Si El pequeño César fue una novela
centrada en 1929 y escrita en esa época, medio siglo después, en 1982, William R. Burnett cerró el ciclo con
una novela situada en el Chicago de 1928. Entre medio el autor, ni que decir
tiene, había acumulado toda la experiencia que hace de él un clásico de la
novela negra y los guiones cinematográficos.
Goob-bye, Chicago se centra en el mundo del hampa, de
los gangsters, sin contar otra historia que las relaciones entre ellos, cómo se
sobrevive o no, qué dificultades y conflictos hay, etc. Por eso las novelas de
Burnett son las más negras de las
negras.
La historia
comienza cuando la bella esposa de un policía (la esposa que lo había
abandonado tiempo antes) aparece muerta en el río. Quién la ha matado, se sabe
pronto y también por qué. Pero hay un problema: el cadáver ha aparecido, luego
alguien ha hecho mal su trabajo, poniendo en riesgo a sus jefes, pues si lo
pillan es posible que cante para evitar una dura condena. A partir de aquí, el
procedimiento que sigue la policía para localizar al asesino solo influye
tangencialmente en la verdadera trama, movida en realidad por el miedo de los
hampones. Cuando el miedo se adueña de las personas, las fidelidades y
lealtades son las justas. Eso es lo que pasa en esta novela, que avanza al
compás de la vida de varios personajes: el policía abandonado y viudo, el
matarife de turno y sus secuaces, los jefes de estos, los “capos”, y Bones, una
especie de asesor que trata de nadar y guardar la ropa.
Una gran
novela. Novela negra en estado puro.
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