En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 26 de junio de 2025

Ese imbécil va a escribir una novela – Juan José Millás

 



Cuantos hemos publicado una novela nos hemos podido sentir aludidos por el título, porque todos nos hemos cruzado con quien no soporta que nos vaya bien o duda de nuestra mucha o poca valía. Alguien capaz de pensar, al mirarnos: «¡Ese imbécil va a escribir una novela!». El juicio que nuestra futura obra le merece está implícito: será una mayúscula calamidad, siempre por debajo del nivel que realmente alcance. El mundo está lleno de resentidos, envidiosos, acomplejados y mezquinos. Son tan inevitable como la vanidad del escritor (nadie cree haber escrito un bodrio), aunque ignorables. Pero, además, hasta el más concienzudo autor puede sentirse identificado con la frasecita porque el sector editorial exige esfuerzos agónicos para llevar solo un paso más allá de la nada el resultado del enorme trabajo de escribir.

Millás usa la expresión en los dos sentidos. El imbécil que va a escribir un libro es alguien que no le acaba de convencer y que pretende rivalizar con él; pero, por esas cosas de Millás, el otro acaba siendo él, también él, y, por tanto, la novela va a ser un desastre ajeno y a la vez propio. Algo difícil de explicar y de presentar en sociedad. O no. O sí. O a saber.

«Este imbécil va a escribir una novela» va de menos a más. Un ya viejo escritor, y subrayo el adjetivo, recibe la encomienda de redactar un reportaje para el periódico donde colabora, y decide que será el último. El amor propio le hace querer despedirse con el mejor reportaje posible. Algo interesante, significativo, profundo. El escritor, trasunto del autor hasta el punto de llamarse igual y compartir obras y experiencias vitales, emprende la concreción de la encomienda a su manera. Esto es, sin buscar pero sin renunciar a encontrar.

Así rememora, más o menos, cierto recorrido vital desde la infancia y la adolescencia hasta la vejez, centrándose en esos dos extremos y dejando menos chicha en la madurez. Millás es un viejo que sabe que lo es, pero no lo entiende; es un viejo que ni tan solo comprende lo que es serlo. Por eso habla de todo ello como para convencerse, enterarse o asumirlo. O para todo. De ahí que enlace sus obsesiones e incredulidades de «adulto mayor» con las rarezas de la infancia y la juventud, para saber cómo ha podido dar el salto desde niño a abuelo; y así es como trae a las páginas los recuerdos confusos con un pie en la memoria y otro en la fantasía o los sueños. Por eso, igual que le brotan cabezas como a otros les sale un chichón puede surgirle un padre ficticio, y este originar un hermano ficticio, y vaya usted a saber quién más puede llegar a continuación. Bien mirado, si todo eso es o no es o hasta qué punto es quizá revele más del propio Millás que de toda esa parentela que quizá no existe. O que existe, pero sin ser lo que Millás cree que es. Y si esto es así Millás no es Millás, o su parentela sí lo es, o…

Los desdoblamientos de personalidad de Millás tienen aquí uno de sus mejores exponentes. Las brillantes conversaciones con la psiquiatra hacen luz sobre ellas.

Pero el caso es que, entre obsesiones, neuras, extravagancias y la tentación, conforme pasan los años, de volver al pasado para «cerrar círculos», aclarar cuestiones, despejar dudas, averiguar qué o conocer por qué, se va formando una historia, un argumento en el cual el lector se ve envuelto sin darse cuenta. Entonces surge el deseo de saber qué ha sucedido, empezando por saber qué está en la realidad y qué en la figuración.

Una gran novela para todos los asiduos a Millás, y, para quienes no lo son, un modo de conocerlo tirándose a la piscina.


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