En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 3 de mayo de 2012

El niño del pijama de rayas – John Boyne



Si hubiera de apostar, diría que El niño del pijama de rayas es uno de esos superventas que puede sobrevivir en el tiempo. ¿Por qué?

-Por su sencillez. No hay nada difícil de entender. Está contado desde la perspectiva de un niño y, por tanto, sin dobleces. Consigue mantener además dos cosas muy complicadas: el mismo tono de principio a fin y la sencillez a la que me refería. El esfuerzo preciso para que una cosa se pueda leer sin trabajo puede ser nulo (como cuando uno escribe simplezas) o enorme. Creo que este libro está más cercano al segundo caso, porque es simple, pero se nota trabajado. A título de ejemplo, hay algunos detalles de psicología infantil bastante buenos, como la tendencia a referirse a las cosas importantes usando siempre, exactamente, las mismas palabras.

-Porque obliga al lector a participar. ¿Cómo? Identificando aquello que Bruno, el protagonista, no llega a captar más que en su envoltorio: desde personajes a lugares y contextos históricos. Es el lector quien acaba completando lo que Bruno ve sin comprender.

-Porque en torno al Holocausto hay muchas miradas –literariamente hablando- desde el punto de vista de las víctimas. Pero hay muchas menos desde el punto de vista de los alemanes de a pie que, sin comerlo ni beberlo, se encontraron con la tragedia a las puertas de su casa, y a menudo sin la posibilidad de elegir ser o no verdugos.

-Porque adoptar la visión de un niño es un acierto. La de un adulto no hubiera podido ser igual de limpia e imparcial: un adulto alemán si no era culpable por acción, se hubiera sentido culpable por omisión (y ahí está el origen de todos los problemas que a este respecto todavía arrastra Alemania).

-Porque demostrando la radical igualdad de las personas, muestra de forma inequívoca que el salvaje que todos llevamos dentro puede transformar cualquier cosa en un infierno.

-Porque demuestra que la violencia llega, incluso, a quienes la ejecutan. ¿O es que la vida de la familia del comandante, por más repugnante que se considere, era envidiable? Quien ejercita la violencia no está escapando a ella, por más atenuada que le llegue.

-Porque obliga a darse cuenta de que la violencia extrema no es algo que “les sucede a otros”. Las carnicerías parten siempre de cuatro mentes perturbadas, pero quienes las ejecutan –y tenemos muestras muy cercanas en el tiempo- son siempre cientos y miles de personas manipuladas que hasta entonces habían llevado una vida normal, respetable, vulgar... ¿Quién puede decir que nunca será manipulado y utilizado? ¿Quién puede asegurar cómo reaccionará cuando ya nada está en sus manos?

-Porque además de todo lo dicho, el autor se permite el lujo de jugar con el lector dejándole atisbar un final que... acaba siendo otro. Un final que, por sus características, contribuye a reforzar el impacto del libro.

-Porque creo que también es una lectura para niños (a partir de los once, doce, trece años...) a condición de que tengan conocimientos suficientes sobre esa época. No todo ha de ser Bob Esponja. A un niño no hay por qué ocultarle que la gente normal es una bestia domesticada. Es la vida. No se trata de atemorizarlo, pero sí de que no viva en la inopia. Muchos veíamos reportajes de la II Guerra Mundial a esas edades y no nos ha pasado nada... excepto que al impresionarnos reforzaban nuestra conciencia sobre las cosas y nuestra curiosidad. Si uno no conoce el horror, puede llegar a pensar que no existe, lo cual es la forma más rápida de llegar a él.

Que este libro sea un superventas es también reseñable, porque nadie podrá decir que el autor ha buscado una fórmula de éxito al uso, más allá de lo “sensiblero” o no que pueda juzgarse el tener a niños por protagonistas de una tragedia. Tampoco usa recursos trillados, como el de generar artificialmente intrigas enlazadas para forzar el “enganche” del lector. No precisa de esas técnicas rudimentarios porque el enlace de las cosas está en la propia historia.

Por todo esto vuelvo al principio: si algún best seller hay llamado a sobrevivir a los usos del mercado editorial, bien pude ser El niño del pijama de rayas.


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