En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 7 de junio de 2018

Llámala Siboney – Julián Ibáñez




                Hace más de una década que la novela negra está de moda, pero muchos de los títulos más vendidos estos años son morralla comparados con las novelas de Julián Ibáñez (Santander, 1940), un autor cuya obra responde con exquisita pulcritud al origen del género y al que nadie podrá acusar de apuntarse a una moda. Llámala Siboney, por ejemplo, se publicó en 1988. Ibáñez es, con diferencia, uno de los mejores autores de este género. Es una pena que no sea más leído.

                El protagonista, Novoa, que se dirige en primera persona al lector, es un tipo peculiar, solitario, duro, que lleva poco tiempo trabajando en un desvencijado despacho de una localidad de cinco mil habitantes y vive en un hotel. Trabaja como asalariado en una empresa de intermediación en el mercado de cereales; creo que antes, en Mi nombre es Novoa (1986) -que aún no he podido leer- había tenido algún otro empleo en otro lugar. Llámala Siboney comienza cuando un día caluroso, a las cuatro de la tarde, Novoa entra al pequeño edificio donde está la oficina y, de pronto, una mujer rubia le atiza en medio de la jeta un tremendo trastazo con un trozo de tubería y luego sale pitando. No hay indicios de que haya robado algo, ni de de que haya hecho ninguna otra cosa. Solo estaba allí y le ha dado el porrazo.

                Novoa apenas acierta a tener una ligera impresión sobre el aspecto de la mujer. Con este único dato y sin saber exactamente por qué, intenta localizarla por el pueblo. Sus preguntas aquí y allá tienen consecuencias inesperadas, a las que hace frente con una determinación solo fundada en lo duro de su carácter y en lo poco que tiene que perder quien no tiene más que su propia soledad y un amor propio intenso y decidido pero no atolondrado. Gitanos, chavales con buen coche, coches color butano, Mercedes blancos, una muerte, el cuartelillo de la Guardia Civil y la finca de unos tipos adinerados se mezclan en el ir y venir de un Novoa que navega sin un objetivo claro, asumiendo el riesgo de ser tanto víctima como imputado en un crimen en el que nada tiene que ver. En el más fiel estilo de la novela negra, nadie está completamente limpio, todos tienen algo que esconder o un interés que salvar, por lo que todos juegan al despiste aunque luego, poco a poco, a medida que alguien va descubriendo contradicciones, cada uno termina demostrando quién es, qué pinta allí y por qué hace lo que hace o dice lo que dice.

                Pero aunque la trama es interesante y solo al final se acaba desenmarañando la madeja que antes, poco a poco, se ha ido enmarañando ante el lector, lo mejor es el lenguaje, el control de los tiempos, de la expresión, el modo en que la forma aparentemente seca y cortante consigue formar parte del fondo de la novela y construir la personalidad del protagonista. Lo dicho: Julián Ibáñez es un grandísimo escritor.

                Una pequeña joya de la novela negra muy superior a casi todo lo que ahora se vende pero que, por desgracia, está descatalogada.


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