En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

domingo, 14 de octubre de 2018

Offshore – Petros Márkaris




En la reseña de Hasta aquí hemos llegado expliqué por qué pretendo leer la serie entera del comisario Jaritos, de la que Offshore es el penúltimo título en estos momentos. Lo aviso porque Offshore no me ha dado motivos adicionales para terminar de leer la saga, sino que ha ratificado mi tesis de que el autor ha decidido aprovechar el éxito y sus últimos años en activo para publicar lo que sea. Offshore es un despropósito.

                Trataré de explicar por qué:

                -Porque a Márkaris, que ya jugó a brujo –y se dio un trompazo- cuando trató de anticipar la salida del euro de Grecia, Italia y España, le ha vuelto a dar por la «economía-ficción», y en esta ocasión un grupo de desconocidos hacen una campaña publicitaria que les permite ganar las elecciones en un santiamén con mayoría absoluta y, lo que es más sorprendente, llevar a Grecia, ¡en solo tres meses!, a una prosperidad desconocida desde hacía años. Nadie sabe de dónde viene la pasta, pero hasta el gato está eufórico. A ver quién es el guapo que puede imaginarse algo así y, falto de realismo, Márkaris no consigue darle la autenticidad necesaria.

                -Porque cuando Jaritos dice que no tiene ni idea de economía quien lo está diciendo en realidad es Márkaris. Personaje y autor comparten una ignorancia sideral que hace calamitoso el intento de crear una trama en torno a un asunto tan de moda en los últimos años como la economía y, en particular, el flujo de capitales hacia paraísos fiscales. Repito: no hay realismo ni la autenticidad exigible cuanto se prescinde de éste. Más bien se da una imagen de «hombres de negro» que mueve a la risa.

                -Porque Jaritos (y Márkaris) también están reñidos con la informática más elemental, por lo que es mejor omitir según qué detalles para evitar el riesgo de que los disparates contribuyan a dinamitar realismo y autenticidad.

                -Porque, una vez más, ¡una más! el comisario no avanza y debe esperar la repetición de crímenes a ver qué tienen en común.

                -Porque el vagabundear de Jaritos dando tumbos de un interrogatorio a otro y viendo a sus jefes cada vez que mueve un papel, todo a la espera de que pase algo, es llenar páginas sin más, y se hace aburrido y repetitivo, aunque al comienzo del libro parece que no va a ser así.

                -Porque las «novedades» (un nuevo jefe ignorante y prepotente que estorba y no ayuda y que algo le suceda a uno de los personajes habituales) son un recurso pobretón de puro manido.

                -Porque el final es horroroso y ridículamente irreal.

                -Porque el costumbrismo está agotado y los personajes no cesan de repetirse a sí mismos sin que se tenga la sensación de que el autor haga algo por evitarlo.

                En cuanto al argumento... Pues bueno, la típica sucesión de muertos con algunas cosillas en común, entre las que figuran la insólita facilidad con que se pilla a los autores materiales, pero es que, claro, seguro que hay algo más y como de un modo u otro la cosa puede relacionarse con la inesperada prosperidad económica...

                En fin...

                Qué pena hacerle esto a un personaje que, en su origen, fue bueno. Por cierto, tengo un amigo que lleva muy mal que el tiempo pase y los personajes no envejezcan, y creo que comienzo a comprenderlo. El comisario Jaritos, que ya no veía muy lejos la jubilación en su primera novela, cuya acción transcurría en el momento de su publicación, 1995, más de veinte años después siguen teniendo más o menos la misma edad que entonces, y ahí sigue el tío, inmune al paso del tiempo y a los adelantos tecnológicos, desde Internet al teléfono móvil, que se suceden sin que a él le salga una arruga más. Por supuesto, al resto de personajes les sucede lo mismo. No han hecho un pacto con el diablo, sino con Márkaris. Lo malo, para los personajes, es que por el autor sí ha pasado el tiempo.


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