No
hace mucho leía a un escritor defender los chistes sobre personas aquejadas de
enfermedades graves. Hubiera pasado por un bárbaro de no haber advertido, simultáneamente, que su primer hijo había muerto de cáncer siendo niño y que él,
junto a otros en su misma situación, bromeaban sobre el asunto aunque solo
fuera para encontrar una vía para abordarlo.
Digo
esto porque en Vicios ancestrales, publicada por primera vez hace alrededor de
treinta años, buena parte de la acción gira en torno a la figura de Willy Coppett,
a quien Sharpe siempre se refiere como «enano» o, en los ridículos eufemismos
del protagonista, «persona de crecimiento restringido». Sharpe anticipaba ya la
situación actual, en la que el humor se ha convertido en una actividad de alto
riesgo cuando involucra a quien se siente víctima de algo, como si el humor no
fuera, en numerosas ocasiones, un mecanismo de defensa o una forma de
comunicación que amortigua diferencias, dudas y miedos.
Dicho
esto, Vicios ancestrales contiene la esencia de Tom Sharpe: equívocos mayúsculos
que desembocan en monumentales enredos y personajes que van desde el pringado
al ricacho opulento, despótico y pseudoaristrócatra que aborrece a los más
cercanos, el listo y el tonto, el educado y el grosero, el idealista y el
utilitarista, el modernillo y el ultraconservador. Y, cómo no, frecuentes
alusiones a lo que el sexo puede tener de escandaloso para una mente puritana.
En cierta manera repetitivo, pero, a diferencia de otras de sus obras, con una
calidad superior. Digamos que las «repetidas» son unas cuantas de sus obras
posteriores.
Lord
Petrefact, un anciano cascarrabias y tullido, es la cabeza de una amplia
familia que, desde la oscuridad social más absoluta, ha hecho fortuna
empresarial allí donde ha ido. Ricos y poderosos, pero discretos. Una suerte de
aristócratas sin otro título que el que ostenta Lord Petrefact. Pleno de deprecio hacia los suyos, decide
darles un escarmiento encargando una corrosiva biografía familiar a un profesor
universitario, Walden Yapp, un hombre criado de modo peculiar que ha devenido
en idealista defensor de los derechos de los trabajadores y en víctima y
defensor de todo prejucio anticapitalista y a favor de las clases menos
pudientes. Animado por la posibilidad de ajustar las cuentas a tamaños
exploradores como los Petrefact, Yapp se traslada a la pequeña localidad donde
surgió el imperio industrial. Allí se aloja en la vivienda del matrimonio Coppett, formado por una mujer a la que Sharpe califica de «subnormal» (también otro
término hoy peligroso) que está casada con un «enano» que en serlo encuentra grandes ventajas y numerosas humillaciones que a sus propios ojos no son tales. El interés del
profesor por investigar, el del resto de la familia Petrefact por impedirlo, la
ingenuidad de la casera y las circunstancias de su esposo conducen a un hecho
que no voy a contar para no despanzurrar uno de los momentos culminantes de la
historia, que a partir de ese momento cambia de rumbo al adoptar un objetivo
distinto: el interés del libro deja de ser la suerte de la investigación del
protagonista y pasa a ser, como en tantas ocasiones, saber si un inocente
acabará siendo declarado culpable. Maravillosa la manera en que Sharpe consigue
que todas las pruebas apunten al inocente. Al final, como ocurre en otras
novelas de Sharpe, los protagonistas se ven tan atrapados en la madeja de
problemas que han creado que el protagonismo se desplaza a personajes hasta
entonces secundarios, pues no hay otros capaces de hacer algo con el embrollo.
Como
he dicho, una novela que refleja como pocas la escritura de Tom Sharpe. Pero
también, y volviendo al principio, que se permite lujos humorísticos que hoy
muchos no toleran.
Buena reseña Miguel!!
ResponderEliminarEn muchas páginas web inglesas comentan que este es quizás el libro de Sharpe con menos humor, cosa que no suscribo. A mi me encantó este libro, pero más que nada me pareció mucho mejor escrito que los primeros 4 libros de Wilt.
Tú que has leído todos los libros de Sharpe, ¿Puede ser debido al traductor?
Este libro está traducido de manera excelente por Antonio Mauri, pero veo que los otros libros tienen otros traductores: JM Álvarez Flores, Marisol de Mora, Gemma Rovira...
Gracias por tu gran trabajo de hacer reseñas!!
Gracias a ti por leerlas y comentarlas ;-)
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