Una guaca es un tesoro oculto.
Y buscador de guacas cree ser Leonel Pereira cuando aparece buscando
trabajo en las obras ferroviarias de El Salado –que la autora sitúa en Jaén- a
caballo entre el siglo XIX y el XX. Aunque, antes de que Leonel llegue y se
prende de la dueña de la taberna, Luisa González nos cuenta con maestría la
historia del dueño y fundador de Espartos del Peral y de su familia: un hábil empresario
que alcanzó la prosperidad innovando, arriesgando y trabajando con conocimiento e inteligencia;
atrajo numeroso personal para, desde la prosperidad, irse a la ruina cuando la
construcción de un puente para una línea ferroviaria le birló los trabajadores ofreciendo
salarios más altos.
Y es que la historia es, en realidad, la de Aurelio del
Peral, su esposa Narcisa Pozueta, Ama, la criada y amante de Aurelio, y las
tres hijas del matrimonio, en especial de la mayor, Plácida, y la pequeña,
Humbelina, nacida con una malformación que ha llevado a sus padres a ocultarla
a la espera de poder operarla, y que da al libro y a su final un hermoso toque
que enlaza con el realismo mágico y que, a la vez, poco antes permite dar
sentido adicional a la búsqueda de la guaca.
Sin embargo, en sentido estricto la búsqueda es otra: las
fiebres tifoideas arrasan El Salado y Plácida se ve en la tesitura de
encontrar, so pena de todo tipo de penurias, los ahorros que supone que sus
padres conservaban. Así es como se cruza su vida con la de Leonel. Y cuántas
guacas se pueden encontrar. También él cree haber encontrado alguna. Pero desde
los tesoros al amor, tras cada guaca siempre acecha una ruina.
Una obra breve y muy bien escrita, con gran calidad, con un
vocabulario rico y con el estilo austero de algunos de los grandes de la
literatura española. Una novela con cierto aroma a Delibes. Un gran libro.
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