A finales
de 2016 se instaló en Calais (76.000 habitantes), la localidad francesa más
cercana al Reino Unido y de la que parte el Eurotúnel, un campamento temporal
de inmigrantes, conocido como «la Jungla», fruto de la crisis de inmigración de
2015. En unos sitios se dice que hubo allí 700 inmigrantes y en el texto se
llega a hablar de 2000. Todos sin apenas recursos y con la obsesión de alcanzar el
Reino Unido para encontrar trabajo allí y tener menos dificultades con la
lengua. Ese deseo les hacía incurrir en prácticas de riesgo –jugándose la vida
y pudiendo provocar accidentes- como abordar al despiste los camiones donde intentaban
ocultarse.
El autor
se desplazó a Calais para analizar cómo la repentina aparición de tantos
inmigrantes afectaba a una ciudad en la que, como es lógico, ya había
inmigración previa. Su análisis, sin embargo, se ve espoleado por unas cartas
firmadas con nombre ficticio en el que se le reta a ver la inmigración con los
ojos de los habitantes de Calais, una ciudad ya no muy boyante tras pasar lo
más duro de la crisis, por no hablar de una ciudad en decadencia.
La obra,
poco más que un reportaje largo que se lee en una hora, hace reflexionar sobre
ciertos «necesarios absurdos», como que sea Francia quien resguarda la frontera
inglesa y viceversa, cuando es obvio que el trasiego de personas no es
equilibrado pues el Reino Unido no es zona de paso, sino de destino. Pero,
sobre todo, induce una seria reflexión sobre el modo en que vemos la
inmigración y nos comportamos ante ella. La desconfianza, el prejuicio, el modo
en que lo particular se eleva a categoría general. La posición de Carrère es
contraria al prejuicio, pero en su ánimo también está, consecuencia del reto,
no dejarse influir por el «prejuicio de la falta de prejuicios»¸ y va abierto a
escuchar cuantas versiones encuentre, aunque no tanto con afán investigador
como testimonial, prueba de lo cual es la humana necesidad que en un momento
siente de comprobar que cierta familia no tiene la hipocresía de la que la han
acusado, comprobación que tiene mucha relación con la esperanza. Entre unas
cosas y otras vemos cómo la sociedad se divide no solo entre el «nosotros y
ellos» sino entre quienes están a favor (pocos) y en contra (casi todos) de la
presencia de los inmigrantes, aunque apenas se rasca en la
capa de las circunstancias de cada cual todos los seres humanos somos iguales.
Muchas
ideas para reflexionar, pero una, algo poética, con la que me he quedado: de la
decadencia occidental donde la gente repite toda su vida las mismas rutinas de
trabajo y ocio sin otro horizonte que seguir repitiéndolas hasta morir, de esa
decadencia digo, surge cierta inquina, cierta envidia hacia quienes, teniendo
mucho menos en lo material, en cambio tienen la esperanza, el ánimo y voluntad
de labrarse un futuro mejor. Por eso, curiosamente, llegaba a haber más alegría
en la Jungla, en medio de toda su penuria, que en las casas con jardín de
Calais.
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