En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 9 de julio de 2012

Zafarrancho en Cambridge – Tom Sharpe




Comencé, en las primeras páginas, pensando que Sharpe se repite, y terminé convencido de estar ante una novela que, dentro de la línea del autor, es diferente a las otras que he leído.
Me pareció que se repetía porque Sharpe utiliza en abundancia personajes chapados a la antigua y, sobre todo, muy apegados a sus tradiciones. Tan conservadores que no dudan en opinar, y a veces actuar, como fundamentalistas.
Pero así como en otras novelas los equívocos se suceden formando una bola de nieve cada vez más grande cuyo estallido pone fin a la novela, en Zafarrancho en Cambridge la cosa es diferente: la trama viene dada por el enfrentamiento entre dos visiones opuestas de llevar el colegio Porterhouse: la del nuevo máster (un viejo político allí aparcado, que aspira a modernizar el colegio) frente a toda la tropa que vive anclada y acomodada en las viejas tradiciones, limitándose a vivir aislados del mundo, sintiéndose seguros al cobijo de las más rancias tradiciones.
En esta guerra hay personajes radicales, pero no el tipo de loco que abunda en otras novelas de Sharpe: cada uno, a su manera, es inteligente y se comporta con racionalidad. No hay ninguna bola de nieve, aunque sí equívocos y situaciones chocantes. La única escena realmente disparatada, la de los preservativos que ilustra la portada, no culmina nada, aconteciendo en la primera parte de la historia.
Por todo ello en esta ocasión el humor de Sharpe es más sutil que otras veces, más “inglés”, consigue divertir dejando que los personajes se retraten a sí mismos.  Y algunos de ellos, como Skullion, son para recordar pese a lo secos y poco activos que en apariencia resultan.
Con todo lo anterior dicho, lo más sorprendente es el final: sin dejar de tener su ironía, nada hace presagiar su dureza.


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