Creo que
es el segundo libro que leo de Joaquín Berges, y repetir es buena señal. Sin
embargo, esta obra es muy distinta a Nadie es perfecto, la otra que leí, y
demuestra una variedad de registros y un talento notable, en ambos casos sin
renunciar al humor, aunque aquí no lo provoca –porque Pegreninas no es una
novela de humor-, sino que lo encuentra o, mejor dicho, lo saca a flote de
entre las penalidades de la vida.
Tres
ancianas en una residencia, una de ellas con una demencia senil, se marchan un
buen día, sin avisar a nadie, a hacer «el Camino de Santiago», o eso cree la
última de ellas, porque en realidad han tomado la dirección opuesta con un fin
cuya identificación es uno de los alicientes de la lectura. A bordo de un
vetusto y enorme Volvo les acompaña Julio, un anciano taciturno y parco en
palabras que durante años ha mantenido una extraña relación con una de las ancianas:
simplemente, se veían de una terraza a otra, y les gustaba verse allí; les daba
seguridad.
Peregrinas
es la historia del viaje, pero también la historia de cuatro personas, que es
la de cuatro familias, con cada vida marcada por hechos habituales –la
enfermedad, la infidelidad, la muerte...- y determinantes. A
medida que los kilómetros van quedando atrás, el lector ve cómo se disipa la
niebla, va descubriendo y comprendiendo, comprueba que hay heridas que no se
cierran nunca pero que algo puede hacerse para que dejen de sangrar. Comprueba,
también, que cuando la vida es una huida de los hechos que nos arrancaron la
paz, se acaba por no llegar a ningún sitio y que el único destino confortable
es estar en paz con uno mismo.
La acción,
al principio un poco confusa hasta que el interés que late detrás de cada una
de las cuatro vidas comienza a tomar forma, tiene un ritmo constante; el
lenguaje es a la vez llano y cuidado, sin florituras, pero eficaz, el lenguaje
de un escritor que sabe lo que quiere comunicar y cómo hacerlo. Como además
todos los personajes son, en el fondo, unos buenazos, el lector se solidariza
con sus miedos, su sufrimiento y su contención. También asistimos a unas
cuantas escenas emotivas que logran mantenerse en la sensibilidad sin caer en
la sensiblería y a unos cuantos golpes de humor de los que hacen sonreír
abiertamente.
Por
último, Peregrinas es una novela escrita durante la pandemia y que transcurre
en ella, durante el verano de 2020, entre la desescalada tras el confinamiento
más estricto y el otoño. El lector sin duda apreciará ahora, mejor que dentro
de unos años, algunas de las sensaciones –en especial, una, que no voy a
desvelar- que experimentan los protagonistas.
Así que,
hale, a leer Peregrinas cuanto antes.
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