Es curioso el efecto de los contrastes: ando leyendo una novela, Snuff, que tiene su lado divertido, pero cuando más divertida me pareció fue justo al empezarla. ¿Por qué? Porque horas antes había terminado un novelón como una catedral: el Don Juan de Torrente Ballester. El contraste entre una novela tan profunda y trabajada (y divertida) y otra tan "informal" y "frívola" como Snuff, fue tan intenso que el contraste tuvo ese efecto.
Pero que los contrastes entre novelas mejoran el resultado de la lectura, no es nuevo: ¿quién no ha seleccionado algún libro para cambiar de aires respecto al precedente?
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