Hoy este blog cumple cinco años.
Nació para compartir las impresiones de mis lecturas, para ordenarlas
a través de la clasificación por autores, para contar anécdotas e impresiones al hilo de mis vivencias literarias y, como hacer una web sobre mí me
parecía demasiado pretencioso, también para narrar las vicisitudes de mis
novelas en un apartadillo, el cual, por cierto, hace tiempo que no he actualizado.
He dudado de si celebrar este aniversario haciendo una
selección de las lecturas del blog, pero a ver quién es el guapo que se atreve
a elaborar una lista, y más si apenas lee novedades. En gran medida saldría una
«lista macho», y prefiero evitar a quienes utilizan para todo la misma vara de medir independientemente de hechos y circunstancias.
También podía haber contado las peripecias del blog, los
miles de visitantes mensuales que sigue teniendo incluso tras un largo periodo
sin apenas entradas, lo cual da idea del valor del fondo acumulado, o podría hablar
de sus momentos más intensos, lo especiales que para mí fueron algunos libros y algunas reseñas,
o por qué en el último año y pico he podido escribir tan pocas.
Podría detallar por qué alguna de ellas ha sido la carta de presentación utilizada por quien firmó el libro para enviarlo aquí y allá a la búsqueda de un buen lugar en el mundo literario, porque, me dijo, no sabía explicar mejor que yo su propia obra; podría hablar del aprecio y del desprecio, de las ínfulas de algunos, de la humildad de otros, de la falsa modestia de muchos, del egoísmo y la generosidad, del afán de notoriedad, de cómo el exhibicionismo oculta carencias, de monumentos erigidos a mayor gloria de quien lo erige, de aprendices de escritores que aspiran a ser vendedores, de magníficos vendedores que no saben escribir, de escritores fabulosos que no saben vender, podría contar miserias bochornosas de personas que se creen nobles, o contar que, por respeto a sus autores, no han tenido sitio en este blog un puñado de libros malos; podría contar lo que he disfrutado con muchas novelas, o la increíble historia que hay detrás de alguna de ellas, de obras que pueden cambiar una vida, o de Montalbanos que a pesar de repetirse se ganan tu cariño y tu respeto. Podría hablar de buenos escritores sin confianza que piden consejo a cretinos que escriben redacciones de colegio y se comparan con los clásicos; podría hablar de las amistades interesadas, de que basta una coma para pisotear derechos morales, de reductos y comederos, de quien ayuda y quien vampiriza. De personas buenas y malas. De que el malo se aprovecha del bueno. De que los buenos no son tontos. De que sea el autor santo o canalla, listo o tonto, solo la calidad perdura. De que la calidad es difícil de encontrar. De que adopta muchas formas. O podría haber contado por qué no acepto peticiones para hablar
sobre libros concretos, o por qué tampoco me he ofrecido a ninguna editorial
para intercambiar adulación por lecturas gratuitas, como tanta gente hace. Podría repetir aquí la frase del encabezado o dar las gracias a quienes dedican su tiempo a leer este blog o mis novelas. También podría haber señalado mis errores y mis muchas omisiones en este mundillo.
Podría haber hecho muchas cosas, pero he preferido dedicar
este pequeño «autohomenaje» a un libro que echo de menos aquí. Lo leí, como
otros fabulosos, años antes de comenzar esta andadura, y como esas otras novelas no
está aquí porque no tengo memoria suficiente para hacer una reseña que me
satisfaga. Hablo de Olvidado Rey Gudú. Y tan olvidado, pese a ser una de las cumbres
de nuestro idioma. Como el Quijote, lo leí para festejar uno de los momentos
más importantes de mi vida. Pero, a diferencia de él, su huella en mí no es tan
nítida porque solo lo he leído una vez. Ojalá me quede por delante tiempo
suficiente para volver a hacerlo.
Me gustaría tener aquí a Olvidado Rey Gudú por la forma en que es superior a la realidad, por
cómo demuestra que se puede escapar de la vida «real» a un mundo más duro, más hermoso y todavía
más real, por cómo nos dice que no somos lo que hacemos ni lo que perseguimos
con nuestros actos, casi siempre mezquinos por interesados, sino lo que imaginamos y soñamos, por cómo leerlo produce
la sensación de que la mayoría seres humanos siguen siendo animales que, siempre que pueden, se dedican a entretenerse con la tripa llena, mientras que solo unos pocos son
conscientes de su cabeza y en ella encuentran todas las experiencias, felices y
dramáticas, y las viven con intensidad. Por cómo Ana María Matute supo
escapar de este mundo a otro.
Esa es la esencia de la literatura y de todo arte. Dar
testimonio, denunciar o criticar solo son digestivos para asimilar las dificultades. Pero la esencia del pensamiento es la creación. Carecer de límites. Imaginar. Volar. Construir.
Construir todo desde la nada que somos.
Feliz cumpleaños, bloguito.
Podrías hablar de tantas cosas......al final casi lo has hecho :D. Feliz cumpleblog, Miguel.
ResponderEliminarBesos
Gracias. No te creas, no, no he hablado de nada. Cada cosa enunciada daría para mucho ;-)
EliminarPues mira, nosotras tenemos una filosofía parecida la tuya. Ese último párrafo es genial. Feliz cumpleaños.
ResponderEliminarBesitos
¡Muchas gracias!
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