia que va de menos a más no en lo formal (está correctamente escrita, pero nada más, porque no busca hacer del lenguaje un elemento que inspire nada), una historia entretenida, para pasar el rato, que cumple su papel si lo que busca es ofrecer al lector unas horas de acción donde todo es posible porque, como digo, ni siquiera es fiel a la lógica interna del planteamiento, con lo cual todo puede suceder en cualquier momento y en cualquier situación y vete a saber quién es quién en realidad.

A muchos lectores les encantan estas cosas. A mí, qué le vamos a hacer, las historias que no respetan la lógica de su propio planteamiento me acaban pareciendo una exhibición de conejos en la chistera en la que el truco está a la vista de todos: muestra la imaginación del autor, pero evidencia claramente sus límites para trabajarla.

        Y, además, la imaginación tampoco ha sido tanta, dada la acumulación de situaciones tipo.


lunes, 17 de agosto de 2020

Belleza roja – Arantza Portabales




                Me ha sorprendido que Belleza roja no sea una novela más conocida. Comparada con la media de lo que leo, es demasiado buena para que pase inadvertida, mérito fundado en un doble motivo: una trama interesante, meticulosamente organizada y trazada, y un amplio número de personajes de vigorosa verosimilitud pese a lo atípico de alguno de ellos.

                Cada personaje es, además, una novela dentro de la novela. A medida que las páginas pasan el lector se va topando con los secretos de cada uno de ellos, vinculados a errores, pasiones y traumas que siguen latiendo bajo la apariencia de la normalidad. Ni uno se libra de tener su propia historia: los sospechosos del crimen, los policías que lo investigan… hasta el psiquiatra que trata a una de las sospechosas.

                Santiago de Compostela. En un magnífico chalet en una pequeña urbanización de lujo aparece muerta una adolescente en un «escenario» del que mejor no digo nada para no restar interés al futuro lector. Como ocurre en algunas novelas clásicas de intriga, el elenco de sospechosos, debido al momento en que el crimen se produce, es limitado y todos se conocen entre sí. La investigación va descubriendo los secretos de cada cual y cierto tejido de relaciones ocultas, de modo que ni está claro el móvil ni, por tanto, los candidatos a criminales. Un poco a lo Agatha Christie, pero en un entorno moderno y dibujado con maestría para desdibujar (con éxito) la asfixia del «modelo cerrado».

                Parte de ese efecto se logra trenzando con la historia principal las de los personajes que llegan al asunto desde fuera: los policías y el psiquiatra; otra parte se logra escapando del presente al pasado de todos los personajes y aún más allá. También la panoplia de posibles móviles despierta la curiosidad del lector. Unamos la vinculación entre el crimen y el arte y tenemos una novela original y tan verosímil por el modo en que aborda la psicología de los personajes que hasta, a pesar de lo insólito del modus operandi, parece realista.

                Una gran novela escrita en capítulos breves, de no más de cuatro, cinco o seis páginas, y la que se alternan el relato en tercera persona con las reflexiones, en primera, de una de las sospechosas. Una novela que me alegra mucho haber leído.