Enrique
Jardiel Poncela fue un genio del humor. Una de las razones es que escribió lo
que le dio la gana y como le dio la gana, por extravagante o caprichoso que fuera,
con lo que leerlo no solo te enfrenta a un ejercicio de humor, sino también de
libertad.
Lo mejor
que se puede decir de esta recopilación de relatos es que merece la pena
leerla. Hay muchas historias, casi todas muy breves, de tres o cuatro páginas,
y unas cuantas solo algo más largas. Casi todas aparecieron en la revista Buen
Humor en los años veinte del pasado siglo, cuando Jardiel era todavía un
jovenzuelo con una trayectoria ya más que apreciable en el teatro, pero antes
de dar a la luz sus principales novelas y sus mejores obras teatrales. El
desparpajo, la osadía y el atrevimiento se ven en cada línea.
Demasiadas
historias para hablar de ninguna en concreto, pero sí para apuntar algunos
elementos comunes a casi todas. El primero, que pronto se advierte que se trata
de colaboraciones rápidas, frecuentemente apremiadas por el tiempo o el
bolsillo, lo que hace que algunas de ellas –pocas- parezcan hechas para salir
del paso, algo improvisadas. El segundo, en parte consecuencia del
anterior, que Jardiel hace sonreír más con cómo nos cuenta las cosas que con el
argumento en sí (que no se improvisa tan fácilmente), lo cual es especialmente
visible en los finales, que rara vez son un colofón ingenioso, aunque hay uno
que me ha hecho soltar carcajadas. Prima la forma, el absurdo aprovechando en
gran medida los juegos de palabras, sobre el fondo. Por último, todas comparten
cierto tono grandilocuente que refuerza el efecto cómico, en el que el autor
nos habla desde la posición de superioridad de quien no solo conoce lo que va a
contar sino que además pretende ilustrarnos a su manera y desde su peculiar
modo de juzgar del mundo. En definitiva, una obra doblemente interesante: por
su contenido y por lo que aporta para ver en perspectiva los primeros pasos de un
autor magnífico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario