Estas coincidencias, unidas a lo fácil que me resulta reconocer muchas de las cosas que cuenta sobre Barbastro, Zaragoza y, por supuesto, Ordesa, han hecho que en los últimos años haya prestado bastante interés a sus andanzas y a sus libros. Ya he leído varios. El último, Ordesa, he deseado leerlo desde que supe de su publicación. Ya lo he hecho. Y cómo lo he disfrutado.
Leedlo.
Alegra encontrar en las listas de libros más vendidos una obra como Ordesa, la exposición de los sentimientos del narrador al hilo de la muerte de sus padres –en especial, de su padre-, que surgen de los recuerdos y a la vez los provocan; esos sentimientos se mezclan con las reflexiones buscando explicación a los propios actos y omisiones (que a menudo nos definen mejor que las acciones), al tiempo que vamos conociendo a Vilas y, de paso, algunas de sus andanzas vitales: aspiraciones, frustraciones, divorcio, relación con sus hijos... Avanzando sin avanzar porque la vida es un lío donde lo único que va hacia adelante –pero solo a través del tiempo- es nuestra permanente confusión, el deseo de entender algo. La vida es una acumulación de errores en cuyo repaso tratamos de encontrar la explicación a toda frustración y, cuando no lo conseguimos, continuamos remontándonos más allá, hasta los orígenes, hasta nuestros padres, como si en quienes nos dieron la vida pudiéramos encontrar la explicación de qué debemos y podemos hacer con ella. Todo contado en capítulos breves, con gran dominio de la prosa y con una visión poética de la existencia y la literatura. Ordesa tiene algo de canto, pero también de crítica a la renuncia a encontrar sentido a las cosas y, paradójicamente, también de lamento ante la imposibilidad de encontrárselo. Sin embargo, el tono tiene algo de humorístico por el modo en que el narrador se observa desde una distancia que le permite a la vez juzgarse y quererse; e incluso tiene algunos pasajes verdaderamente divertidos: es imposible leer en voz alta sin reírse –por la razón que tiene y lo que significa tenerla- el fragmento sobre el «tu» y el «tú».
En Ordesa hay una prosa poética llena de imágenes y asociaciones, una historia doblemente humana por lo que trata y por el modo, entre poético y con un punto de humor, en el que se refugia escribiendo de ese destino tan complicado de entender; hay también un estilo singular en la expresión y en la estructura y, sobre todo, Ordesa rezuma libertad. Libertad para escribir lo que se ha querido y como se ha querido. Un gran libro que, pese a ser tan distinto de cuantos comparten con él las listas de los más vendidos, se lee con parecida facilidad aunque enriquece mucho más.
Insisto: leedlo.
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