En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 27 de marzo de 2023

El gran día de la señorita Pettigrew – Winifred Watson

 


Es posible escribir una novela sin buenos y malos, o con solo buenos y, lo que es más complicado, que además sea una obra cómica. La inglesa Winifred Watson (1906-2002) lo demostró con El gran día de la señorita Pettigrew, obra publicada en 1938 que aún se sigue reeditando y cuyo éxito le permitió ser llevada al cine en 2008, setenta años después de su publicación.

Los días de la señorita Pettigrew nunca habían sido grandes, sino más bien pequeños, renacuajos, enanillos, tristes y grises. Y, lo peor, ella siempre había sido consciente de lo insignificante y tediosa que era su existencia, de la falta de emociones, de su condición de mujer poco atractiva, de inteligencia mediocre, sin fantasía, e incluso falta de talento para ejercer la pobre profesión que le había dado de malcomer: la de institutriz de niños aborrecibles, hijos, a menudo, de padres y madres insoportables. Para colmo, nunca ha tenido ni un céntimo, con lo que tampoco ha podido permitirse ni una sola de las extravagancias, caprichos y lujos grandes o pequeños que, a falta de imaginación, permite el dinero. Su vida anodina ha ido perdiendo color hasta el punto de que, en la primera página de la novela, está a punto de ser transparente: la señorita Pettigrew, arruinada tras demasiado tiempo en el paro, acude a su última oportunidad para no ser desahuciada de la habitación que tiene alquilada: una cita de trabajo en Londres, en un lujoso apartamento, para ser contrata como institutriz.

Llama a la puerta y quien le abre un bellezón de película. Una mujer joven, rubia, atractiva, voluptuosa, ataviada con un negligé. En la cama de tan singular anfitriona remolonea un caballero que más vale que salga pitando porque la atractiva señorita, que responde al nombre de señorita LaFosse, tiene más de un amante. Y es que para ella los amantes son como los vestidos: cada uno viene bien para una cosa.

A partir de aquí se desencadena un cúmulo de situaciones y equívocos que ponen a la señorita Pettigrew –una carca de cuidado de súbito sumergida en un ambiente mundano- en situación de hacer favores, y a quienes los reciben en situación de agradecerlos. Ninguno de esos favores implica grandes sacrificios, pero todos se encadenan dando pie a una jornada memorable en la que la señorita Pettigrew disfruta como nunca comprendiendo que hay más mundo que el que conoce, que si lo ignoraba era porque estaba más allá de sus valores y que esos valores no parecen tener demasiada lógica. Su disfrute es posible, además, porque no deja de sortear el tortuoso pensamiento que a cada momento la asalta: y al día siguiente, cuando toda esa vorágine haya pasado, ¿qué?

No se atreve a buscar una respuesta, pero sí a aprovechar el momento. 

Son tan pocos los ambientes en que se desarrolla la acción (el domicilio de la señorita LaFosse, un club nocturno y unas pocas páginas en la calle) que el lector tiene la sensación de estar presenciando una obra de teatro. Una buena obra de teatro.

Una lectura agradable, ágil, divertida, risueña. Atípica. Para desengrasar.


1 comentario:

  1. Lo leí hace tiempo y me gustó muchísimo. Como bien dices, una lectura agradable y atípica. Ahora me han entrado ganas de leerlo otra vez. :)

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