Comencé, en las primeras páginas, pensando que Sharpe se
repite, y terminé convencido de estar ante una novela que, dentro de la línea
del autor, es diferente a las otras que he leído.
Me pareció que se repetía porque Sharpe utiliza en
abundancia personajes chapados a la antigua y, sobre todo, muy apegados a sus
tradiciones. Tan conservadores que no dudan en opinar, y a veces actuar, como fundamentalistas.
Pero así como en otras novelas los equívocos se suceden
formando una bola de nieve cada vez más grande cuyo estallido pone fin a la
novela, en Zafarrancho en Cambridge la cosa es diferente: la trama viene dada
por el enfrentamiento entre dos visiones opuestas de llevar el colegio
Porterhouse: la del nuevo máster (un viejo político allí aparcado, que aspira a
modernizar el colegio) frente a toda la tropa que vive anclada y acomodada en
las viejas tradiciones, limitándose a vivir aislados del mundo, sintiéndose seguros al cobijo de las más rancias tradiciones.
En esta guerra hay personajes radicales, pero no el tipo
de loco que abunda en otras novelas de Sharpe: cada uno, a su manera, es inteligente y se
comporta con racionalidad. No hay ninguna bola de nieve, aunque sí equívocos y
situaciones chocantes. La única escena realmente disparatada, la de los preservativos que
ilustra la portada, no culmina nada, aconteciendo en la primera parte de la
historia.
Por todo ello en esta ocasión el humor de Sharpe es más
sutil que otras veces, más “inglés”, consigue divertir dejando que los
personajes se retraten a sí mismos. Y
algunos de ellos, como Skullion, son para recordar pese a lo secos y poco
activos que en apariencia resultan.
Con todo lo anterior
dicho, lo más sorprendente es el final: sin dejar de tener su ironía, nada hace
presagiar su dureza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario