El primer libro que leí de este autor (Dejádselo a
Psmith) me gustó mucho más que Amor y gallinas, al que, me temo, no sacó todo
el partido humorístico que cabe de su planteamiento. Y es una pena, porque de él cabe extraer humor y poco más.
El
protagonista, un joven acomodado y soltero, escritor inglés de principios del siglo XX, se deja llevar al campo, donde busca
inspiración, por un alocado amigo y su esposa. El amigo ha decidido montar una
granja de gallinas para forrarse vendiendo
huevos, noble arte donde los haya. El problema es que ni tiene idea del asunto ni está dispuesto a
aprender: todo lo confía a su extravagante sentido común. Y además, por decirlo
de algún modo, la afición de este caballero a contraer deudas es manifiestamente superior a su
prisa por pagarlas.
Junto a
esto, el protagonista echa el ojo a una bella muchacha, a la que conoce en el
tren, camino del “gallinero” y que luego resulta estar pasando una temporada en
la finca vecina, junto a su padre y a un apuesto joven que seguramente es su
prometido. El protagonista, lógicamente, echa los tejos a la beldad, aunque
algo se interpone: el padre es un cascarrabias que no acaba de estar muy
contento con el loco de las gallinas ni con cuantos le rodean, lo cual hace
idear al protagonista un peculiar método de reconciliación.
La
suerte del enamorado y de las gallinas la sabrá quien lea esta historia,
aunque como he dicho al principio, más allá de la elegante ironía que siempre
hay en las palabras del protagonista-narrador,
no se ha sacado el partido suficiente al argumento. Las situaciones divertidas, ridículas o grotescas podían haber sido infinitas.
Pese a
todo, lo disparatado del planteamiento sin duda hará que el lector recuerde
este libro.
Es que 'Amor y gallinas' fue una de sus obras de juventud(1906), cuando su estilo no estaba aún definido, mientras que 'Dejádselo a Psmith' (1923) la escribió cuando ya llevaba veinticuatro a sus espaldas. Wodehouse empieza a ser tronchante hacia 1915, época en la que escribió 'Algo fresco', primera novela del castillo de Blandings, en la que aparece el inefable lord Emsworth (y el no menos inefable Baxter, su secretario). A partir de los años cuarenta sus libros ya son de carcajada con llorera.
ResponderEliminarTomo nota. Llevo idea de ir leyendo todos los que pueda,pero poco a poco.
ResponderEliminar