Pese a la
extraordinaria calidad de su literatura, Marguerite Duras y yo estamos reñidos.
No porque no me guste cuanto he leído de su obra, sino porque aproximarte a lo
que pretende comunicar exige ciertos ejercicios previos de acercamiento para
saber qué vas a encontrar y cómo lo debes afrontar; posiblemente se disfruta
más en una segunda lectura que en la primera.
Dice la
sinopsis que el libro contiene tres historias: el reencuentro de una autora
vieja con un autor joven, la relación entre un huérfano de seis años y su
monitora en un campamento de verano que se transforma en una especie de
relación de amor aplazada, y la historia de una muchacha que, en una estación,
espera un tren a Auschwitz.
Tres
historias que el libro ni siquiera delimita, de modo que el lector –si no anda
avisado por la sinopsis- pasa de una a otra sin saber si sigue en un plano
distinto de la historia anterior o en una historia nueva. Aunque también es cierto que
la autora juega a tender puentes entre todas ellas de modo que al final cabe
plantearse si realmente estamos hablando de tres historias o de una sola en la
que vemos diferentes momentos de la vida de unas mismas personas (confusión que
en algún momento parece consolidarse y en otros desmentirse).
No hay comentarios:
Publicar un comentario